Elegir es “por venir”


por Lucila Cordoneda

“Elige tu propia aventura”, quienes tenemos entre treinti y cuarenti recordaremos seguramente una colección de novelas con ese nombre. En ellas, tal como reza el título, uno era el hacedor de su propia historia eligiendo ante una serie de opciones o alternativas posibles.


¿Quién no fantaseó alguna vez con esta posibilidad para su propia vida? Interesante ¿no?


Ante una disyuntiva cualquiera, tener la posibilidad de, no sólo elegir de un menú de manjares, sino poder predecir qué pasará una vez tomado el riesgo, resulta bastante tentador ¿eh? O, si no nos gusta demasiado “de qué va la historia”, tengamos la oportunidad de cambiar los destinos de la misma y chin pum, tema terminado.


Ahhhh pero esto no es posible, claro que no, debemos elegir, siempre, absolutamente siempre, debemos hacerlo. Desde que amanecemos cada día, la vida es una opción constante, una toma de decisiones. Lo más elemental y lo trascendente, lo superficial y lo verdaderamente profundo, nada se salva de ser considerado y evaluado.


¿Quién no ha deseado alguna vez, ante un episodio peliagudo, que otro tome la palabra y diga: esto es lo que vas a hacer y punto. Yo sí ameas, reconozco que muchas veces deseé profundamente que otro decidiera por mí. Y ojo, no estoy hablando de que otro haga saber su parecer respecto a cómo cree que debería actuar. No, no, no, estoy hablando liso y llano de que otro decida por mí, si, si…

Puede no sonar políticamente correcto lo que afirmo. Díganme sin embargo ¿quién, en algún momento de su vida en el que era crucial la elección del camino a seguir, no deseó, por un segundo al menos: ¡¡¡que alguien me diga qué hacer, por favor!!!


Ahora, también digo, ¡cómo nos enoja cuando otro decide por nosotras! ¡Cuán ofendidas e inútiles nos vemos cuando, aun con la mejor voluntad, alguien responde o elige por nosotras, dando por sentado que en ese acto están representados nuestros deseos.


“Puestos a escoger”, dice el Nano y lista una serie de opciones con las que prefiere quedarse y deja por fuera otras con la que, definitivamente no quiere saber nada. Lo dice tan claro, tan bello ¡tan fácil!


Creo que todos, quién más quién menos, sabemos qué deseamos, o qué no deseamos, qué cosas estamos dispuestos a incorporar en nuestras vidas y cuáles, concluyentemente no. Pero no siempre resulta tan sencilla la faena, a veces “el menú” es tan variado como tentador, y en general, no sabemos a ciencia cierta si el plato elegido nos causará luego una tremenda indigestión.


Otras, la carta es acotada, sencilla y tenemos claro rápidamente cuál nos resulta la opción más apetitosa.

Otras tantas, nos gusta todo, o cada plato tiene un ingrediente que lo hace exquisito, lo cual convierte a la elección en una lucha de fuerzas inmanejables y nos alienta a probar: entrada, plato principal, postre y café sin contar alguna que otra dulzura. Y ahí estás, pipona y sin mucha posibilidad de discernir “panza llena, corazón contento”, creo que también, en este caso, cerebro lento ja.


Si esto solo se tratara de señalar en la carta el plato con el que hemos elegido calmar nuestro apetito, las únicas consecuencias de nuestra mala elección tendrían que ver aguantarnos un poco más el hambre o con picotear con disimulo y buena cara lo que tenemos frente.


Pero queridas Mal Aprendidas mías, la vida es un poco más que esto.


La vida nos requiere atentas, despiertas y dispuestas a tomar riesgos y a asumir consecuencias.


Lo maravilloso de aquellas novelas adolescentes era que, aún eligiendo una de las opciones, teníamos la posibilidad de “pispear” las otras y, en todo caso, quedarnos con la que más nos gustaba. ¡Qué bomba si pudiéramos hacer esto! ¿no? Ante una situación determinada y frente a una serie de posibilidades, de caminos a seguir… listo, elegimos una, total si no resulta, husmeamos de qué la van la otras, volvemos al punto de partida ¡y a elegir de nuevo!


En este juego de la vida, tal cosa no es posible. Puedo elegir, sí, debo hacerlo, y debo, por sobre todas las cosas, hacerme cargo de lo que decido.


Qué difícil resulta a veces ¿no? ¡Qué angustiante y desesperante otras!


¿Por qué será que Doña Vida, se empeña en hacernos partícipes todo el tiempo de escenas como está? ¿Por qué? ¿Con qué necesidad?


Bueno, creo yo que, porque de eso se trata vivir ¿no? De elegir, de discernir y discriminar entre lo correcto, y lo que no lo es, lo que nos hace mejores y lo que definitivamente, no.


Al elegir, inevitablemente dejamos algo atrás, descartamos, anulamos, matamos… y eso, lo “no elegido”, lucha por hacerse visible, por aparecer y por “recordarse” una y otra vez. De manera que… relaciones, trabajos, amores y demás, van quedando a la vera, sin “ser elegidos”, esperando serlo alguna vez o simplemente convirtiéndose en un recuerdo, bueno o malo, pero en un recuerdo al fin… como aquello “que no fue” o “no pudo ser”. Y ahí, justo ahí, es cuando debemos preguntarnos:¿cómo me veo mis próximas horas o días sin esta persona, sin este trabajo, sin esa relación…?


¡De eso se trata la vida ameas! No hay chance, hay que jugársela a cada paso, a cada respiro.


¿Y saben qué? Aunque a veces duela, asfixie o inmovilice es lo mejor que nos puede pasar. Poder elegir sabe a libertad, huele a madreselvas y aliviana el alma. Poder elegir rima vivir, con sentir y también con sufrir, es verdad, pero sobre todo va de maravillas con porvenir ¡Oh yeah!


Buen finde Mal Aprendidas queridas ¡y a decidir, aún con miedo, pero a decidir siempre!

Prefiero querer a poder, palpar a pisar, ganar a perder, besar a reñir, bailar a desfilar y disfrutar a medir. Prefiero volar a correr, hacer a pensar, amar a querer, tomar a pedir. Prefiero, el tiempo al oro, la vida al sueño, el perro al collar, las nueces al ruido y al sabio por conocer que a los locos conocidos.
Antes que nada soy partidario de vivir.

“Cada loco con su tema” Joan Manuel Serrat
Previo Diferencias entre: elixir, perfume, eau de parfum, eau de toilette y colonia
Siguiente Vacaciones de Invierno en el Mercado Norte