Vivimos tiempos disruptivos donde, entre otras cosas, cambian los hábitos y modos de ser. En este marco, el minimalismo se afianza como una opción para simplificar la vida y, por qué no, hacerla más amena.
Texto. Georgina Lacube.
«A primera vista, el minimalismo consiste en vivir con menos posesiones materiales. Pero no como un fin en sí mismo, sino para hacer la vida más liviana, flexible y orientada a objetivos definidos. En definitiva, una vida más simple pero con propósito. Sus beneficios son múltiples y variados, pero los más tangibles son los económicos. No porque uno se restrinja los deseos de comprar, sino que se hace de forma mucho más consciente y por lo tanto no es fácil caer en tentaciones y compras impulsivas. Asimismo, tener menos también hace que necesitemos menos espacio y obviamente esto entra en juego al evaluar una vivienda para comprar o alquilar. No sólo bajan los gastos en estos aspectos, sino también de equipamiento y mantenimiento de la propiedad. Con respecto al uso del tiempo y energía que dedicamos a la limpieza, orden y mantenimiento de nuestras posesiones, se reducen considerablemente, lo que hace que podamos invertirlo en lo que realmente es importante para nosotros, viendo con mucha más claridad las prioridades», explica Laura Escobar, fundadora de Ordenizarte y Consultant Trainee del Método KonMari® de Marie Kondo.
Muchos coinciden en que la acumulación de objetos no conduce a la felicidad y el consumismo desmedido muchas veces es producto de un faltante emocional en nuestras vidas. «El hecho de consumir cosas materiales de manera agresiva y acumuladora es la punta del iceberg ya que en la base el problema está claramente conectado con alguna emoción, sentimiento o situación vivida no resuelta por el ser humano. El materialismo está arraigado a un sentimiento de constante insatisfacción. Una vida más simple puede bajar el nivel de estrés y ansiedad que sufre una persona cuya su vida es controlada por la compra de cosas materiales. Una vida más simple nos lleva a frenar, disfrutar y ser más agradecidos», aporta Stephie Bacque, Health Coach (@stephiebacqueok).
Las cosas importantes
Despedirse de todas las personas y cosas que no son importantes para uno, invertir en salud, disfrutar del momento y priorizar experiencias a pertenencias son algunas de la claves para iniciarse en este movimiento, que en el mundo ya tiene adeptos como Julia Roberts, Matthew McConaughey, Halle Berry, J.K. Rowling, Lady Gaga y Keanu Reeves. Pero también por Ryan Nicodemus y Joshua Fields Millburn, ideólogos en Estados Unidos del movimiento minimalista, mentes pensantes tras la web theminimalists.com (en la que ofrecen toda la información sobre este movimiento), y partícipes destacados de «Minimalismo: las cosas importantes», el documental que lleva tiempo en Netflix pero que, en las últimas semanas, se ha vuelto viral en las redes sociales.
Así las cosas, la reflexión que cabe hacernos es: ¿por qué anhelamos tantas cosas? «Mucha gente le da valor sentimental a las objetos y se olvidan de que lo valioso son las vivencias, experiencias y memorias. Es importante sacar una foto o filmar un video pero más aún es el hecho de vivir y estar presentes con todos nuestros sentidos en el momento cuando queremos apreciar algo. Cada instante es eso, un momento, que no se repetirá y por más que lo recordemos con fotos o videos, nadie nos quitará el sentimiento de haberlo disfrutado con todos nuestros sentidos», detalla Bacque.
Sin duda, la principal consecuencia de acumular pertenencias es «que nos distrae de lo que realmente es importante en nuestra vida, eso bueno que no deja que valoremos. Lo que hace es tapar problemas que no queremos ver y afrontar. Por eso, despejar el desorden del camino de la vida ayuda a reconectarnos con nuestra esencia, con nuestros deseos, a darle una dirección a nuestra vida, saliendo del piloto automático y a encontrar nuestro propósito. Me gusta la respuesta que da Marie Kondo, a pesar de no ser minimalista. Ella dice que las personas no pueden desprenderse de los objetos por dos motivos, uno es estar muy apegadas al pasado y el otro es tener miedo al futuro. Por eso es tan importante focalizar en el presente que es lo único que tenemos, y pensar cómo queremos vivir hoy», precisa Escobar.
Despedirse de todas las personas y cosas que no son importantes para uno, invertir en salud, disfrutar del momento y priorizar experiencias a pertenencias son algunas de la claves del minimalismo.
Algunos ejemplos para aplicar la simpleza en nuestra cotidianeidad pueden ser «acotar la ropa de mi placard, el de mis hijos y de lo que se encuentra archivado en la baulera a básicos usables todo el año, reforzando apenas en cada temporada con algunos ítems nuevos. Evitar razonablemente el «por si» algún día lo necesito, es otra opción, así como también organizar una reunión y simplificar el menú y la vajilla. En nuestra vida, este concepto se traduce en liberarnos de preocupaciones innecesarias, ya que la idea ocupar nuestro espacio mental con cosas más importantes», instruye Claudia M. López, organizadora de espacios del hogar y del trabajo para Yo te lo ordeno.

Consciencia ambiental y más
Además, minimalismo y consciencia ambiental son dos conceptos muy estrechos que van de la mano, dado que a menor consumo, menor degradación del ambiente. «El medio ambiente necesita de nosotros, necesita que comencemos a deshacernos de cosas y no solo eso, necesita que dejemos de crear más y más cosas materiales ya que no hay más lugar en donde desecharlas. Es necesario darle importancia a las creaciones sustentables y reciclables para así poder vivir mejor. No olvidemos que el mundo es nuestro hogar y debemos ser conscientes de su cuidado y protección», precisa Escobar. Y agrega, «esta corriente nos aporta un nuevo nivel de conciencia, que al inicio del camino definitivamente invita a consumir menos, y con el tiempo hace que además elijamos productos menos dañinos para el ecosistema. «Los objetos tienen como propósito dar soporte a nuestra vida y a enseñarnos algo sobre nosotros mismos. Pero para eso tenemos que aprender a elegir las cosas con las que queremos rodearnos, a descubrir qué función cumplen en nuestra vida y a despedirnos de lo banal».
En esa línea, Bacque sostiene que los objetos cumplen un propósito de recuerdo, pero ya se han inventado mil y un formas de mantener esos recuerdos en forma virtual. «No estoy diciendo que no debamos conservar algo de un ser querido pero seamos conscientes a la hora de optar lo que vamos a almacenar ya que muchas cosas no son necesarias. Trabajemos el desapego y démonos cuenta de que nosotros podemos solos y no necesitamos de ningún objeto para triunfar o para acordarnos de alguien. Los recuerdos y los momentos viven en nosotros y se traspasan de generación en generación con el boca a boca, volvamos a escuchar los cuentos de nuestros abuelos».
No es casual que muchos adeptos al minimalismo prefieran gastar su dinero en experiencias que en objetos. «La vida se arma con experiencias y vivencias que puedan ser compartidas. Cuando comprendes que lo único que te llevas es lo que vivís, vas a comenzar a vivir lo que te querés llevar», indica Bacque.
Por su parte, para López siempre debe existir un equilibrio. «Necesito un mínimo de objetos para la vida diaria. La vida misma es una experiencia. En otros términos, puedo tener 50 pares de zapatos pero si no tengo la oportunidad de lucir al menos un par en una fiesta -la experiencia- no me sirve ninguno. La transición entre preferir usar el dinero para comprar objetos y las experiencias suele y debería darse en el proceso de crecer y valorar la vida en acción antes que el consumo. En lo personal, el valor de la experiencia supera con creces el guardarropas más lleno».