Club de Lectura


Tienen 90 años. Pero no piensan morirse hasta descubrir al asesino. Son tres abuelas inquietas que vencerán al sistema, a su propia memoria y a sus achaques, con tal de descubrir la verdad.

Por: Romina Santopietro. Ilustración: Celeste Virasoro.

Esta semana estreno dibujito para la columna! :D

 

Siiri, Irma y Anna-Liisa son tres viudas de noventa años residentes en El Bosque del Crepúsculo, un centro privado de departamentos para la tercera edad de Helsinki. Más que un nidito acogedor para las personas mayores, la residencia resulta un lugar siniestro en el que los ancianos se ven privados de su identidad, rodeados todos los días por enfermeros vagos e inexpertos, y obligados a hacer gimnasia aunque no les guste, a asistir a conferencias que no les interesan y a tomar una gran cantidad de medicamentos prescritos por médicos a los que apenas han visto, y en ocasiones, ni siquiera eso.

 

Parece que para las tres amigas los días solo traerán partidas de cartas, viajes en tranvía y asistencia a funerales. Pero en la residencia se empiezan a producir unos misteriosos asesinatos… y nadie había contado con la curiosidad y el tiempo libre de unas inocentes ancianitas.

 

Siiri Kettunen tiene 94 años. Originaria de Helsinki, como generaciones de su familia. Trabajó durante décadas como mecanógrafa en el Instituto de Salud Pública. Dos de sus tres hijos han muerto. Le gusta viajar en tranvía, escuchar música clásica, leer libros en voz alta, ver la serie de Poirot e ir a la peluquería.

 

Irma Lännenleimu, 92 años. Fue profesora de canto y ama de casa. Tuvo seis hijos. Usa vestidos de color azul y luce a diario aros de brillantes, collar de perlas y pulseras doradas. Toma un whisky al día, por prescripción médica, siempre acompañado de la pastilla para la diabetes. Es curiosa y aparata.

 

Anna-Lissa Petajä, 93 años. Licenciada en filosofía, fue profesora de lengua. Delgada y alta, delicada. Cálida y divertida, valiente e impetuosa. Corrige las expresiones y el vocabulario de sus compañeros.

 

En “Tres abuelas y un cocinero muerto” Tero, el cocinero de la residencia, ha muerto, aparentemente se suicidó. Siiri le tenía mucho cariño y decide investigar, porque no cree que sea un suicidio.

 

Esta no es una novela policíaca en todo el sentido del género, sino una historia sobre la vejez. Sí, hay una muerte, un misterio y mucho humor, pero no alcanza a esconder una mirada real sobre el tema de la tercera edad.

 

Las tres nonagenarias Irma, Siri y Anna-Liisa, encantadoras, vitalísimas e inconformistas, provocan la ternura y el cariño del lector desde las primeras páginas de la historia. Tienen que luchar contra el sistema, su memoria, los achaques y los más jóvenes que no les tienen paciencia, pero nada de eso las va a detener en su afán de descubrir la verdad.

 

Precisamente, la ironía y el humor del que hacen gala las protagonistas servirá como vehículo para retratar una realidad demoledora, en referencia al cuidado de los mayores, que se presentan como los grandes olvidados de una sociedad apresurada en la que nadie tiene tiempo para atenderlos.

 

A pesar de que la autora, Minna Lindgren, ha sido calificada por la crítica como “la Agatha Christie finlandesa”, los libros no son exactamente un thriller, ya que las pesquisas de las nonagenarias son solamente una forma de mantener la tensión y darle vida al relato, según explica la escritora en una entrevista. “La trama también tiene que ir un poco más allá de si las ancianas se mueren o no se mueren”, asegura Lindgren.

 

La novela es la primera de la Trilogía de Helsinki, que continúa con “Tres abuelas y un joyero de ida y vuelta” (2014) y “Tres abuelas y un plan de sabotaje” ( 2015). Acá les tengo que confesar que la trilogía sólo se consigue en Argentina en formato digital. O al menos así la tengo yo.

 

Para leer tomando un tecito con miel, envueltos en los recuerdos de nuestros abuelos. En mi caso, en el perfume de Heno de Pravia, aroma que usaba mi abuela Vira. Y que perfectamente podría haber sido la cuarta abuela de esta saga.

 

 

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