Automovilismo en la década del 20


En esta ocasión, desde el archivo del diario El Litoral compartimos la crónica deportiva donde se narra la primerísima carrera de las 500 millas rafaelinas.

Textos. Mariano Rinaldi. Fotos. Archivos El Litoral.

Un 6 de junio de 1926 la ciudad de Rafaela le daba la bienvenida a un grupo de audaces pilotos. De la mano del Club Atlético Rafaela, las 500 millas serán recordadas por toda la región centro-oeste santafesina. Este campeonato automovilístico, de carácter nacional e internacional, supo ser un referente indiscutido hasta 1975, año en que se disputo la ultima carrera.

Los primeros automóviles llegaron a nuestro país a fines del siglo XIX, impulsados a vapor y luego a explosión por gasolina. En 1914, el Automóvil Club Argentino (ACA) creó el Gran Premio Automovilístico, una carrera anual que debía tener una extensión no menor a los 500 kilómetros. Entre 1916 y 1923 se corrió entre las ciudades de Buenos Aires y Rosario.

Incluso las 500 millas de Rafaela contaban con un antecedente en su propia ciudad. En 1919 se había disputado la primera competencia oficial organizada por la misma entidad deportiva, en esa ocasión se unió en un mismo circuito interprovincial las localidades vecinas de Lehmann, Ataliva, Sunchales, Tacural, Morteros, Brikmann, Porteña, Luxardo, San Francisco, Clucellas, Saguier y Susana.

A nivel nacional, los años veinte se caracterizaron por la incorporación de corredores representativos de las clases populares argentinas, siendo en nuestra provincia el caso del mecánico esperancino Domingo Bucci. Muchos de ellos venían del interior motivados por las importantes sumas de dinero que ofrecía el Gran Premio del ACA.

En esta ocasión, desde el archivo del diario El Litoral compartimos la crónica deportiva donde se narra aquella primerísima carrera de las 500 millas rafaelinas. La carrera se disputó en un circuito de caminos vecinales, ubicado a 2.000 metros al Oeste de la actual ruta 34, en la prolongación del Bulevar Roca. Un circuito «criollo» de 37 Km que debía ser recorrido en 21 vueltas. El evento se desarrolló bajo un gran temporal de lluvia y tuvo un final inesperado: la suspensión.

La emoción contenida de buena parte de los rafaelinos pudo finalmente -luego de un lapso semanal- volver al itinerario para ver correr a los pilotos y sus «fierros». Así, un 29 de agosto se consagraba campeón Raúl Riganti, piloto que llegó desde Buenos Aires y que abrió de esta manera una página memorable en la historia automovilística del país y de la ciudad de Rafaela.

Además, desandando el archivo y como prueba del carácter «tuerca» de la Perla del Oeste, para fines de julio de ese mismo año otra institución rafaelina, el Club 9 de julio, organizó otra carrera. Probando así la pasión por los autos, pero también el entusiasmo y el tesón de sus pobladores que en torno a los clubes de la época supieron organizarse y llevar adelante la tarea y la responsabilidad que exige una jornada deportiva de estas características.

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