Arte urbano que interpela desde las paredes


Andrés Cobre, antes “Niño de Cobre” y de nacimiento Andrés Iglesias llevó el graffitti al nivel del arte en nuestra ciudad. En una charla con Nosotros nos cuenta cómo plasma sus murales.

 

Textos: Romina Santopietro. Fotos: Flavio Raina y gentileza Andrés Cobre.

En un día de mucho viento en Santa Fe se realizó esta entrevista con Andrés Cobre y su retoño, Vicente, que con sólo 4 meses, también participó de la charla, haciendo coro a la risa de su papá.

 

“El Niño de Cobre era la mascotita de Los Halcones Galácticos, una serie de dibujitos animados que pasaban en la tele cuando yo era chico. Era medio marciano. Yo practicaba un deporte BMX -bicicletas que saltan sobre rampas- y como era el más chico del grupo, mis amigos me pusieron el sobrenombre. Y quedó”, explica Andrés.

 

“En el ambiente del graffitti, el nombre tiene que ser dado, no lo podés elegir vos”. Es como un galardón que se gana. “Yo empecé a los 13 a andar en bici y el primer graffittti lo hice a los 14. Ahora ya tengo 30, no soy tan niño, así que soy Cobre solo”, cuenta entre risas. Vicente acuerda con gorgoritos. Tal vez presiente que como heredero, llevará el apodo de “Bebé de Cobre”.

 

Andrés comenzó dibujando las paredes de su cuarto, pero con lápiz. “Tenía el estilo del graffitti, en letras y dibujos. Era un graffitti tal cual, pero realizado a lápiz. Mi mamá siempre me apoyó un montón, y me cedió las paredes de casa”.

Se describe como graffitti a una pintada en la pared. Desde las cargadas de fútbol y mensajes de amor, hasta los murales elaborados como los que realiza Andrés. “Ese graffitti que describe Cortázar en su cuento ‘Graffitti’, que es una frase de amor, un suspiro… bueno, yo nunca hice eso. Nunca escribí una frase. Hay que ponerle un poco más de amor a lo que se dibuja en la pared, no simplemente ir y escribir un mensaje. Hay gente a la que eso le funciona, pero yo quería algo más”.

 

“Empezábamos a ver lo que se hacía en el mundo, a través de internet. ¡Recién comenzaba a usarse internet! Y acá en Santa Fe había un par de chicos que hacían graffittis, todos ellos más grandes que yo. Y yo tenía esto dentro de mí. Me la pasaba dibujando en la escuela, tenía todas las hojas de la carpeta dibujadas. Encontré la forma de sacarlo y convertirlo en mi trabajo”, reflexiona.

 

Incursionó un poco en el tatuaje, aunque hace 10 años ya no realiza ninguno. “Lo dejé porque la pared no se mueve, no se queja, no te cuenta tu vida…” -se ríe. “Ahora en serio, creo que pintar un mural me da más libertad, me gusta más esa técnica”, define.

El proceso de crear un mural

 

Cuando lo convocan para realizar un mural, siempre hay una charla previa para consensuar con el cliente la idea. “Generalmente pregunto qué idea tenía, qué veía en esa pared, y a partir de eso tratamos de amoldarnos para que las dos partes queden contentas. Siempre trato de que mi trazo sea visible, que sea algo que me identifique”, define.

 

“Para acelerar el proceso, al saber cuál es la pauta, por ejemplo, una persona en bici, busco algunas imágenes de referencia y las muestro. Una vez que me indican por dónde quieren llevarlo, llamo a alguna modelo o a algún amigo y saco una foto. Porque yo pinto a partir de una foto de referencia, que tiene que tener muy buena calidad y la luz que yo quiero. Entonces puedo imitar eso a partir de la foto, porque en realismo nunca se inventa. Tenés que copiar de la realidad para que quede lo mejor posible”, explica.

Darle vida al arte

 

Desde hace un tiempo Andrés ha incursionado también en la animación por computadora. “La animación fue para mí como un paso natural. Yo todavía no hacía realismo, mis dibujos eran un poco caricaturas, unos personajillos. Era la manera que estos muñecos que yo hacía cobraran vida. Era un combo ideal. Estudié animación y cine en Granada y en Barcelona. Es el complemento ideal para lo que hago”, asegura Andrés. Vicente asiente y se ríe.

“Creo que tengo el equilibrio entre la calle yel tiempo de laburar en mi estudio. Desde subir y bajar del andamio mil veces a la comodidad de mi escritorio. Y es un tiempo que disfruto, me relajo, porque lleva muchísimo tiempo hacer una animación. Para poder animar a un personaje, en una semana tengo seis segundos de movimiento para el personaje. Para cinco minutos de cortometraje te lleva 4 años. ¡Es una locura! Uno lo puede hacer con menos movimiento, pero no parecen reales. Es el caso del animé japonés que usan menos movimiento y siempre se ve forzado, súper duro, son 4 ó 5 dibujos… La idea de la animación que yo hago es que cuando lo veas, no pienses que ese muñeco está hecho en 3D, tenés que sentir lo que él está sintiendo, como en una película. Si está feliz, angustiado o tiene una idea, vos tenés que sentirlo también. Es un trabajo impresionante, porque son 24 dibujos para un segundo”, explica entusiasmado.

 

Todo esto conlleva un ejercicio de paciencia que Andrés confiesa haber educado. “No era así antes. Yo quería empezar y terminar el mural en un rato. Pero cuando querés que quede realmente bien, eso lleva tiempo. Hoy un mural puede demandarme tres semanas de trabajo”, cierra.

 

Vicente manifiesta su acuerdo revoleando el chupete. Su papá cuenta que se llama así por Vincent Van Gogh.

La identidad de su trazo

 

Andrés es un completo autodidacta. Toda su técnica propia la aprendió con ensayo y error. Y tesón y creatividad. “Creo que eso es lo que logró que tenga un estilo tan definido, algo que tengo mi identidad, que aunque no tenga mi firma, quien lo vea sepa que es mío. Cuando uno va a estudiar algo, aplicás el método que te enseñaron. Pero no es propio. Eso me pasó con la animación, de repente me di cuenta que yo no estaba desarrollando mi idea, sino la idea de otro, la visión de otro. Por eso seguí mi propio camino, y sigo, porque siempre estoy probando algo nuevo. Por ejemplo, para pintar un mural yo uso millones de capas. Cambio los colores constantemente. Eso no se puede hacer con los pinceles ni con el aerógrafo. Por eso creo que lo mío tiene una textura particular, que la tuve que desarrollar yo solo porque no la pude ver de nadie, nadie me lo pudo enseñar”.

 

Contrariamente a lo que se piensa, la humedad santafesina no es un impedimento para que Andrés descargue su creatividad sobre las paredes.

Este año hubo dos murales que se destacaron para los santafesinos y ambos son homenajes. El primero es el que Andrés pintó para Pato, el joven atropellado en el puente Carretero, en Almirante Brown al 7100 -intersección con Alberti, frente al parque de la Alfombra Mágica. El otro está en la esquina de Marcial Candioti y Sargento Cabral, donde una semana después de la muerte de Chris Cornell, el artista pintó su homenaje para una de las voces más genuinas del rock. Este último fue noticia nacional.

 

Privilegio

 

“Soy conciente de ser un privilegiado. A veces estoy pintando y no puedo creer que este sea mi trabajo. Ser hoy un artista que vive de su trabajo es un privilegio. Hay tantos artistas que les cuesta muchísimo… Pero reconozco que soy un caradura -risas- porque no tengo problemas para ir a ofrecerme cuando el movimiento está flojo. En verano no hay ofertas de trabajo. ¡Nunca! No sé por qué. Entonces ahí salgo yo a proponer murales. Debe haber mil artistas más talentosos que yo, pero siguen encerrados en su casa. Yo salgo a la calle. La cuestión es dar el paso y poder vivir de esto”, define Cobre.

“Me han ofrecido exponer en galerías… no le veo sentido a pintar 10 cuadros para una exposición, lo mío está en la calle, y para que todo el mundo lo vea”, expresa. Vicente inicia un “mini piquete” para indicar que aprueba todo lo expuesto y para demandar su chupete. Una vez obtenido, se duerme plácidamente en brazos de su papá.

La evolución

 

Como artista busca superarse todo el tiempo, y apuesta a crecer, y a romper las barreras. Se lee lindo, ¿no? En el caso de Andrés es real, no sólo palabras.

 

Creó una aplicación para que quien vea un mural suyo pueda interactuar con él y dotarlo de tres dimensiones.

“Creé una app que cuando apuntás con tu celular a uno de mis murales, la pared cobra vida, te muestra un video o una animación. Se llama realidad aumentada. Dibujé primero el muñeco en 3D y después a partir del muñeco, hice el mural, y cuando lo apuntas con el celular, esa animación cobra vida. Tenés que estar frente al mural para que funcione”. “Para mí es el futuro del arte callejero. Hay que difundirlo”, cuenta entusiasmado.

 

Esta app la desarrolló para presentarla en Dubai, en un concurso para artistas del graffitti al que fue invitado. El evento se llama 3D Awards, se realizó en febrero, en un shopping a cielo abierto que inauguró recientemente. Hubo artistas de todo el mundo y Andrés fue el único argentino. De una pre-selección internacional quedaron 25 artistas que viajaron para concursar a Dubai. “Para mí fue alucinante. Es como pintar con Messi, si Messi pintara. Todos los artistas que yo admiro estaban ahí”, cuenta con una enorme sonrisa. “La técnica en concurso se llama mural anamórfico, que se realiza en esquinas y parece que el mural está flotando. De un punto de vista se ve bien, y a medida que te movés alrededor, el mural cambia. Esta técnica me abrió la cabeza para ver otras perspectivas, y aprovechar los espacios de otra manera”, concluye.


El arte debe interpelar, asombrar, emocionar… y de la mano de Niño de Cobre, también puede involucrar a quien lo mira y sumergirlo en su propio universo.

 

 

 

 

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