Ana Acosta: pasión por el teatro


La reconocida actriz protagoniza junto a Claribel Medina la obra teatral «Feria americana», con dirección de Alberto Lecchi. Aprovechando la ocasión, la artista conversó con Nosotros sobre su dinámica de trabajo y su amor por las tablas.

TEXTOS. Ignacio Andrés Amarillo. FOTOS. Gentileza producción.

Ángeles (Medina) es una actriz retirada que tiene una vida tranquila y ordenada, que transcurre entre la atención de su emprendimiento familiar y una feria americana. Su armonía se ve alterada por la sorpresiva irrupción de su gran amiga de la infancia, Luciana (Acosta), consagrada directora de cine que regresa de Estados Unidos para hacerle una tentadora propuesta que la pone ante una gran encrucijada.

Acosta conversó con Nosotros sobre su forma de entender la comedia y el teatro como forma de vida.

La fórmula del humor

-Se te reconoce como una gran comediante, más allá de que empezaste en teatro musical, hiciste otras cosas también. ¿Cómo encuentra el tono de la comedia, y cómo se construye un personaje?

-La comedia, a diferencia del drama, tiene una especie de ítems o puntos que, si vos los conocés, cualquiera puede hacer comedia. Me refiero al ritmo, a las pausas, a saber rematar un chiste; no es lo mismo un chiste si lo decís caminando que si lo decís parada. Todas esas cosas se van aprendiendo, y yo fui aprendiendo la comedia; y la verdad que me puedo jactar de eso mucho.

Como actriz puede ser que yo tenga mis formas, pero como directora les digo a mis actores dónde tienen que hacer la pausa para que el chiste resulte; las cosas que tienen que hacer en tiempos, en pausas, en ritmo acelerado. Se lo transmito los actores, y cuando escucho la risa del público, digo: «Estoy feliz porque más allá de que yo ya lo sé manejar, lo puedo transmitir a un actor para que le resulte como si lo hubiera dicho yo, y resulta igual el chiste»

La comedia tiene formas: hay determinadas cosas que hay que hacer para lograr la risa del público; cosa que en el drama ya es más difícil: tenés que conmover, y por ahí el espectador no se conmueve con lo que vos estás diciendo, y entonces no resulta el efecto. A la comedia hay que estudiarla, trabajarla, experimentarla, y cualquier persona puede hacer comedia.

Teatro en familia

-Después de la pandemia volviste a los escenarios con «Casa matriz», de Diana Raznovich, donde compartiste escenario con Talía tu hija mayor. ¿Cómo fue el proceso desde que empezaron a leerla en aislamiento hasta hacer temporada en Mar del Plata y hasta hoy, que volvieron en Wilde?

-Una obra que nació como un parto: empezamos a ensayar en julio de 2020: todo el mundo encerrado en sus casas, hacíamos ensayos por Zoom con mi hija y el director, Nicolás Pérez Costa. Fue muy difícil; promediando septiembre, cuando se empezó a abrir y se decía que se podían reunir de a tres, cuatro personas recién ahí pudimos encontrarnos. Hacia octubre ya estaba todo abierto, y pudimos ensayar en el teatro.

El 8 de enero de 2021, sin las vacunas todavía, estrenamos con la gente con barbijo, que se le tomaba la temperatura, se le ponía alcohol, se la sentaba a dos asientos de distancia. Con mucho requerimiento, mucho esfuerzo y mucho amor por el teatro, como tenemos tanto Talía como yo, logramos entrenar ese 8 de enero, fuimos el tercer espectáculo: había estrenado Mauricio Dayub, Brandoni y nosotros, no había nada más. Y cuando salí de esa función vi literalmente la calle Corrientes apagada, porque no estaban las luces de los teatros; había dos o tres confiterías abiertas: y fue muy triste, dije: 

«¿Cómo vamos a remontar esto?». Gracias a Dios, con esfuerzo, hasta julio estuvimos en el Teatro Picadilly, ahí en plena calle Corrientes. Después nos fuimos de gira, nos fuimos a Mar del Plata; veníamos bárbaro en enero y en la segunda quincena fue la segunda ola: otra vez todo el mundo para adentro. La gente muy asustada, por más que estaba en Mar del Plata iba a la playa y nada más; los teatros estaban con pocas localidades vendidas. Así seguimos durante todo 2022 con mi hija, yendo a las provincias con «Casa matriz»; y hace dos o tres sábados atrás nos fuimos a Wilde.

Sigo haciéndola porque me place mucho estar en el escenario con mi hija: es una actriz de puta madre; no es que lo diga yo, lo ha dicho las críticas también, y el público que nos espera a la salida y me dicen: «De vos ya sabía; pero tu hija, Dios mío…». Es una excelente actriz, una obra maravillosa de Diana Raznovich: no tan reconocida en la Argentina y sí el mundo, porque esta obra se estrenó en Groenlandia para que te des una idea de su alcance.

Me place mucho estar arriba del escenario con mi hija, porque la disfruto no solamente como actriz, que lo es y muy buena, sino como hija: no puedo creer que esa persona que salió de mi vientre esté enfrente mío, haciendo conmigo lo mismo que me apasiona.

Pasión por las tablas

-Tenés una extensa carrera en teatro y en televisión. ¿Cómo se renueva la energía para poder entregarse al mismo nivel en cada nuevo proyecto?

-Tiene que ver con el amor y con la pasión: siento realmente pasión por el teatro. Cuando egresé del «Conserva» allá por el siglo pasado, 1983; y entré a trabajar, la tercera obra fue ya con Pepe Cibrián. Y si bien a mí me gustaba hacer teatro, sentí lo que es la pasión por el teatro con Pepe: con esa disciplina, con ese rigor, con el trabajo. Con Pepe siempre se ensayaban dos, tres meses por lo menos, para estrenar una obra.

La saga con Pepe fueron cuatro comedias musicales: arranqué con él haciendo «Los Borgia»; después me convocó para hacer «Aquí no podemos hacerlo»; luego un exitazo (gracias a Dios) en el Teatro San Martín, que se llamó «Las invasiones inglesas»; y la cuarta obra que hice con él fue ya compartiendo el escenario con la señora Ana María Campoy, mi madrina artística (en «Las dulces niñas»).

Fueron cinco años ininterrumpidos de trabajo con Pepe, donde me enseñó el respeto, el amor, la pasión hacia el teatro. Entonces soy muy exigente a la hora de elegir una obra: en principio tiene que contar algo, el espectador no puede salir de la obra y decir «che, ¿ayer como estaba el dólar?». Tiene que salir siempre del teatro diciendo: «¿Vos sabés que a mí me pasó tal cosa? ¿Vos sabés que a mí me parece que esa señora que hizo es mi vieja?». Que la obra de teatro te modifique algo; que te haga repensar algo. Por eso soy muy exigente en el momento de elegir la obra elijo la obra.

En segunda instancia pregunto por los actores: para mí es importante que los actores que se suban al escenario tengan… no sé si la misma pasión, porque yo soy ya como muy exigente y muy loca con ese tema; pero sí que tenga mucho respeto hacia el teatro: que sepan llegar puntuales, que estén por lo menos una hora antes en el camarín, que se sepan la letra. Y por último, casi te diría, pregunto sobre el dinero, lo económico.

Cuando comienzo una obra ya le pongo la pasión porque se dan estas tres cosas: que la obra me gusta, que los compañeros que me van a acompañar me gustan, y que el arreglo económico me cierra.

Pantalla extraviada

-Llevás tiempo fuera de la televisión, en parte hoy no se hacen programas de humor como eran «Peor es nada» o «Rompeportones», ni ficciones como «Los machos» o «Sos mi vida». ¿Es falta de público o simplemente una cuestión de costos de los canales y productoras?

-Para mí los productores no se animan a arriesgar. El otro día me hicieron una nota y tu colega estaba insistente con que tendría que volver el programa de sketches a la televisión. Yo le decía: los programas de sketches de televisión medían 20, a veces 30 puntos. Los productores saben que un programa de humor es caro: son siete decorados mínimamente, porque son siete sketches; siete puestas de luces, siete cambios de ropa; cantidad de actores. Está bien, es cara la producción de un programa de humor; pero lo que me causa gracia es que los productores apuestan a estos formatos que le están dando seis, siete puntos, invierten un montón de plata y no duran más de un mes, un mes y medio cuanto mucho: digamos que salen a pérdida.

No entiendo cuál es la lógica que tienen los productores. Está bien, tenés que hacer un riesgo importante de dinero; pero sabés que un programa de humor tiene rating: si no, no se puede creer el éxito de «Casados con hijos». Ya no estamos hablando de un programa de sketches, pero sí de comedia qué hace años que lo pasan por televisión abierta, y se sabe del rating que tiene: es un llamamiento todo el tiempo.

Crecí viendo a (Alberto) Olmedo en su programa, (Jorge) Porcel en el suyo; (Mario) Sapag, Tristán, Mario Sánchez, «Los uruguayos»; y había espacio para todos. No puede ser que hoy en día no haya un solo programa de sketches, que es algo súper probado, que la gente lo sigue, que le gusta. No te digo la cantidad de gente que me para en la calle por «Rompeportones» (que lo están mandando los sábados a la noche) o por «Peor es nada» (que va los sábados al mediodía). Y miden, porque si no los sacarían de la grilla de de Volver.

-Aparte hay un montón de cosas la gente está buscando en YouTube para volver a verlas.

-Tal cual. Así que eso es una especie de tirón de oreja para los productores: que se animen a arriesgar, que seguro les va a salir bien.

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