Dos lectores


Textos. Miguel Ángel Gavilán.

Leopoldo Chizzini Melo nació en Gualeguay, Entre Ríos, el 30 de abril de 1913. Estudió abogacía en la Universidad Nacional del Litoral y ejerció varios cargos públicos, la mayoría relacionados con educación. Escribió para el diario El Litoral y participó como guionista de programas radiales en LT9 y LT10. Tuvo una presencia importante en dos fundaciones: la de ASDE (Asociación Santafesina de Escritores), en 1955 y la del grupo «Espadalirio», en 1945. Espadalirio, junto con Adverbio y Apertura, componen los tres grupos fuertes de la movida literaria que se dio en Santa Fe capital en el siglo XX. En otra entrega volveré a «Espadalirio» pero vale adelantar que dos poetas influyeron directamente en el planteo estético del grupo: García Lorca y Neruda. Sus producciones estaban conducidas por un fuerte compromiso social trasmitido a través de un cuidado formal y estético riguroso. Pero además este grupo buscó en el entorno, en el paisaje y en la vida de su gente, un contexto adecuado para construir la denuncia. En el caso específico de Chizzini Melo su trabajo se centró en la niñez desvalida, las vivencias melancólicas y los triunfos menores de esos «chiquilines» costeros, como los llamó Luis Di Filippo hablando justamente de uno de los libros de Chizzini, que con enorme ternura van asimilándose a la parte perdedora de un medio mayoritariamente hostil.

A Chizzini Melo se lo recuerda por dos libros fundamentales: «Los obscuros remansos» (1947) y «Tacuara y Chamorro» (1957). Este último trabajo fue material de lectura durante años en las escuelas santafesinas. En 1967 el director Catrano Catrani llevó al cine los cuentos del autor bajo el título «Tacuara y Chamorro pichones de hombre». Las bucólicas imágenes de una niñez aventurera que, en su inocencia, se enfrasca en verdaderas epopeyas domésticas, aparecen enmarcadas en el paisaje de la costa corondina. Allí dos niños sobreviven entre picardías, hambrunas y calores de siesta, a las traiciones y los embates del mundo adulto que, más temprano que tarde, clausurará la inocencia para siempre.

Chizzini Melo fue un enorme narrador. Para mí lo mejor de su obra está en «Los obscuros remansos». Ahí desarrolla los tópicos que van a marcar su cuentística para siempre: las orillas, el orden policial irrumpiendo en una realidad donde las leyes que la rigen son otras, la brujería, lo esotérico, las competencias imposibles entre adultos y niños, la migración de los hombres de la costa hacia la ciudad en busca de un mejor porvenir. Los que se acerquen a este escritor santafesino casi olvidado, lean «Paraíso», uno de los cuentos más bellos de la narrativa local. Paraíso es una leyenda pero también hay algo de premio, castigo y de premio final para esa mujer que no fue dueña de su cuerpo nunca y que, finalmente, ante la tragedia de perder toda su familia, y de perderse ella misma, regresa en árbol a la vida.

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