Bren Olivera: el pulso que irradia energía


Baterista, docente, estudiante, apasionada, esta joven santafesina nos cuenta cómo es esto de marcar los tiempos en música y ponerle ritmo de rock a todo. 

TEXTOS. Romina Santopietro. FOTOS. Manuel Fabatía.

Brenda Olivera tiene 28 años y se adentró en los quehaceres de la música a los 14. Entre marchas y contramarchas, arrancó con la guitarra, que le regaló su papá, pero siempre miró anhelante al instrumento que es el corazón de cualquier banda: la batería. La música es su cable a tierra, su escape, el sustento de sus sueños, el impulso creador y el oxígeno diario. El pulso que irradia pasión y energía.

-¿Cuándo nace tu interés por la música?

-Esta pregunta tiene una parte de respuesta un poco vergonzosa. En mi familia siempre estuvo presente la música. Nos íbamos de viaje y era ir todo el tiempo escuchando ¡de todo! Podía sonar desde Los Palmeras hasta Sarah Brightman. También tengo un tío que solía tocar el piano. Cuando tenía alrededor de 14 años -y acá viene la parte vergonzosa- vi la película Un viernes de locos, con Lindsay Lohan. -risas- Quería tocar la guitarra como ella. De hecho tengo un cd original. Debo ser la única persona en Argentina que tiene un cd original de Lindsay Lohan. Mi viejo me regaló a los 15 la guitarra y ahí me fui introduciendo más seriamente en la música.

-¿En qué momento dijiste «yo quiero aprender a tocar la bata»? Porque de la guitarra a la batería hay como un camino diferente.

-Yo quería estudiar saxo o batería. ¡Pero me habían regalado la guitarra! Había que arrancar por algo. No me iba a negar a aprender. El profesor al que iba tenía armado el set en el estudio porque ensayaba con su banda. Y yo miraba de reojo la batería. Hasta que busqué un profe de batería y arranqué. Me resultó mucho más fácil que la guitarra: me senté y toqué. Empecé de grande, porque tenía 17 años. Generalmente se arranca a los 6 o 7 años, en las escuelas de música. Este estudio fue bastante entrecortado, por una cuestión netamente económica: mi mamá me pagaba las clases de guitarra, pero yo quería tocar la batería, así que me juntaba mis pesos y tomaba clases cuando podía. Ingresé después en el Instituto Superior de Música, donde no me recibí -aclara entre más risas-.Estoy muy lejos de recibirme. Estuve por casi 10 años en el instituto y no terminé ni siquiera primer año. Tengo materias de tercero, segundo y primero, en una ensalada enorme. Entendí que no era mi ámbito y me decidí a transitar por otra carrera.

-¿A quién en la música considerás referente ineludible? Batero o no.

-Soy muy fanática de Joss Stone. Si pasa un día donde no escucho algo de ella me falta algo. En bateros hay uno que tocó mucho tiempo con ella, Tony Royster Jr. y una baterista que descubrí no hace mucho tiempo, Anika Nilles. Son dos bateros que amo escuchar. No puedo tocar ni tres golpes de la manera en que tocan ellos, estoy muy lejos de eso, pero me gusta mucho cómo sienten la batería, cómo la disfrutan… su técnica. Y Tommy Lee.

-¿Cumpliste algún sueño a través de la música?

-Estoy en eso. Diría que en este momento estoy en camino a cumplir sueños. Tener una banda, tocar en recitales, salir de gira: este fin de semana nos vamos a Buenos Aires a tocar. Hay planes de grabar un video, de tocar más con la banda, de poder componer… todo eso se está gestando de a poquito y está bastante encaminado. 50&50 se llama la banda. Cristian Figueredo es el bajista y cantante y Raúl Bassaga el guitarrista.

-Ensayos ¿fan o hater?

-Tengo mis días. Me gusta mucho ensayar. A veces tengo todas las pilas y a veces no tengo ganas. Pero hoy sé que necesito los ensayos para poder seguir creciendo como baterista, como música, para poder relacionarme y entenderme con mis compañeros de la banda. Ellos me doblan casi en edad y en experiencia, ellos tienen una trayectoria enorme. Los ensayos son momentos para conectar con ellos y entendernos como banda.

-¿Dejás que te ayuden a armar y desarmar la batería? ¿O andás como un ekeko con todos los bártulos al hombro?

-Una vez que ya está todo guardado en sus estuches, no me ofendo si se ofrecen a cargar con todo. Soy muy de cuidar mi instrumento. Si alguien se ofrece a llevar la bolsa de fierros que pesan 25 kilos, no me quejo. Acepto la ayuda alegremente.

-Proyectos. Actuales y a futuro.

-Hace mucho que tengo ganas de generar una banda de glam rock ochentera-noventera de mujeres. Sólo mujeres. Estuve tanteando y creo que hay onda como para que se concrete a futuro. Pero me gusta enfocarme en lo que estoy haciendo ahora, así que voy de a poco y por partes. Quiero hacer las cosas bien, quiero sentirme segura. Una vez que me sienta fuerte en esto, ahí si, podré abrir otras puertas, gestar otros proyectos.

-En el ámbito de la ciudad ya despuntan algunas bateristas mujeres. ¿Cómo es tu experiencia personal? ¿Se te trata como igual, hay que hacer más méritos?

-En las clases de batería me contactan por las redes En una ocasión, un padre me dijo «no sabía que eras mujer». Respondí que para mí es irrelevante, es el conocimiento lo que le iba a transmitir a su hijo. En general no he tenido malos comentarios. Pero como soy muy seria a la hora de tocar la bata, estoy concentrada. No es que esté enojada tocando la batería. me han dicho en algunos shows, «si no sonreís, al menos usá escote»… ¡Yo vengo a tocar la batería! También me han invitado a tocar solo por ser mujer, sin saber qué hago o cómo soy como música. En algunos ámbitos hay un cupo femenino. Yo quiero que me convoquen porque les gusta mi trabajo y me respetan como baterista. Y ahí viene la cuestión si se aceptan esos espacios de cupo, donde quien convoca le da igual si sos buena o mala. ¿Me querés por lo que toco o me querés por ser mujer y vos querés salir a tocar? Quiero que me valoren por lo que hago.

Mini bio

Brenda es santafesina, nacida hace 28 años en esta ciudad. «Nacida y criada acá» Me crié con mis abuelos, mis tíos y primas y mi mamá y mi hermana. No todos juntos en una casa, pero sí muy cerca, a 4 cuadras. Mis primas, mi hermana y yo somos como hermanas. Si le preguntás a mi tía dice que tiene 4 hijas. Lo mismo dice mi mamá. Detesto la escuela. No tengo muchos recuerdos gratos de ese tiempo. No me gustaba estudiar. Y en aquel momento no se hablaba del bullying, pero yo lo viví todos los días en la escuela. Me cambiaron de escuela, a los 15 a una escuela evangélica. Ahí pasé a ser una especie de encarnación de Santanás. Venía de escuchar metal, hard, rock… No encajaba en la otra escuela, en la segunda menos. Venía del bullying, abuso, una escuela nueva, donde no conocía a nadie… Sumado a que me gusten las mujeres, resulté ser lo peor de la escuela. La pasaba mal a cada momento».

«Trabajé mucho, en de todo, desde los 17 años». Siempre vuelve a la música. Todos esos trabajos fueron para sostener su estudio y la música. A los 20 años comenzó a dar clases de batería, actividad que mantuvo siempre en paralelo con los otros trabajos: «he ido hasta a Llambi Campbell a dar clases», rememora.

Más acá en el tiempo, estudia Gestión cultural, sigue dando clases de batería, toca en la banda 50 x50 y es columnista del programa Que la noche te sorprenda, que se emite por radio Eme.

Autodefinido

«Soy apasionada, soñadora. Siempre con los pies más en las nubes que en la Tierra. Miedosa, vergonzosa e insegura, pero más allá de eso, siempre voy para adelante. Hago un click y llego adonde quería llegar. Mando quinta a fondo, sobrepasando toda inquietud, todo límite y toda ansiedad. Soy una fiel creyente en el amor. Me pongo cursi. Creo que es necesario en la vida de todos, no particularmente amor por otra persona, sino por uno mismo, Creo que con el amor se pueden ver las cosas de otra manera y solucionar conflictos. Cuando hay un poquito de amor todo cambia».

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