A fines de 1926, Gaspar Silva (22) y Juan Carlos Roldán (19) tenían el propósito de unir Santa Fe-Valparaíso, quizás deseando inconscientemente «torcer» el cauce natural del río Paraná y llevarlo hacia el océano Pacífico. Aunque había un plan establecido: recorrer 4200 kilómetros en 75 días, el entusiasmo y el método propio de una proeza deportiva.
TEXTOS. Mariano Rinaldi. FOTOS. Archivo El Litoral.
Los raidistas santafesinos Gaspar Silva y Juan Carlos Roldán partieron de la Plaza de Mayo de nuestra ciudad, frente a una concurrencia de vecinos y una despedida íntima con sus familiares. Tomaron calle San Martín, luego Boulevard Pellegrini y de allí hasta la vecina ciudad de Rafaela, primera parada de un largo viaje. Ellos deseaban llevar la representación del deporte santafesino al mundo.
El ciclismo a principios del siglo XX era una disciplina fuertemente popular y de identificación masiva con sus corredores. A la vez, el hecho de unir dos territorios nos habla de fuertes y persistentes vínculos sociales más allá de las establecidas fronteras nacionales.
El amateurismo deportivo de estos sportman locales era condición sine qua non de la época, apreciado y bien visto por la opinión pública. Algo que definitivamente irá cambiando gradualmente con el correr del siglo XX. Aunque por aquellos años Silva y Roldán debieron costearse ellos mismos su proeza.

El ciclismo argentino estaba dando sus primeros pasos, recién en 1924 se correría en Buenos Aires, organizado por el Club Deportivo América, el campeonato de ciclismo denominado «Campeonato Social de resistencia», esta carrera servía para seleccionar a los socios de este club que luego correrían el campeonato argentino organizado por la Federación Ciclista Argentina.
El mayor desafío que tenían Silva y Roldan era atravesar el desierto arenoso en la provincia de San Luis, trayecto que decidieron cruzar de noche. Debemos tener en cuenta que, para la década del veinte, todavía no estaban construidas muchas de las rutas nacionales que permitieron las carreras ciclistas más conocidas, como aquellas que protagonizaron los prestigiosos ciclistas argentinos conocidos como los hermanos Saavedra entre 1930 y 1955. Por lo tanto, los santafesinos Silva y Roldan fueron verdaderos pioneros deportivos.
El cruce del macizo andino fue una travesía por sí misma, en la que los ciclistas estuvieron varios días y comenzaron desde el Paso de Uspallata. Silva era el conocedor y estudioso de la geografía andina, incluso uno de los deseos de este santafesino era comprobar ciertos detalles históricos del cruce de los Andes protagonizado por el General San Martín. Esgrimía él a los periodistas deportivos del diario El Litoral: «Llevo el postulado de Alem ‘romperse, pero no doblarse’, lo llevo en mi frente».

APOSTILLA DE UN FINAL INESPERADO
Los ciclistas contaban con el apoyo popular en donde paraban a descansar y comer. Las autoridades de clubes e intendentes de las distintas localidades le brindaban lo necesario a cambio de una conversación. Generalmente los escoltaban con automóviles y bicicletas, durante una parte del tramo, desde la salida del pueblo, cada vez que decidían recuperar energías en sus cronometradas paradas obligadas.
Sin embargo, en la frontera de los dos países pasó algo totalmente imprevisto. Los ciclistas santafesinos no pudieron ingresar a territorio chileno por no poder abonar en la aduana el importe en dinero por el impuesto a sus bicicletas. Así, el raid cambió amargamente de destino: «Las Cuevas-Santa Fe»; aunque desde donde se encontraban solo restaban 185 kilómetros para llegar a Valparaíso.

Roldán decía en un telegrama a la sección deportiva de El Litoral: «El cruce de la cordillera de los Andes desde Mendoza hasta las Cuevas fue el trayecto más riesgoso, debido al empedrado, a Puente del Inca llegamos sin zapatillas y con los pies lastimados (…) dormimos en vagones abandonados y tomamos mate cocido cuatro días seguidos».
La prueba y la travesía fue todo un éxito y los laureles estaban asegurados para estos temerarios santafesinos. A días de haber retornado a Santa Fe, los ciclistas que no habían recibido estímulo material, ni ayuda de ningún tipo, propio del amateurismo que los caracterizaba, fueron motivo de una compensación que se organizaba a través de una colecta llevada adelante por las autoridades del Ciclista Moto Club Santafesino, que buscaba reparar de alguna forma su apatía inicial.
Sin embargo, los ciclistas se negaron a recibir cualquier tipo de compensación y presentaron su renuncia al Círculo Moto Club Santafesino. Dejando asentado su rechazo en una carta que publicó El Litoral días después: «Si tan bien inspirada estaba esa comisión directiva ¿Por qué motivo dejo pasar la ayuda cuando más la necesitábamos? Ahora ya estamos reincorporados a nuestro hogares, desconfió de nosotros antes de emprender el raid, en lugar de alientos cosechábamos desilusiones».
Desde el diario El Litoral compartimos fotografías de los ciclistas y los titulares de la sección deportiva del vespertino santafesino.
