Club de Lectura


Esta semana venimos con una novela que describe cómo el profundo deseo de conocimiento de un hombre definirá su historia.
Por: Romina Santopietro. Ilustación: Celeste Virasoro.

En una posada en tierra de nadie, un hombre se dispone a relatar, por primera vez, la auténtica historia de su vida. Una historia que únicamente él conoce y que ha quedado diluida tras los rumores, las conjeturas y los cuentos de taberna que lo han convertido en un personaje legendario a quien todos daban ya por muerto: Kvothe. Músico, mendigo, ladrón, estudiante, mago, héroe y asesino.

 

“He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos.
Me llamo Kvothe. Quizá hayas oído hablar de mí”.

 

La obra se desarrolla en un mundo fantástico y narra la historia de Kvothe (pronunciado “cuouz”), arcanista, asesino, enamorado, músico, estudiante y aventurero; y de cómo se convirtió en un personaje legendario. Usando el nombre de Kote para ocultar su verdadera identidad, regenta una apartada posada llamada Roca de Guía acompañado de su discípulo Bast. Un día llega Devan Lochees, un autor conocido como “Cronista” interesado en escribir las biografías de las figuras más importantes de su tiempo, quien intenta convencerlo para que revele su verdadera historia. Kvothe finalmente accede, con la condición de hacerlo en tres días.

 

“El nombre del viento” es el primer libro de la trilogía Crónica del asesino de reyes, constituye el día uno de esta narración, que en Argentina publicó Plaza y Janés.

 

Es un respetable libraco de casi 900 páginas. No salgan huyendo, ¡confíen un poco! El relato es verdaderamente atrapante. A menudo uno se olvida que tiene por delante todas estas páginas de vida del mago y asesino de reyes. La prosa y la dinámica son entretenidas y el relato no permite que el interés decaiga, lo que en semejante libro físico, es un desafío resuelto de manera magistral. Consejo: no lo lean en la cama. A mí me ha noqueado un par de veces, y no por un giro inesperado de la trama, sino por un cocazo inesperado del propio libro contra mi nariz. Casi un garrotazo de literatura al que hay que animarse.

 

Algunos críticos entusiastas compararon al autor, Patrick Rothfuss, con J. R. R. Tolkien y con George R. R. Martin. Paremos un poquito. Patrick es bueno pero la historia es completamente diferente a los universos creados por los dos autores con la doble R en el nombre. ¿Es una historia fantástica? Sí, indudablemente. Los personajes son contundentes, la curiosidad y el deseo de avanzar en la lectura no decaen. ¿Es una fantasía épica? No. Kvothe no persigue la gloria, no pelea contra el Mal, no desea conquistar un imperio. Tampoco hay dragones en la saga. El protagonista persigue el conocimiento. Quiere saber más. Y más. Y mucho más. Y eso es lo que lo mete en problemas siempre. Su voraz deseo de saber. Ah, encima se enamora.

 

Lo que Rothfuss sí comparte con George Martin, es su gracia de no terminar las sagas… Antes de escribir la tercera parte, se largó a hacer una historia tangente, de uno de los personajes secundarios de “El nombre del viento”. El libro, considerablemente más pequeño que sus antecesores es “La música del silencio”. La historia es protagonizada por Auri, uno de los personajes más queridos y enigmáticos de “El nombre del viento” y “El temor de un hombre sabio”, la segunda parte de la trilogía.

 

A ver: todo bien con que Auri tenga su libro. De verdad me encanta este personaje. Pero ¡terminame la saga, Pato! Estas cosas me sacan. Ya me terminé los tres libros, después me engancho con otra saga y ya no tengo más lugar en las bibliotecas. Ya nadie me quiere ayudar a mudarme, cuando me toca hacerlo. Me gritan desde atrás de las cajas con libros que porqué no me dediqué a coleccionar estampillas. Nadie me comprende. (suspiro y música de violines).

 

Para leer con tiempo y con un atril o en una mesa. En serio. Duele cuando los libros nos atacan porque tenemos muñecas débiles.

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