Pan francés y ensalada rusa


Por  Carlos Mario Peisojovich (el Peiso)

 

Soñé que el sueño se terminaba… mi Peisadilla sonaba a francés: “Le cheval noir de la nuit” (el caballo negro de la noche), la selección de Francia, “la blue” cabalgaba sin monturas, a pelo, corceles y aceros, 4 golpes; 4 espuelas bien clavadas en las verijas dejaban a la albiceleste reducida a una tropilla de jamelgos, al trote, lengua afuera, miradas al piso, paso lento, toque corto. Como se sabe, no hay dos sin tres, en este sueño, los potros siempre son de otro.

 

Como de otro es el sueño alemán, la historia se repite, Alemania no puede en Rusia, “Bonaparte” de la historia da cuenta de ello. A los sueños aterradores o pesadillas, los alemanes los asocian a íncubos: “Alp”, íncubos y súcubos (seres demoníacos y violadores que atacan sexualmente a sus víctimas durante el sueño). Fue Corea su mal sueño: A.L.P… Alemania Lo Perdió.

En este sueño que es mundial y futbolero, en caprichosas “otras lenguas”, el término ALP en la mitología escandinava se refiere a los Elfos, seres mitológicos de la cultura nórdica, de las frías tierras del norte europeo, mágica y surrealista, abundante de gnomos y hadas congeladas.

En nuestro sufrir futbolero el pecho caliente de la hinchada no alcanza, el otro jugador, ése que juega desde afuera, con el corazón saliéndose del pecho, el grito pelado, las lágrimas decorando los ojos y doliente rictus maquillando sus caras… no son suficientes… La pesadilla es un mal sueño, mi peisadilla es desorganizada, anárquica y desordenada, no exenta de delirios y de maliciosas posibilidades de equivocarme. Es que “El que tiene vodka se equivoca”.

Ya eliminados, el mundial se vuelve humo… volvamos al humor. Quedan cuatros años para volver empezar, no perdamos el amor (en mis sueños suena la introducción de la Marsellesa, que exalta la Fraternidad, la libertad y la igualdad) que como todos saben, Los Beatles la hicieron mundialmente conocida en el introito de “All you need is love” (todo lo que necesitas es amor).

Mi Peisadilla se vuelve confesión, Francia fue parte de mi vida desde muy chiquito. La música francesa envolvió mi infancia ya que crecí al lado de los Jardines de La Alianza Francesa, donde en las noches de verano, la siempre recordada Cotita Barletta animaba en vivo y con orquestas en directo, las cenas organizadas a cielo abierto. La muy paqueta y asidua concurrencia bebía sobriamente y hasta que el “soleil” hiciera su aparición. Champagne, cognac, borgoñas, cabernet sauvignon y algún que otro “apéritifs” antes de la “crème glacée” corrían por sus elegantes gargantas.

Ya surcada la madrugada y con mi ñata en la verja en lugar de “contra el vidrio” (no como la letra del tango Cafetín de Buenos Aires), sonaba la voz del Gorrión de París.

Je t’aime Edith Piaff, entre los gorgoteos del Gorrión de París, y los tupidos arboles de las veredas centrales del Boulevard resuenan los “chinchines” y las palabras incomprensibles para mi infantil cabeza, “¡votre santé!”, que mi mente simplificaba en: ¡A VOS SANTA FE!
Las noches de la Alianza eran El Normandie de los años cincuenta y se hace presente en mi sueño, y creería que a unos cuantos de ustedes también al leer estas Peisadillas.

En los 60’… otra vez Francia, ya que el punto de encuentro de los/as adolescentes de ésa epoca, después de la Misa de once de los domingos era “la” París, al lado de Musicalia, debajo de Lenguas Vivas y enfrente del Kiosco de “el Peco”, donde tras el “familiar” de El Ideal, el Colón o el Roma, nos íbamos a tomar licuados. La calle San Martín, en aquellos días, sábados a la mañana y domingos a la tarde, se volvía sorprendentemente peatonal, perdiendo así su condición de doble mano, para pasar a ser de a dos pies.

Desandando mí onírico relato (aunque peyorativamente en solo apariencia dialéctica), vuelvo a los “franchutes” puesto que en nuestra argenta manera de sentir el fútbol, nos es imposible no salir del desánimo que nos infligieron los galos. Lástima que no entró Higuaín, quizá se equivocaba y hacía un gol contra su país natal que ante tanto yerro no hubiera sido sorprendente. Te perdonamos Pipita. Pipita, nacido en Brest, a orillas del Mediterráneo… ahh “La Mer” (el mar). El Mar, esa canción inolvidable de Charles Trenet, cuya melodía unió para siempre a mis padres.

¡Oh! la causalidad de los sueños, esos dictatoriales senderos de la fantasía que se unen con música y poesía de cada uno de Nosotros… La letra de La Mer dice: “La mer qu’on voit danser le long des golfes clairs a des reflets d’argent”.

El último tango en París, nos lo hicieron en Rusia.
Pan Francés con manteca y hasta la próxima Peisadilla.

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