El diario cumple, el 7 de agosto, 100 años de vida. Son, en tiempo cronológico, cien años de historia. Pero también, son cien años de anécdotas: esas mismas que se escriben con personas, con sus infinitas, sutiles y a veces inefables relaciones. Algunas de esas historias forman parte del entramado profundo de eso que los santafesinos conocemos como “El Litoral”: el sitio que elegimos -desde hace un siglo- para informarnos, para saber, para decir y proponer, para escuchar… Compartimos algunas de esas historias con el presidente de su Directorio, Nahuel Caputto.
Textos. Guillermo Dozo y Néstor Fenoglio. Fotos. Archivo El Litoral.
Creer que además de historia se trata de historias, es parte medular de lo que sostiene Nahuel Caputto, presidente del Directorio de El Litoral: “el principal capital del diario es humano; es todo el diario, pero podemos concentrarlo en la redacción, es decir, ese grupo de personas que tiene una verdadera red de relaciones en toda la región, un ida y vuelta constante que luego se traduce en noticias”.
– ¿Qué recuerdos tenés del diario, en tu infancia?
– El Litoral siempre fue el lugar donde laburaban mis viejos. Históricamente. De chico era muy difusa la cosa. De hecho, tengo recuerdos de mi mamá (María Alejandrina Argüelles) en El Litoral y de mi viejo (Ranwell Caputto) en La Tribuna de Rosario: y mi abuela también en El Litoral. Eran las tres personas que estaban en el diario. Y a medida que fui creciendo fui viendo a otros parientes. Que siempre fueron parientes, pero a quienes los fui reconociendo luego. Tengo el recuerdo de Smiles (Enrique “Henry” Smiles fue un histórico secretario de redacción), en la redacción vieja de calle San Martín al 2.600, o de irla a buscar a mamá o esperarla a mi abuela.
– Ese diario de calle San Martín, que tenía varias habitaciones donde funcionaban las diferentes secciones. Y la impresora, la imponente Marinoni…
– ¡Claro! Me acuerdo del calor del lugar donde fundían el plomo. Yo era muy chico entonces, pero me acuerdo. También tengo muy presente cuando se mudó el diario a 25 de Mayo, en el 85.
Después tengo algunos recuerdos particulares. Me acuerdo del mundial 78, de haberlo visto en un televisor en un cine, y me acuerdo porque mi viejo armaba eso. También mezclo recuerdos de La Tribuna (a ese diario se lo venden a mi abuelo, que vende un campo para comprarlo, y en realidad fue casi una estafa, porque el diario era inviable; pero mi abuelo había dado su palabra y sigue adelante y metieron allí un montón de plata que perdieron porque nunca logró arrancar. Mi viejo se hizo cargo de La Tribuna con buena parte de mi familia que se muda a Rosario), de donde sacábamos lingotes de plomo. Por eso, cuando pienso en el diario, pienso en los dos porque para mí estaban mezclados.
– Y hay que sumarle la quinta de Sauce Viejo…
– Mis mundos eran el diario de calle San Martín, la Tribuna de Rosario y la quinta de Sauce Viejo, una unidad que en mi cabeza eran “el diario”, una unidad indisoluble. La quinta de Sauce Viejo, porque iban allí todos los que trabajaban en el diario. Era el lugar más humano: se pescaba, se comía, se tomaba, se charlaba…
También me acuerdo de algunas personas. De Jorge Burguener (diagramador, ilustrador, artista plástico), el loco tenía esa cara tan particular, esos pelos; de la gente que trabajaba con mi mamá: Alicia de las Casas, Graciela Daneri, Anita Caputto. Yo tenía 12 años, todos me besuqueaban. En la redacción de principios de los 80, había muy pocas mujeres. Y estaban Smiles (redacción) y Héctor Yappert (contabilidad), y eran mundos distintos. Smiles era la redacción, junto con Alicia de las Casas, Jorge Reynoso Aldao, Graciela Daneri… era el mundo de mi mamá; Yappert era el mundo de mi abuela; el Negro Romero, el mundo de mi viejo. Y esos mundos no se tocaban.
Alemania, un antes y un después
Nahuel Caputto hace un viaje de intercambio hacia Alemania. Con 16 años, va al Gimnasium, el secundario alemán y ese contacto con el primer mundo le permitió una temprana toma de conciencia de otra forma de vivir. Al regresar, de alguna manera ya era “otra” persona y muchos de esos aprendizajes le sirvieron para ir construyendo poco a poco la agencia Arcadia, que fundó con solo 23 años.
– Contanos cómo fue esa experiencia en Alemania…
– El viaje a Alemania para mí fue totalmente relevante, porque la diferencia que había entre el primer mundo y nosotros en ese momento era abismal. Estamos hablando del año 1991. Ahora las comunicaciones acortaron mucho esa brecha, pero en ese momento eran mundos muy diferentes.
Fue ver un mundo distinto. Allá fui al Gimnasium. Y se estudiaba mucho. Ahí está la diferencia. Los chicos eran unos aviones. ¡En todas las materias! Allá la primera pregunta me la hicieron en la clase de música. Recuerdo el diálogo como si fuera hoy:
“- Usted, ¿qué instrumento toca?
– Flauta o tonete…
– ¿Qué instrumento de orquesta?
– No. Nunca vimos en Argentina un instrumento de orquesta en el colegio.
– ¿Cómo? ¿Cuarto año y nunca tocó un instrumento de verdad?
– No, flauta dulce y tonete.
– Si quiere asistir asista, pero no puede tocar en la orquesta y la clase de música es tocar en la orquesta”.
Pero eso, que es una anécdota, ilustra y forma parte de un mundo totalmente distinto al nuestro, un mundo donde todo funciona, lo estándar es que las normas se respeten, el sistema apunta a la responsabilidad, es otra idiosincracia.
– De todas maneras, esa experiencia te marcó bastante.
– Es que ves que las cosas pueden funcionar basadas en la confianza y no en el castigo. Vi un sistema muy distinto al nuestro y que funcionaba y lo hacía bien. Es interesante ver que en un lugar premian al que le va bien. Y si te va bien, te va a ir mejor. Y si te esforzás, te lo van a reconocer.
De regreso
Nahuel Caputto, incluso contra la historia familiar, “no se veía trabajando en El Litoral” a su regreso de Alemania y tras completar el secundario.
– ¿Cómo fue tu “reinserción” en Santa Fe? ¿El diario era para vos una alternativa de desarrollo, de trabajo?
– La verdad yo no me veía en el diario. Mi primer laburo fue en Alemania. Y cuando volví acá, tampoco me acerqué al diario: empecé a trabajar en Internet con mi viejo. Y después derivé hacia la consultora Arcadia. Año 1996, yo tenía 23 años. Cuando llegué traté y tratamos todos los días, de replicar ese sistema en Arcadia.
Porque cuando vuelvo al diario lo veo desde otro lugar. Empiezo a interactuar con el diario de otra manera. Yo ya era dueño de la agencia y entonces tengo un contacto más profesional, menos familiar, aunque toda la familia seguía adentro.
El diario, ese diario, era en ese momento Susana Bachini, “Cuchi” Lilia Caputto, Néstor Vittori, Manuel Vittori, Silvia Villaggi de Vittori, otros actores. La redacción era completamente distinta. Estaban también ustedes -los autores de esta nota- por supuesto, Enrique Butti, Teresa Pandolfo… Pero ya era una redacción totalmente distinta.
Resumiendo: vuelvo, me puse a trabajar con mi viejo y eso no resultó fácil, porque nunca es fácil trabajar con tus padres. Luego, claro, al tener una consultora y una agencia de publicidad, la relación con el diario es obligatoria. No era un sueño para mí trabajar en el diario. Pero por supuesto, el diario siempre estuvo allí como una referencia ineludible.
– Mucho más ineludible desde que asumiste como Director, en un contexto difícil… Es historia reciente, pero también esencial en este siglo del diario.
– Fue un desafío, sí. Primero asumí como uno de los cuatro gerentes. Y hace dos años y fracción, cuando nos hicimos cargo de la presidencia del diario, bajamos un listado de más de sesenta acciones que debíamos ejecutar, de las cuales implementamos de inmediato -a los tres meses- unas cincuenta. Pero en ese tiempo se habían generado otras ciento quince acciones más a cumplir. No pudimos ejecutar todas, pero fue muy fuerte lo actuado en ese primer trimestre.
Me apoyé mucho en la gente que conocía. Dentro y fuera del diario. En general, todos entendieron que nos jugábamos cosas importantes y hubo una gran colaboración y yo sentí que empujábamos, cada cual, con su aporte, algunos más y otros menos, para el mismo lado. Hoy cumplimos cien años. Y en todo este tiempo, es la gente la que define todos los días, día a día, la continuidad de esta empresa.
VECINOS
Salvador Caputto fundó el diario El Litoral un 7 de agosto de 1918; se sumó luego Pedro Vittori y desde allí, las dos familias dirigieron los destinos de la empresa. Dos apellidos conocidos de la capital provincial. Esa proximidad, ese carácter de vecinos, fue una marca también de pertenencia para la firma. Hoy, el diario es presidido por Nahuel Caputto (que pertenece a la cuarta generación), pero todavía trabajan aquí Gustavo y Néstor Vittori (tercera generación); Ranwell, Federico y José Caputto, Jose Lina Pilatti, José Bartés, Juan y José Vittori (todos de cuarta generación) y Soledad Vittori y Sayi Caputto (quinta generación).
FESTEJOS
A lo largo del año hubo y habrá una serie de acciones destinadas a recordar el siglo de vida de Diario El Litoral. Sin embargo, los festejos centrales se darán en esta semana que comienza. Uno, más íntimo, en la Redacción de El Litoral, el martes 7; y otro, público, con 1.500 invitados, el viernes 10, en La Redonda.
Se destaca también la publicación de un libro -“Sin cargar tintas”- con la historia del diario; así como múltiples participaciones en eventos locales y regionales, acontecimientos deportivos, culturales, sociales para todos los públicos de El Litoral y sus productos.
Habrá finalmente varios reconocimientos locales, provinciales y nacionales, como el premio Alberdi otorgado por la Cámara de Diputados de la Nación y el premio Sarmiento, el más alto reconocimiento concedido por el Senado Nacional. Además, se inaugurará un monolito en memoria de estos 100 años en la tradicional esquina de 25 de Mayo y Bulevar.