En esta nota encontrarás una serie de recomendaciones para detectar de forma temprana cuando se dan casos de bullying en las infancias y prevenir que los niños/as sean víctimas o responsables del mismo.
TEXTOS. Revista Nosotros. FUENTE: Fundación Sancor Salud.
En el marco del crecimiento de los casos de bullying durante los años de pandemia, se dan a conocer una serie de recomendaciones para concientizar y prevenir esta problemática que en el último año se duplicó y hoy aqueja a más de 12.000 niñas, niños y adolescentes por año, según el último informe desarrollado por la ONG Internacional «Bullying Sin Fronteras».
El objetivo de esta acción de concientización es informar a la comunidad y brindar herramientas a las madres, padres y adultos responsables para poder detectar de manera temprana cuando un niño/a forma parte de un caso de bullying tanto como víctima como perpetrador.
¿Qué es el bullying?
El bullying o acoso escolar es un concepto que engloba cualquier tipo de agresión constante de un niño/a o varios hacia otro/a. Las mismas pueden ser físicas o psicológicas, y se caracterizan por sostenerse en el tiempo de forma permanente y duradera, y dejar en la víctima huellas emocionales difíciles de sobrellevar. En su mayoría, los casos de bullying se dan desde sexto grado a quinto año del secundario.
¿Cuáles son los signos de alerta?
Los adultos responsables deben estar atentos a los signos de alerta que pueden indicar la existencia de este tipo de situaciones en los marcos sociales de los niños.
Signos de alerta en las víctimas:
– Cambios llamativos de comportamiento o humor. Contestan mal, se muestran ansiosos, sensibles e irritables. No quieren ir a la escuela, dejan de comunicarse en el hogar o responden con evasivas. Puede ocurrir que el rendimiento escolar baje abruptamente.
– Signos físicos. Presentan golpes, rasguños, moretones o arañazos.
– Síntomas psicosomáticos. Suelen manifestar dolores de panza, cabeza, mareos, diarrea, temblores, palpitaciones, tartamudeo, cambios en la alimentación y en el sueño (insomnio, pesadillas).
– Piden dinero a sus padres o comienzan a robarlo para dárselo al acosador.
– En casos muy graves, presentan ideas escapistas o de muerte.
Signos de alerta en el agresor:
– Falta de empatía. No son sensibles ante el sufrimiento de otras personas o animales.
– Son manipuladores, prepotentes o tienen afán de protagonismo y reaccionan con indiferencia cuando se los castiga.
– Poseen poca tolerancia a la frustración.
– Tienen baja autoestima, y por eso se contentan con someter a otras personas.
– En cuanto a las conductas familiares, suelen recibir una educación muy permisiva, con falta de límites y padres poco presentes.

¿Cómo actuar?
En caso de detectar un posible caso de bullying, la intervención es fundamental, para actuar antes de que el/la niño/a presente secuelas y un estrés postraumático. Según los especialistas, los adultos deben creer en las palabras de sus hijos/as y acompañarlos sin culpar a la víctima ni quitarle importancia al hecho. Dejar de naturalizar la violencia y creer que el acoso «te hace más fuerte».
¿Cómo se los puede motivar para expresar lo que sucede?
El bullying puede y debe ser prevenido y para eso hay que trabajar con los alumnos, las instituciones y los docentes. Pero de manera especial con los padres: debemos reconocer y escuchar a nuestros hijos, estar dispuestos afectiva y emocionalmente a contener su sufrimiento y ayudarlos de la forma correcta. Sin darnos cuenta solemos aconsejarlos con estrategias inadecuadas, como por ejemplo: «andá y golpealo»,»defendete», o «no llores por cualquier cosa». De ese modo los dejamos solos o incluso los re-victimizamos porque los enfrentamos a una situación que no pueden manejar.
¿Y con las escuelas?
Las instituciones y los maestros tienen que estar entrenados o por lo menos alertas ante este fenómeno. Cuando hay hostigamiento, hay un agresor, un agredido y una mayoría silenciosa, cómplice y pasiva; a veces son los mismos pares quienes no quieren meterse por miedo a convertirse en víctimas.
En otros casos son los docentes que no entienden, no se dan cuenta o no quieren hacerse cargo y miran para otro lado. O los padres, que en oportunidades no reconocemos o no sabemos cómo actuar frente al sufrimiento de un hijo. Lo adecuado es hacer campañas de prevención institucionales donde se trabaje en conjunto para concientizar y brindar estrategias o herramientas para prevenir o disminuir el acoso escolar.
¿Cualquier niño puede ser agresor?
No existe un cuadro psicopatológico particular, no es una enfermedad, pero en general el agresor de alguna manera es víctima del sistema; también se siente afuera y muchas veces utiliza esta situación de mayor poder sobre otro para destacarse, hacerse notar o ganar seguridad. En general son chicos con algún tipo de dificultad social o distorsión cognitiva, es común que carezcan de una empatía a nivel emocional lo que les impide conectarse con el sufrimiento que están generando.
¿Cuándo tomó mayor relevancia esta temática?
El bullying no es un fenómeno nuevo. De hecho muchos padres con hijos afectados recuerdan haberlo sido o haber presenciado casos de abuso emocional entre pares. Sin embargo, hoy es mayor el nivel de información en la sociedad. Hay más conciencia a partir de casos trágicos que trascendieron tristemente; hemos pasado de verlo de forma natural o con humor a tomarlo en serio y darnos cuenta que implica un nivel de sufrimiento muy alto.
Para hacerle frente a esta problemática, es necesario que los adultos soliciten la asistencia psicológica de profesionales especialistas en la materia. El Ministerio de Educación de la Nación puso a disposición una línea telefónica gratuita «Convivencia Escolar» (0800-222-1197) para orientar a padres, docentes o cualquier persona que detecte un caso de bullying.