El legado de Gloria Vanderbilt


La reina de los jeans en los años 70, Gloria Vanderbilt murió a los 95 años. Icono de moda y socialité, fue heredera de una de las familias más poderosas de Estados Unidos.
Textos. Georgina Lacube.

El pasado 17 de junio se conoció la noticia de la muerte de la diseñadora de moda neoyorquina Gloria Vanderbilt a causa de un cáncer de estómago. La multifacética mujer, célebre entre la clase alta neoyorquina, falleció en su casa junto a sus familiares y amigos. Así lo anunció su hijo, el conocido presentador de la CNN Anderson Cooper, que destacó que “ella amaba la vida y la vivió con sus propias reglas”.


“Era artista, pintora, escritora, diseñadora y empresaria, pero también una destacada madre, esposa y amiga”, precisó su hijo en la entrevista emitida por el canal de televisión, con sede en Nueva York, del cual es uno de los principales rostros.


Su vida fue novelesca. Nació en Nueva York en 1924, pero creció en Francia, donde se mudó su madre tras el fallecimiento de su padre, alcohólico, muerto por cirrosis, cuando solo tenía 18 meses de vida. Su progenitor fue, nada menos, que el heredero del magnate del sector del ferrocarril Reginald Vanderbilt, por lo que, siendo una beba, Gloria heredó un fideicomiso de US$ 2,5 millones -equivalentes a US $37 millones actuales-, que no podía tocar hasta cumplir 21 años. En cambio, quien sí podía disponer de parte de ese dinero era su madre, una bon-vivant que se dedicó a gastar durante años parte de esa herencia (podía retirar unos US$ 50.000 anuales), y que dejó a Gloria al cuidado de una niñera.


Desde entonces el mundo puso el foco en ella. Los diarios la llamaban la “pobre niña rica” porque se tuvo que criar prácticamente sola. Esto desató la ira de su tía Gertrude Vanderbilt, quien emprendió una batalla legal por su custodia en lo que fue el caso más resonante de la época. Luego de varias idas y vueltas, la tía dejó al descubierto las escapadas de la madre y obtuvo la custodia de Gloria.


El caso fue llevado a la televisión por la NBC en 1982, en una serie titulada “Little Gloria… Happy at Last” (La pequeña Gloria… Por fin feliz), que fue nominada a seis premios Emmy y a un Globo de Oro.


Vanderbilt creció en las mansiones de su tía en Nueva York y Long Island, con sirvientes, choferes, abogados, tutores, escuelas privadas y viajes al extranjero. Aun así, siempre quiso hacer algo con su vida. Por eso, buscó su realización como artista, diseñadora de moda, poeta, dramaturga y actriz de teatro, cine y televisión. Durante esa etapa, mantuvo romances con personajes legendarios, como Errol Flynn, Gene Kelly y Howard Hughes.


“Cuando era adolescente, intentó evitar el foco de atención, pero los reporteros y los cámaras la seguían a todas partes”, explicó su hijo, que dijo que su madre “estaba decidida a hacer algo con su vida, a hacerse un nombre a sí misma y encontrar el amor que tan desesperadamente necesitaba”.


En todo ese trayecto, acaparó la prensa sensacionalista con sus divorcios escandalosos y romances del jet-set.

Madre de cuatro hijos y esposa de cuatro maridos -Cooper es hijo del cuarto-, a Vanderbilt se la asoció con la elite del siglo XX, como el actor Marlon Brando, el cantante Frank Sinatra o el escritor Roald Dahl.


Algunos de sus prestigiosos amigos eran Charles Chaplin, Diane von Furstenberg, Bobby Short y Truman Capote, quien según se dice se inspiró en ella para crear el personaje de Holly Golightly en su famosa novela de 1958 “Desayuno en Tiffany’s”. A lo largo de su vida, nunca dejó de aparecer en las columnas de sociedad y en las listas de las mujeres mejor vestidas de Estados Unidos.


La vida de Vanderbilt comprendió desde las pasarelas, los sets de televisión y los escenarios del teatro, hasta las exhibiciones de arte. Su nombre, muy reconocido, fue también el de ocho perfumes que la firma L’Oreal lanzó al mercado entre 1982 y 2002.


Se casó y divorció tres veces: primero con un golpeador, luego con el director de orquesta Leopold Stokowski, que tenía 42 años más que ella y estaba más preocupado por su propia carrera, y finalmente con el excelso director de cine Sidney Lumet. Con Stokowski tuvo dos hijos varones, y otros dos con su cuarto esposo, Wyatt Cooper, con quien no llegó a separarse ya que murió en 1978, a los 50 años, y la dejó viuda. Uno de ellos, Carton Cooper Vanderbilt, cayó al vacío desde el penthouse del piso 23 de su madre en Manhattan. Según relataría Gloria más tarde, el joven se había colgado de la cornisa de la terraza y, a pesar de los ruegos de su madre, se soltó y cayó al vacío.


Lo que la lanzó verdaderamente a la fama fue su faceta como diseñadora de ropa, especialmente por los jeans de su marca homónima, cuya firma estampaba en la parte trasera.


El proyecto surgió a mediados de la década de 1970, en un momento en que Levi’s, Lee y Wrangler eran los referentes en vaqueros para hombres. En ese contexto, el empresario de la indumentaria Mohan Murhani la contrató para que promocionara esos pantalones con su nombre bordado en el bolsillo trasero, así como el cisne en el bolsillo monedero delantero, que ella publicitó en memorables campañas televisivas y en apariciones públicas en todo Estados Unidos. En este sentido, fue la pionera de una tendencia que luego se afianzaría: usar un apellido famoso para promocionar ropa de diseño. Y hasta se la consideró como la primera diseñadora de jeans del mundo.


En cuanto a las cualidades de sus diseños, se destaca el buen calce de sus jeans, desarrollados para contener la silueta femenina y realzar sus atributos. Además, tuvo buen tino para las estrategias de marketing, ya que fue una de las primeras empresarias en promocionar sus creaciones en espacios como micros y teléfonos públicos, además de la televisión. Lo particularmente fascinante de Vanderbilt es que durante las décadas de 1970 y 1980, la llamada “reina de los jeans” hizo todo lo que hacen los influencers en las redes sociales de hoy en día en cuanto a crear una marca, promocionarse y vender sus productos.


Gloria Vanderbilt Jeans rápidamente se convirtió en un negocio que llegó a facturar US$100 millones anuales, al que se sumaron líneas que incluían polleras, pulóveres, camperas, ropa de cama y perfumes. Tras años de vivir del dinero heredado, Gloria finalmente obtenía parte de las ganancias y un cuantioso ingreso propio: solo en 1980 embolsó US$ 10 millones.

Wyatt Cooper and Gloria Vanderbilt (Photo by Ron Galella/Ron Galella Collection via Getty Images)


Durante mucho tiempo, los jeans ajustados de Vanderbilt eran los que toda mujer quería usar. Justamente, ese fue su gran mérito: transformar una prenda de trabajo en una codiciada pieza de alta moda. Sus allegados sostenían que eran “revolucionarios y glamorosos”, estaba al nivel de Halston y de diseñadores de alta gama, y convirtieron a la diseñadora en una estrella de la moda. Mucho llegaron a usar sus jeans para ir elegantes a Studio 54.


Más allá del denim, Vanderbilt también fue conocida por explorar su propio estilo excéntrico y sus gustos como diseñadora. Basta con remitirse a los artículos de su vestuario personal que donó al Museo FIDM en 1995, entre los cuales contaba una bata japonesa color rosa claro del año 1900 (que usaba en su casa), y un vestido blanco de gasa, estampado con rosas y con cuentas, de los años 70. También donó dos vestidos de noche Mainbocher, con cintura alta y mangas de tres cuartos, que se supone utilizó como prendas de maternidad en la década de 1960, cuando estuvo embarazada de dos de sus hijos, Wyatt y Anderson. Según el sitio web del Museo FIDM, un vestido está confeccionado con un brocado de seda blanco plateado, y el otro con un corte de terciopelo verde. Además, donó un vestido lavanda con un canesú de flores de Bergdorf Goodman, hecho a medida alrededor de 1950, que resume la visión ecléctica y artística de su vida en la moda.


“Ella realmente amaba jugar a vestirse. También podía ponerse mucha joyería ostentosa. No tenía miedo de comunicar mediante la ropa. Ella no era básica ni aburrida, sabía cuándo usar algo básico, pero nunca se veía aburrido”, revelaron sus seres queridos.

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