Club de Lectura


Esta semana venimos con una novela que retrata la persecución al deseo de saber y las pulsiones entre poderes en el siglo XVI: “Opus Nigrum”, de Marguerite Yourcenar.

Textos. Romina Santopietro.

Opus Nigrum, una vieja fórmula alquímica, significaba la fase de separación y disolución de la materia. Simbolizaba asimismo las pruebas supremas del espíritu en su proceso de liberación.

Al crear el personaje de Zenón, médico alquimista del siglo XVI (para el que se inspira en Paracelso, Miguel Servet, Campanella y un aspecto de la personalidad de Leonardo da Vinci), Marguerite Yourcenar no se limita a contarnos el trágico destino de un hombre excepcional.

Zenón y los personajes secundarios que lo acompañan en su atormentada existencia nos hacen revivir toda una época, perfectamente reconstruida, de un mundo en que se enfrentaban Edad media y Renacimiento.

Editada en 1968, “Opus Nigrum” cumple medio siglo de su publicación. Dividida en tres partes se enmarca en el siglo XVI.
Yourcenar dijo que mientras escribía la novela iba al museo de Bellas Artes en Bruselas a ver las obras de Jheronymus Bosch, el Bosco (1450-1516), y Pieter Breughel, el Viejo (1525-1569), que retratan en su cotidianidad y horror aquellos años del siglo de la intolerancia.

Dos personajes flamencos, ambos de la ciudad de Brujas, primos hermanos entre sí, dominan la escena de la novela: el poeta y soldado Henri-Maximilien, y sobre todo el alquimista, filósofo y médico Zenón: uno, “el aventurero del poder” y el otro, “el aventurero del saber”, quienes se querían bien entre sí, pero cuyos destinos sólo se unen luego de largos intervalos de tiempo. Si el sombrío Zenón es la figura más honda y compleja del libro, Henri-Ma-ximilien es el más querible y simpático.

Estudiante de teología en Lovaina en su juventud, nómada por décadas, podemos decir que el territorio de Zenón es toda Europa, pero el gran centro no está para él en París o Viena o Florencia, sino en la ciudad en que nace, el puerto flamenco de Brujas, de donde irradian oscuramente los hechos de la novela.

Ante todo su leyenda se crea por escribir libros sobre teorías y temas peligrosos que inquietan a la Iglesia y al Estado, lo que le trae la animadversión y después la persecución. En ese entonces, en un continente cerrado, ciertos libros podían ser más peligrosos que un ejército; algunos de los suyos eran quemados en la plaza pública. La duda de los dogmas, o al menos su apariencia, convertía a un hombre así, en un siglo turbiamente supersticioso, en algo como la imagen o la representación del diablo. A Zenón lo mismo se le acusó de ateo, de apóstata y de escéptico. Sin embargo, mucho de lo que Zenón deja sentir en el lector desde la segunda mitad de la novela es la fatiga y el desconsuelo de que tanto estudio no le lleve a saber, entre varias y variadas cosas, si hay Dios y si a fin de cuentas no da lo mismo morir por una u otra causa.

Yourcenar contó en 1980 a Matthieu Galey en el libro-entrevista Les yeux ouverts (Los ojos abiertos) en la novela no siguió modelos históricos, pero al ir escribiéndola encontró que algunas opiniones de Tommaso Campanella o de Giordano Bruno coincidían con las de Zenón, y que Erasmo de Rotterdam tenía analogías biográficas con él. Por su lado, si hubo, como lo imaginó en la novela, un parecido físico de alguien con Zenón, vino a encontrarlo casualmente en el palacio del Bargello florentino en un busto de Donatello (que acaso podría ser el mismo Donatello), es decir, un hombre de “constitución seca y nerviosa”.

Al terminar “Opus Nigrum” uno siente que desconoce un poco menos el alma del hombre y los hechos del mundo. Para leer y después rastrear los hechos históricos.

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