La autora presenta un recorrido por las calles llenas de historia, arte y religiosidad de esta ciudad española, cuna de dos grandes santos y remanso de paz para quienes la visitan.
Textos. Graciela Daneri.
Acompañados por unos amigos españoles -él segoviano y orgulloso de su región de Castilla-León, y ella madrileña de pura cepa- con su auto recorrimos los hermosos lugares que aquella zona cobija. Pusimos especial interés en Ávila que, aunque ya la habíamos visitado años atrás, todavía manteníamos un recuerdo fascinante y, además, por ser el lugar de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, en realidad nuestra Santa Teresa de Ávila, que tantos libros escribió entre ellos “Nada te turbe, nada te espante”, “El libro de la vida”, “Las moradas”, “Camino de la perfección”. Santa Teresa fue también inmortalizada en un magnífico grupo escultórico: “El éxtasis de Santa Teresa” por nada menos que el insigne artista italiano Gianlorenzo Bernini, el cual se halla en la pequeña basílica Santa Maria della Vittoria, en Roma.
Al arribar al lugar por impecables rutas, a poco más de un centenar de kilómetros de Madrid, en el corazón mismo de Castilla-León, nos adentramos en la Ávila histórica, rodeada por sus murallas medievales con sus torres almenadas estilo románico aunque no pudimos verlas iluminadas, pero imaginamos su magnificencia- y rodeada de praderas y bosques de un intenso verde, con un clima muy suave en verano, que es el que gozamos, a pesar de que nuestros amigos nos comentaron que es muy rígido en invierno.

Remanso de paz
La profusa existencia de iglesias, conventos, monasterios, capillas que hay en esta histórica ciudad hace de ella un remanso de paz y de placer artístico-arquitectónico. Algunos de ellos están extramuros, pero forman parte de un conjunto con la ciudad vieja y las murallas que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Entre ellos se encuentran la famosa basílica de San Vicente, la más importante luego de la catedral y que data del siglo XIV. Ella acapara nuestra atención por la majestuosidad de su interior.
Cabe mencionar también las iglesias de San Pedro; San Andrés; San Segundo; San José (que es el convento de clausura de las Carmelitas Descalzas), con una fachada renacentista y que fuera fundado por Santa Teresa de Jesús; el Real Monasterio de Santo Tomás (de estilo gótico), donde se halla enterrado el tristemente célebre Torquemada, y en el cual hay pinturas de Pedro Berruguete; así como la ermita de San Martín y las iglesias de Santa María de la Cabeza, que combina el tardorrománico con el estilo mudéjar, y la de San Nicolás de estilo románico, como la mayoría de estas construcciones.
Para encontrar la Catedral de Cristo Salvador de estilo gótico (siglo XII) nos internamos en las mismísimas murallas, ya que está admirablemente encajada en ellas. Allí trabajó también en el 1500 (vale la pena recordar que las catedrales tardaban siglos en terminarse) en su altar mayor Berruguete, quien se había formado en Italia y trabajado para el duque de Urbino, y terminó siendo uno de los artistas más notables del Renacimiento español.
Sobre la Plaza Mayor, uno de los epicentros lugareños, denominada Santa Teresa, recorremos el Ayuntamiento y la Puerta del Alcázar, conocida también como la del Mercado Grande. El espacio es uno de los más frecuentados, como que es eje de la actividad cotidiana, murallas al margen. A pesar de las multitudes que la transitan a diario, estamos en una urbe apacible, con mucha historia acumulada en su entorno, como por ejemplo el puente romano conservado dentro del casco histórico.
Pero Ávila tiene su propia judería, cuyo eje es, paradójicamente, la calle de los Reyes Católicos, aunque conviene destacar que en la ciudad convivieron siempre personas de distintas creencias y religiones.
Uno de los primeros trabajos literarios de Miguel Delibes, español también él (“La sombra del ciprés es alargada”, 1947), está ambientado en Ávila, el cual, además, le resultó consagratorio, al punto de que con él obtuvo el siempre preciado Premio Nadal. Por su parte, años antes, García Lorca había puntualizado que “cuando se penetra por su evocadora muralla se debe ser religioso, hay que vivir el ambiente que se respira”.

Sus personajes
Obviamente los personajes de Ávila son Santa Teresa, proclamada doctora de la Iglesia, y San Juan de la Cruz, también doctor de la Iglesia, nacido Juan de Yepes Álvarez, juntos fundaron la orden de los carmelitos descalzos. En la actualidad ambas órdenes se han diseminado por el mundo, siguiendo y resguardando los preceptos de ambos.
Lo que nos extrañó mucho fue el hecho de que Santa Teresa no está sepultada en Ávila, sino en la villa ducal de Alba de Tormes (Salamanca), en la monumental e inconclusa basílica que lleva su nombre, convertida en un centro que acoge a multitudes de peregrinos.
Respecto a San Juan de la Cruz, éste no fue sólo un religioso cuya azarosa vida fue signada por inauditas situaciones, sino también un notable poeta renacentista, tanto que varios escritores estimaron sus poemas como muy emblemáticos de la lírica española y es así como es considerado el patrono de los vates hispanos. Son destacados sus “Noche oscura”, “Cántico espiritual” y “Llama de amor viva”.

Huellas de muchas civilizaciones
El nombre Ávila es muy discutido hasta hoy, algunos especialistas opinan que su origen es fenicio, mientras otros afirman que es germánico y no faltan los que dicen que es hebreo. Como siempre, las bibliotecas opinan diversamente. Y para los que gustan de la historia, en esta bella ciudad dejaron huellas de su paso los celtas, los romanos, los visigodos y luego, como gran parte de España, cayó bajo el dominio de los árabes que se establecieron allí tres siglos. Sin olvidar que durante las guerras napoleónicas sus iglesias y conventos se vieron sometidos al saqueo. Y hoy, según pudimos apreciar, la ciudad cuenta con muchos pobladores latinoamericanos. Y como argentinos a los que nos gusta Europa por su arquitectura, el arte que exhibe y su historia, volveríamos una y mil veces a Ávila, pero hacen falta muchos euros en estos momentos…