De pasar a querer tener la mejor peluquería para su ciudad a ser semifinalista en un importante concurso mundial, Anabela Jaccoud es un ejemplo de determinación, valentía y por sobre todas las cosas, ganas de seguir aprendiendo día a día.
Texto. Georgina Lacube.
Descubrió la peluquería de muy chica, fue un fanatismo que le surgió naturalmente. «Ya en mi pre-adolescencia, con la excusa de cortarme un poco las puntas, era una visita obligada ir todos los meses a la peluquería de mi barrio. Recuerdo que pedía que atendiera primero a las otras clientas así, mientras esperaba, la observaba hacer su trabajo», narra Anabela Jaccoud de 34 años, la santafesina que se consagró semifinalista en el último certamen de coloración y estilismo más prestigioso del mundo: «Style & Colour Trophy » de L´Oréal Professionnel (LP).
Debido a que nació en el seno de una familia de clase trabajadora, tuvo que recorrer un largo camino hasta lograr abrir, junto a su novio, Saturnino García, su propia peluquería en Arroyo Seco, su pueblo natal. «Hace 15 años que soy peluquera, un oficio que además de apasionarme, me permitió terminar mi propia casa», relata orgullosa.
– ¿Cómo fue que te dedicaste a la peluquería?
– Ya a los 19 años, con la bicicleta de mi abuela y dos valijas donde llevaba de todo (una ubicada en el canasto de adelante y otra atrás), iba cortando el pelo casa por casa en el barrio. A la vez, para poder ahorrar, trabajaba en una heladería, en una tienda de ropa, cuidando chicos y gente grande. Así pude comprarme un Fiat 600, con el que empecé a viajar a los pueblos vecinos. Recorría hasta 10 km de distancia para poder juntar dinero y así poder pagar los cursos que quería hacer. Hice domicilio durante 7 años, lo que me permitió conocer y fidelizar a muchas de mis actuales clientas y hasta crear una amistad con ellas. Mi éxito fue siempre gracias al boca en boca. La gente me elegía por lo que yo les ofrecía y porque les gustaba mi trabajo.
– ¿Cuál es tu formación?
– Estudié en el ICES, Instituto para la Capacitación Estética, en Rosario. Como no tenía dinero para vivir allí, viajaba varias veces a la semana para cumplir con la cursada. Recorría unos 30 km diarios para eso. Además de realizar el curso de peluquería básico, me perfeccioné en áreas de corte, colorimetría, asesoría de imagen y visagismo, una técnica que relaciona la forma del rostro con la forma de la cabeza de las personas, con sus asimetrías, con su estatura, con su cuello, y con muchas otras partes del cuerpo bajo el objetivo de realzar al máximo su belleza natural. Todo el tiempo busqué seguir capacitándome. Así fue que llegué a la Academia de L´Óréal, lo cual me permitió viajar a Brasil y Punta del Este; y a Wella, otro referente del rubro. Con todo ese back up encima me contrataron en una peluquería de Arroyo, donde oficiaba de ayudante. Tanto gustaba mi trabajo que, al poco tiempo, los clientes pedían directamente un turno conmigo. Me sentía incómoda porque me buscaban a mí pero a la vez me dije «esto es una señal de que tengo que tener mi propio espacio». Lo charlé con mi empleador, quien fue mi mentor, y terminamos la relación laboral en muy buenos términos. Así fue como hace 6 años decidí abrir mi propio salón.

– ¿Cómo fue eso?
– Si bien ya venía comprándome sillones y todo el equipamiento con lo que fui ahorrando, tenía miedo de lanzarme sola. Pero pese a esas inseguridades puse mi salón y me largué. Y fue un furor, la gente me esperaba en la puerta para atenderse, era un hormiguero de personas. Tanto que el panadero de enfrente me decía «¿qué hace toda esa gente ahí afuera?» Yo no lo podía creer. Pero llegó un momento en que me di cuenta de que tenía que bajar un cambio ya que me estaba desbordando por ese afán mío de querer ocuparme de todo. Era mucha la demanda y como soy exigente y perfeccionista y quería hacer todo yo, colapsé. La expansión fue tal que tuve que contratar a una ayudante, y después a otra. Tuve que aprender a delegar y a darme cuenta que para crecer, uno necesita del otro.
A sus 20 años, Anabela ya era toda una referente del estilismo en su ciudad, que hoy tiene unos 35.000 habitantes. «La gente de Arroyo no estaba acostumbrada a ver gente joven que trajera novedades y se capacite. En ese momento me sentía como una influencia. La gente compró esa parte mía que les ofrecía un servicio más premium», confiesa.
Al tiempo, en un curso en Buenos Aires conoció a Saturnino García, un conocido peluquero de Santa Fe capital quien luego se volvería su novio y se mudaría a Arroyo Seco para continuar su negocio con Anabela. Ambos se presentaron al certamen de LÓréal que premia el trabajo de los mejores profesionales del sector y brinda, además, la oportunidad de exponer y revalorizar el talento profesional frente a los más grandes referentes de la industria. Para la ocasión, presentaron una propuesta que giró en torno a la tendencia solicitada por el concurso: el French Balayage, una técnica de dos pasos que consiste en una aclaración permanente degradada junto a un matiz que aporta brillo y luminosidad.
«Inspirada en Eva en el huerto del Edén, diseñé un proyecto en tonos dorados y cenizas con la idea de reflejar la caída de los rayos del sol sobre la melena. La idea era que se pudiera apreciar un degradee o desgaste bien natural del pelo, acompañado de raíces bien sombreadas», precisa quien, si bien no salió ganadora del certamen (que se llevó a cabo el 20 de septiembre en el Hotel Hilton de Buenos Aires), sostiene que fue una gran experiencia que no se le da a cualquiera. «Fue un desafío en el que me propuse mostrar los que hago en la pelu todos los días. Si me elegían o no era un plus. Era más un reto personal, para confiar en lo que hago. Además, me anoto en los concursos para conectarme con mi parte creativa, que es lo que me llena. Porque si trabajo 20 horas al día, a eso no lo puedo desarrollar por el trajín diario. Y cuando lo logro, viajo mucho con la imaginación».
– ¿Tenías experiencia en competencias del estilo?
– Sí. Me anoté en el 2016 y quedé también semifinalista. Fue una vivencia sorpresiva y hermosa que me llevó a vivir la final en Brasil. Y como no resulté ganadora, me anoté de nuevo. La competencia se hace dos veces al año, pero por la pandemia se postergó y se recién se pudo realizar ahora. En ambas ocasiones, contraté modelo, fotógrafo y maquilladora para presentar mis looks. Para esta última vez mandé las fotos para la primera instancia y a los 15 días, y con una cámara sorpresa, Ulises Stegmayer, Director Artístico y RRPP de L´Oréal, me dio la noticia de que había quedado semifinalista. Fue una enorme alegría para mí.
– ¿Quiénes son tus referentes?
– Soy fanática del coiffeur argentino Oscar Colombo, tanto que cuando veo sus shows lloro por la magia que le imprime a su trabajo. También me encanta María Carolina Catena, ID Artist de L´Oreal Professionnel (LP) Argentina, un gran comunicadora del oficio. Y de afuera, soy fan de la estilista francesa Laetitia Guenaou, embajadora global de LP. Es una genia diseñando sus propias colecciones, que siempre buscan glorificar la feminidad de la mujer. Además, está muy vinculada a la moda, ya que suele colaborar con firmas como Armani, Yves Saint Laurent y Paco Rabanne. Es todo lo que me gustaría llegar a ser.

– ¿Cómo es tu metodología de trabajo?
– Soy prudente a la hora de cortar y antes de hacer cualquier cosa, le hago un diagnóstico a cada cliente donde le pregunto si se va a sentir cómodo con el look que pide, si lo va a poder mantener en el salón y con qué productos… En fin, es un servicio bien personalizado. Esa es la diferencia entre un peluquero y un estilista, este último te dice si te conviene eso que ves en la revista. Y dado que soy estilista me tomo el trabajo de adaptar los colores para cada cliente en función de sus características faciales. No me gusta atender a las apuradas, quiero que la clienta se vaya feliz con lo que vino a buscar.
– ¿Cómo es trabajar con tu pareja?
– Nos complementamos muy bien por suerte. Y gracias a eso tenemos mucha demanda y trabajo, tanto que queremos ampliar el equipo. Yo hago todo lo que es diseño de balayage y peinados, por eso me buscan las quinceañeras y las novias. Mi novio, en cambio, hace cortes unisex, alisados y barbería.
– ¿Cómo superaste la pandemia siendo que el rubro peluquerías fue uno de los más afectados?
– En ese momento estaba sola y tuve 3 meses cerrado el salón. Pero la verdad es que pude seguir pagando los gastos fijos y, una vez que abrí, la clientela volvió. Tomo a las crisis como oportunidades. Y esta no fue la excepción ya que estuve incursionando en cursos de cosmética natural y orgánica. Fabriqué champú y acondicionadores sólidos y hasta me animé a coser a máquina cortinas de pelo natural. Me entretuve con esto. La cuarentena me ayudo también porque me unió a mi novio, quien vendió su peluquería de Santa Fe y se vino para acá. Hace 6 meses que estamos trabajando juntos y por eso también aumentó más la clientela. Tengo el deseo de dar lo mejor de mí en mi ciudad, que es mi lugar en el mundo. Obviamente si sale algo afuera lo pensaré. Pero siempre quise tener la mejor peluquería para la gente de Arroyo Seco y alrededores.