La celebración de la Navidad, que en distintos lugares del país adquiere tonalidades locales, como en la puna jujeña, La Rioja o Santiago del Estero, se remonta al siglo II en el Viejo Continente con solemnes fiestas, aunque recién fue instituida por la Iglesia después del siglo IV, mientras que en América la colonización española introdujo estos festejos.
Por Marta Gordillo.
«La Navidad se celebra en todo nuestro país con algunas particularidades regionales y locales, como en La Rioja donde se distinguen las ‘pacotas’ que son grupos de personas que van a los pesebres a cantar para el ‘niño Dios’ al son de la ejecución de sus instrumentos; o en la puna jujeña, escenario de un complejo y rico entramado ritual que está arraigado en la cotidianeidad de la vida de sus habitantes».
Así se expresó María Azucena Colatarci, especialista en folklore, docente universitaria e investigadora de los sistemas de creencias y la religiosidad tradicional y popular.
Al referirse al origen de las representaciones de la Navidad, la especialista destacó que fue el Papa San Telésforo quien estableció en el siglo II, entre el 128 y el 139, las solemnes fiestas de la Natividad, en un principio movibles, que finalmente se declararon fijas en el siglo IV, tomando como fecha inmutable la noche del 24 al 25 de diciembre de cada año.
«Y fue la teatralización que San Francisco de Asís hizo en 1233 en el Bosque de Greccio la que le dio mayor impulso hasta cristalizar en forma definitiva en el siglo XVIII y, a partir de ese momento, extenderse a través del tiempo y del espacio», narró Colatarci.

La especialista en Folklore y doctora en Letras, Olga Fernández Latour, precisó que «hay referencias históricas de que en la Edad Media había grandes libertades en los templos. Por tanto, es muy probable que los Papas eligieran el 25 de diciembre para conmemorar el nacimiento de Jesús con el fin de que los fieles cristianos se apartaran de las celebraciones paganas del solsticio de invierno», entre el 17 y 23 de diciembre.
«La Navidad venía así a ocupar el lugar que todavía llenaban esas fiestas saturnales y otras propias del invierno en Roma», dijo Fernández Latour al referirse a una de las festividades populares más encendidas, en las que los roles sociales se invertían y lo prohibido era permitido.
En América, la festividad adquiere características particulares en cada país, pero conservando el carácter del calendario cristiano y manteniendo muchos elementos comunes como el árbol de Navidad, el pesebre, las coronas de adviento, el canto de villancicos, procesiones, la misa de Gallos.
Colatarci habló de la ‘Navidad profunda’ al referirse a las prácticas de la religiosidad tradicional que siguen realizando los pueblos y destacó que «considerar la Argentina profunda en términos socio culturales es también reflexionar acerca de esos modos culturales que suelen presentarse de diversas maneras a través de los medios de comunicación de una forma casi impresionista, por no decir pintoresca».
«O incluso -añadió- en algunos casos, como vestigios de algo que se podría perder, sin adentrarse en la perspectiva de quienes tienen esas prácticas sin lograr atisbar, al menos, su sentido profundo en el contexto de la cosmovisión de las personas en su conjunto».
La experta hizo especial hincapié en la Navidad que se celebra en valles, quebradas y punas del noroeste argentino, y destacó algunas de esas tradiciones como «la costumbre de erigir nacimientos, que se arraigó desde antiguo y que se mantiene hasta el presente».
«Es así que a partir del análisis de materiales de campo de primera mano colectados en las punas y quebradas salto-jujeñas, se elaboró una tipología de pesebres, de acuerdo con ciertas características», dijo y mencionó los pesebres públicos, que se realizan en las iglesias o plazas, y que pueden ser estáticos o vivientes, y los privados, en casas u oratorios que a la vez pueden ser íntimos o de puertas abiertas.

En este marco, se refirió a las ‘adoraciones’ al hablar de las danzas y juegos ceremoniales de la Puna; «son expresiones coreográficas, en general a cargo de niños, que se realizan a partir del 24 de diciembre a la noche, en honor a dios hijo recién nacido», precisó.
Estas adoraciones abarcan los «trenzados» que es un baile de cintas que penden de un palo, que se trenzan y destrenzan al son de villancicos, y hay otras que son los serpenteos, avances, retrocesos y genuflexiones que se realizan frente a los pesebres, acompañando pequeñas columnas procesionales que llevan imágenes de Jesús.
«Las adoraciones del tiempo navideño, que son parte de nuestra Navidad Profunda, son una clara muestra de la síntesis entre lo universal y lo particular, con plena vigencia en la puna jujeña», enfatizó la especialista.