Llega a Santa Fe la más reciente puesta del clásico teatral escrito por Mónica Ottino, que recrea una imaginaria reunión entre Eva Perón y Victoria Ocampo. Paula Carruega y María Valenzuela se ponen respectivamente en la piel de estas mujeres emblemáticas, bajo la dirección de Manuel González Gil. Antes de la visita, Nosotros conversó con Valenzuela para conocer más sobre esta puesta única.
TEXTOS. Ignacio Andrés Amarillo. FOTOS. Gentileza Producción.
Llega a Santa Fe la más reciente puesta de «Eva y Victoria», la obra teatral escrita por Mónica Ottino, que recrea una imaginaria reunión entre Eva Perón y Victoria Ocampo. Los roles protagónicos estarán a cargo de María Valenzuela como la fundadora de la revista Sur y Paula Carruega en la piel de la «Abanderada de los Humildes», con la colaboración de Belén Romano, interpretando a las mucamas de ambas. y la dirección de Manuel González Gil.
La función será el 9 de julio desde las 21.30, en el Teatro Luz y Fuerza (Junín 2957, Santa Fe); las entradas están a la venta por sistema Ticketway.
Anticipando el desembarco, Nosotros habló con Valenzuela, quien encara la gira sobreponiéndose a algunos problemas de salud («saliendo adelante como siempre, tipo Ave Fénix»), y agradeciéndole a su público por los gestos de solidaridad: «Es tanto el amor y las palabras de afecto que tienen conmigo que soy una privilegiada en ese sentido; porque sin conocer demasiado de mi vida conocen bastante, y me apoyan, me quieren, me dicen cosas lindas. Y eso es una caricia para el alma, obviamente».
DESCUBRIMIENTO
-¿Cómo salió el trabajo con Manuel González Gil, para esta nueva puesta de la obra, y cómo fue tu abordaje?
-Tengo una relación con Manuel de hace muchos años, de mucha amistad y hermandad: siempre que tenemos la posibilidad de trabajar juntos no dudamos, porque la pasamos muy bien, nos entendemos, hablamos el mismo código; es un placer laburar con él. Me propuso hacer «Eva y Victoria», que la hicieron varias actrices; da la casualidad que no la vi nunca con ninguna, ni siquiera cuando la estrenó la China (Zorrilla), que hacía de Victoria.
-O sea que tampoco estabas condicionada por ninguna de las actuaciones.
-No, porque no había visto ningún trabajo de ninguna compañera, ni haciendo Eva, ni haciendo Victoria. No sabía que era un encuentro imaginario, estaba en pelotas (risas), no tenía idea de lo que era la obra. Y cuando leí el texto se me cayó la mandíbula, me fascinó. Entendí que era un encuentro imaginario de Mónica Ottino: qué hubiera pasado si estas mujeres se hubieran encontrado y hubieran conversado; o peleado, porque eran archienemigas. La idea me pareció genial.
Ver esta obra, leerla, es tratar de entender definitivamente que la grieta no es de ahora: la obra tiene una actualidad impresionante. Hablamos tanto de grieta ahora, del gobierno anterior y del anterior, y la grieta empezó antes de los años 40.
-Si bien el encuentro es ficticio, sí es cierto que cierto que Victoria militó el voto femenino pero se despegó cuando Eva tomó esa bandera.
-Creo que Victoria no tenía el problema del voto con Eva, el problema es con Perón. Victoria Ocampo a quien no soportaba a Perón, con quien tenía sus grandes diferencias. A Eva creo que hasta la ninguneaba.
En el encuentro ficticio Eva va a la casa de Victoria a pedirle por el voto, que la ayude: que juntas pueden cambiar el mundo. Cosa a la que la Ocampo no accede, creo más que por Perón que por Eva. Más allá de las diferencias que tiene con Eva, que son un millón.
INTERPRETACIÓN
-¿Cómo conectaste con un personaje tan particular, con estas contradicciones y posiciones muy arraigadas?
-Digamos ya de entrada que yo como persona, con Victoria Ocampo a nivel pensamiento político no tengo nada que ver: tiro más para el peronismo (decí que no tengo la edad para hacer Eva) que para los oligarcas, en este caso.
El physique du rôle no lo tengo: soy muy flaca, Victoria era rellenita. De hecho en la obra se habla, Eva dice: «Se debe mandar sus buenas tortitas». Era una mujer redondita. Ese physique du rôle no lo tuve nunca, entonces entré por el lado del carácter, de tener esa polenta, de plantarse más allá de que sea la primera dama, y decirle las cosas que piensa.
Lo que pasa es que es una puesta muy inteligente de Manuel, donde se trabaja mucho la ironía; se dicen las cosas más terribles, las barbaridades más grandes, pero con ironía, con diplomacia; pero te las mando a guardar. Son como espadachines, que van tirando la espada, «touché», constantemente. En lo que es el primer cuadro, porque ya en el segundo cambia: empieza a aparecer la enfermedad de Eva. Ahí hay otra comprensión, otra mirada desde Victoria.
Por sobre todas las cosas el carácter: imponer, decir «yo me planto y pienso así, no me importa quién sea usted; usted está en mi casa y la estoy recibiendo, pero le digo lo que tengo que decir».

ESGRIMA VERBAL
-¿Cuáles te parecen los mayores logros del texto de Mónica Ottino, y qué buscaron explorar desde la dirección?
-El texto en general es maravilloso, todo. Cuando lo leés, no es un texto coloquial de hoy, como se habla hoy: es como se hablaba en la época, con palabras difíciles, con construcciones de frases difíciles. Dentro de eso hay temas de política, donde no entiendo nada: de hecho soy apolítica, nunca he hablado. Siempre he trabajado con mi trabajo y no con la política, ni embanderándome con ningún partido político. Entonces era muy valioso, muy rico, pero muy difícil de estudiar.
Pensá que nosotros arrancamos ensayando con la pandemia, por Zoom, cosa que me estresaba terriblemente, porque nunca lo había hecho; era algo inusual. Hay que decir esos textos, que son realmente complejos, y con palabras complejas. Las patadas que se tiran tomando el té, por ejemplo: hablan de la mucama de Victoria que la hace Belén Romano; Victoria dice: «Qué se va a enojar, es como de la familia: hace más de 30 años que está en la casa». Y Eva con una sonrisa le dice: «¿Y come con usted en la misma mesa? ¿Usa su mismo baño?». Paf, patada, con una risita. A lo que Victoria contesta: «¿Es lo que hace usted con el ejército que la sirve?». De esas tienen un montón, que se van tirando hasta que la cosa explota. Eva se va.
Hay una escena intermedia entre los actos donde ellas están en sus dressoires, cada una con su pensamiento, hablando con la mucama. Belén hace una maravilla: interpreta a las dos mucamas, la criolla de Eva y la gallega de Victoria. Lo que hace Belén es desdoblarse de un personaje al otro: contesta como gallega y se da vuelta y contesta como la criolla. Está espléndida.
En el último cuadro aparece la enfermedad de Eva. Ahí cambia totalmente el ambiente, la situación, el estado de ambas. Y esto tiene mucho que ver con Manuel: no sé cómo fueron las otras puestas, pero te puedo asegurar que esta es maravillosa, más allá del amor que le pueda tener a Manuel.

SALIR AL TORO
-Esta puesta arrancó con Sabrina Carballo en la piel de Eva; hoy es Paula Carruega quien ocupa ese rol. ¿Cómo fue acoplar a una nueva intérprete a una puesta en marcha, y qué destacás del trabajo de Paula?
-Los actores estamos acostumbrados a adaptarnos a lo que es un reemplazo, porque siempre hay alguno. Es simplemente trabajar juntas, la que está apoyar a la que entra, estar al servicio y atenta a cualquier cosa que pudiera pasar en el escenario. Afortunadamente somos un equipo muy unido, no solo los actores sino también con la técnica. Por sobre todas las cosas acá lo importante era Paula que entraba haciendo, más que un «toro», un torazo; porque más allá de que son tres mujeres las que tienen el gran compromiso de letra y de todo son Eva y Victoria.
Lo que tiene Paula, a diferencia de Sabrina, es el physique du rôle mucho más marcado de Eva: es flaca, alta, es más Eva físicamente que lo que era Sabrina. Después cada una con su estilo hacen la Eva que sentían, de la mano de Manuel por supuesto. Paula no es una actriz conocida, popular, pero viene del palo del cine y ha estado en grandes festivales y ha ganado muchísimos premios; es una actriz realmente del carajo.
Se fue acoplando, y a medida en que vas haciendo las funciones vas descubriendo cositas, y vas sumándole cositas. A mí me pasó, lo que pasa es que ya la tengo mucho más fichada que ella. Pero ella encontraba algo y la cosa era adaptarse a eso y sumarlo.
-No le quedó otra que sumarlo en la ruta, sobre la marcha.
-Claro, ir experimentándolo y enriqueciendo el personaje.
ERAS TELEVISIVAS
-Ya quedó para la historia tu frase «Aguante la ficción, carajo». Desde aquel entonces pasó mucha agua bajo el puente. ¿Cómo ves hoy el panorama de la ficción en esta era de plataformas y retirada de la televisión abierta?
-Yo defendía la ficción en un año en el que hubo mucha cantidad de realities en todos los canales, y la ficción estaba como decayendo. Por eso dije lo que dije, que me salió del corazón, no lo tenía pensado ni nada.
Hoy no veo tele, lo que hago es escuchar música. No miro noticieros porque me estaban haciendo mucho daño, sobre todo con lo de la guerra. Me abrí un poco: será que acabo de cumplir 66 años, estoy más sensible, más emotiva, todo me pega mucho más. Escuchar noticias sobre inseguridad, estar ante las puertas de una Tercera Guerra Mundial, es como que no se puede creer. Yo era chica, vivía en Villa Luro, tenía 15 años, y decía: «Cuando sea grande se van a terminar las villas miseria, no va a haber más guerras, vamos a vivir todos bien y felices». Nada de eso pasó, de esos deseos de adolescente.
No miro televisión porque no hay nada que me atrape: creo que ya está todo hecho, todo contado, están volviendo a contar lo que ya se contó. No hay un cambio en la televisión que digas «guau, cambió», como en aquella época de Polka, que había dado un cambio en la televisión, donde se inclinaba todo a una situación más coloquial, más natural, más del día a día, de como somos todos. No a lo que eran los teleteatros de Alberto Migré, que los hice.
Hoy no está ni eso tan coloquial ni los teleteatros de Migré. Ahora pregunto: ¿Por qué «Dulce amor» fue un exitazo? Porque fue un teleteatro, un novelón, lo más parecido a Alberto Migré: por eso rompió todos los ratings.
De pronto a veces prendo la tele para ver «La Voz»: me parece tan genuino, tan valioso ver valores nuevos; el jurado me divierte. Pero tampoco lo veo con continuidad.

FICHA TÉCNICA
Escenografia: Daniel Feijoo.
Vestuario: Pepe Uria.
Música original: Martín Bianchedi.
Stage managers: Fabrizio Zabala, Karina Guerrera.
Jefe técnico: Javier Plazaola.
Diseño gráfico: Exequiel Taboada.
Producción general: M&M Producciones Teatrales.