La llegada de un nuevo año nos da la posibilidad de “recalcular”, organizarnos, ordenarnos, hacer una lista de prioridades y pensar cuáles son nuestros verdaderos deseos y objetivos a futuro, cuáles son nuestras metas a alcanzar, y qué queremos cambiar.
Textos. Nadia Novillo.
Generalmente los últimos días del año son tiempos de balances, reflexiones, conclusiones y replanteos.
Comenzamos a repasar mentalmente lo que hicimos, los logros, los sabores amargos; se agudizan los sentimientos de tristeza y melancolía si sufrimos la pérdida de algún familiar o ser querido.
Estas son fechas en las que nos ponemos más sensibles y las ausencias duelen y se extrañan aún más. Por otro lado, aparecen la culpa y los remordimientos por todo lo que habíamos prometido y planeado hacer al comienzo de este año; ahora que estamos despidiendo al 2018, de repente descubrimos que solo fueron planes que se fueron postergando, pusimos excusas y pretextos y no hicimos nada para concretarlos.
Lo cierto es que castigarnos o torturarnos con lo que no hicimos o no cumplimos no suma ni sirve de nada, y tampoco podemos pretender hacer en dos o tres días lo que no hicimos a lo largo de todo el año.
Lo que si podemos hacer es “recalcular”, organizarnos, ordenarnos, hacer una lista de prioridades, pensar cuáles son nuestros verdaderos deseos y objetivos a futuro, cuáles son nuestras metas a alcanzar, qué queremos cambiar o modificar.
De lo que si estamos a tiempo de hacer en estos últimos días del año es “sacar”, “descartar”, “eliminar”, “tirar”, “soltar”… Esto no sólo aplica para objetos materiales y limpieza en nuestros hogares sino también para hacer orden y renovarnos interiormente, liberarnos de sentimientos que dañan como enojos, culpa, rencores, arrepentimientos… Poder decir adiós a relaciones que son tóxicas o lastiman, enfrentarnos a nosotros mismos y dejar atrás la queja, dejar de culpar o responsabilizar a otros por lo que no hicimos, dejar de preocuparnos y comenzar a ocuparnos de todo aquello que deseamos.
Si pretendemos cambios, debemos salir de nuestra zona de confort, y trabajar para generarlos, ir en busca de ellos, ser perseverantes y constantes, ser organizados y planificar, ordenar los pasos a seguir que nos llevarán a concretarlos.
Despedir un año y dar la bienvenida a uno nuevo es una invitación, una posibilidad y una oportunidad de volver a empezar, de cerrar y terminar un ciclo, una etapa, para dar comienzo a otra… Y también para renovar energías, ganas, fuerzas, fe y esperanza.
Sucede que a veces la lista de promesas de todo lo que queremos y vamos a hacer en el próximo año, se vuelve demasiado larga y pretenciosa. Abarca desde propósitos más frívolos a otros más soñadores. Arranca con empezar una alimentación más saludable y gym, clases de zumba y yoga, estudiar francés y portugués, hacer un curso de cocina japonesa, dejar el trabajo en relación de dependencia y emprender lo que siempre fue nuestra verdadera pasión, cambiar el auto, arreglar la casa o mudarnos… y termina fantaseando con lo bueno de ganar la lotería y no trabajar más… o concluyendo de que en realidad lo que queremos es vender todo e irnos a vivir a una zona de clima tropical, poner un chiringuito en la playa y vivir felices y sin preocupaciones.
Resulta graciosa esta enumeración de deseos pero son los típicos que se suelen escuchar y por muy disparatados que suenen, nada ni nadie impide que podamos cumplirlos si en verdad nos organizamos para llevarlos a cabo y nos ordenamos para poder cumplirlos.
El consejo, una vez más, es realizar “una lista” de objetivos y metas posibles de alcanzar e ir estipulando plazos aproximados para concretarlas. Comenzar de a poco y a medida que vamos cumpliendo continuar avanzando, motivándonos para seguir trabajando a fin de cumplir todo aquello que nos propusimos.
En cuanto a los festejos de la Noche Vieja para recibir el Año Nuevo suelen ser similares a los festejos navideños, solo que estas fiestas no son tan familiares y por eso algunos eligen compartirlas con amigos o tienen como costumbre esperar la llegada del nuevo año en un lugar de veraneo y vacaciones. Independientemente de las elecciones o tradiciones, lo importante es respetar sin cuestionar, sin que nadie se ofenda ni se generen conflictos por aquellos familiares que deciden viajar, que no van a estar o que este año van a celebrar de otra manera.
En vísperas de Año Nuevo, reivindiquemos lo verdaderamente importante, aprendamos a valorar lo que tenemos. Si si contamos con salud, una familia y trabajo, podemos estar más que agradecidos y sentirnos súper afortunados.
Dejemos de mirar hacia los costados, de estar fijándonos en lo que tiene el otro, de estar pensado en lo que nos falta, dejemos de idealizar pensando que solo podríamos ser felices si tuviéramos tal o cual cosa.
Acumulemos, juntemos y coleccionemos momentos, experiencias, vivencias compartidas y no tantas cosas materiales.
Disfrutemos de los pequeños momentos, de lo simple, de lo cotidiano, del hoy. Recordemos que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita.
Entiendo que a veces hay deseos que exceden a nuestra voluntad, es mejor dejar esos casos en manos de Dios, sus tiempos no siempre coinciden con los nuestros. Pero, como dicen, desealo tanto, tanto, tanto que la vida, Dios y el universo no tengan otra alternativa más que concedértelo.
Más allá de toda creencia, la sugerencia es la de tener una mirada, postura y actitud positiva y optimista.
¡Feliz y bienvenido 2019! ¡A disfrutarlo que la vida es bella!