A las puertas de un nuevo ciclo escolar, resulta relevante poner la mirada en el vínculo que se establece entre los padres y los educadores; y la importancia que este tiene a lo largo del trayecto educativo de los niños y adolescentes. La comunicación, el respeto y el compromiso serán claves para desarrollarlo y fortalecerlo.
Por Marina Zavala.
La tarea de educar a los niños y adolescentes es un desafío compartido entre los padres y la escuela. Este objetivo común da comienzo a un vínculo que se inicia en el jardín de infantes y termina en último año de la secundaria, y que es importante alimentar y fortalecer.
A días de comenzar un nuevo ciclo escolar, charlamos con la Lic. en Psicología Guillermina Gagnetén sobre lo fundamental de esta relación entre la escuela y la familia, y su rol en el desarrollo educativo y personal de los alumnos.
– ¿Por qué es tan importante el vínculo entre la familia y la escuela?
– Sencillamente porque deben trabajar en equipo para alcanzar la misión que tienen en común: lograr la educación integral, en todas sus dimensiones, de personas en pleno desarrollo. Al hablar de educación, hablamos, ni más ni menos, de humanizar, de «hacer y hacerse íntegramente persona» capaz de vivir en sociedad, como dice la Lic. en Educación Sonia Rivas. Solo que cada una lleva a cabo esta misión educativa de una forma diferente. En la familia: informalmente, de manera espontánea a través de las relaciones del niño en su entorno natural; en la escuela, en cambio, se realiza de manera formal y sistemática.
A su vez, la misión educativa de la familia y de la escuela presenta otra diferencia: el nivel de responsabilidad. Mientras los padres son, o deberían ser, los primeros y principales responsables de la educación de sus hijos, la escuela es un complemento y, como tal, su función consiste en cooperar con ellos.
La tarea de educar personas es ardua y debe hacerse desde un trabajo coordinado, donde prevalezca la colaboración mutua entre padres y educadores, esto incluye a los docentes, directivos y el equipo psicopedagógico/psicológico de la institución. Algo que solo será posible si existe un vínculo de confianza entre la familia y la escuela. Este vínculo debe ir afianzándose a lo largo de todo el trayecto educativo de los niños y niñas.
Los padres no tenemos que olvidar que, al llevar a nuestros hijos al colegio que elegimos, estamos depositando nuestra confianza en los adultos de esa institución para que los cuiden y eduquen.
– ¿Cuál es la clave de este vínculo?
– Que exista voluntad para cooperar y buena comunicación de parte de todos los adultos implicados -padres, docentes, directivos y equipo de psicopedagogos y/o psicólogos de la escuela, si lo hubiera- en pos de aunar los esfuerzos por educar a los niños en una misma dirección. Esto puede no resultar sencillo en la práctica, pero, cuando se logra, redundan los beneficios, especialmente para nuestros hijos.
– ¿Cuándo esta comunicación fluida se vuelve más importante y necesaria?
– Sería ideal que exista una comunicación fluida entre la familia y la escuela a lo largo de todo el trayecto educativo de un niño o niña. No obstante, especialmente desde los 3 a los 6 años -lo que llamamos segunda infancia o infancia media- los padres con frecuencia comenzamos a dudar y cuestionarnos la manera en que estamos llevando adelante la crianza de nuestros hijos. A su vez, durante la primera etapa de escolarización infantil, algunos padres se ven ante el desafío de ayudar a su hijo a superar las dificultades que pueden presentarse en la adaptación al jardín, un nuevo ámbito en el que debe permanecer durante varias horas con su docente, quien resulta ser un desconocido, lo que puede generar angustia. Ante estas inquietudes, es fundamental contar con una relación fluida entre todos los adultos responsables de la educación de los niños para avanzar con paso firme, brindando límites claros, confianza y seguridad.
A su vez, en la primaria, cuando nuestros hijos tienen entre 6 y 12 años -la tercera infancia-, es también imprescindible que haya un vínculo de confianza entre la escuela y la familia, porque esta es una etapa donde el niño necesita comprender y encontrar explicaciones coherentes a todo lo que aprende; si hay contradicciones, se dificulta la tarea educativa. Además, en estas edades la influencia social empieza a ser más relevante, y los padres debemos estar atentos y en conexión con las instituciones para conocer a las personas con quienes el niño se identifica y se vincula.
Incluso en la secundaria este vínculo resulta muy importante porque es difícil la tarea de los adultos de orientar y acompañar a los adolescentes a atravesar las crisis propias de esta etapa, caracterizada por la búsqueda de su identidad y definición de su personalidad.
– ¿Qué dificultades pueden aparecer en esta conexión?
– Puede haber desacuerdos, y contradicciones en ciertos casos, en relación a la manera o a los criterios que tienen los padres y los profesionales de la institución escolar para actuar ante distintos aspectos; desacuerdos que generan una distancia difícil de sobrellevar entre la familia y el colegio.
– ¿Qué hacer cuando aparecen estos problemas?
– Como regla general, considero que no debemos bajar los brazos, sino tener en claro que, si hay voluntad de cambio, es posible restablecer el vínculo y comenzar de nuevo, intentando desde la familia y desde la escuela fomentar instancias de diálogo que abran paso a nuevos acuerdos. Y es importante que este diálogo se de con apertura desde ambas partes, con la actitud de buscar acuerdos y saber escuchar.
Cuando estos se logran, podemos decir que están sentadas las bases de un vínculo positivo, constructivo, porque cada parte asume sus responsabilidades y se compromete a colaborar desde lo que a cada una le compete en busca de un mismo objetivo que es la educación del niño. Luego, es importante que lo acordado se vea efectivamente reflejado en los hechos.
– ¿Cuáles son los beneficios para los niños de este vínculo positivo?
– Una relación coherente entre los ambientes en los que se desenvuelve el niño es crítica para su educación. Porque un niño en edad escolar es un ser en pleno descubrimiento de sus capacidades y es, también, un ser sumamente influenciable por quienes se vinculan con él y por todo lo que sucede a su alrededor. Se trata de una persona vulnerable a los aprendizajes y acontecimientos que experimenta cotidianamente. Como nos enseña María Montessori al hablar de los niños pequeños: su mente absorbe natural y progresivamente todo lo que lo rodea. Mientras la mente del adulto elabora reflexiones de manera consciente y progresiva, la del niño absorbe de manera inconsciente e instantánea.
Todo lo que el niño vivencie en su entorno, lo aprenderá inconscientemente, incluso la manera en que se vincula y se comunica la familia con la escuela y viceversa. Si una mamá le falta el respeto al docente a la salida de la escuela, sin dudas el niño percibe el maltrato y, quizás, en otro momento, intenta reproducir esa misma conducta mientras juega o al interactuar con sus pares. Así también, puede suceder que en edades más avanzadas, en la primaria, los padres descalifiquen al docente porque no coinciden en cierto contenido; de esta manera pueden surgir dudas en el niño respecto de hasta qué punto debe seguir obedeciendo al maestro al que su propia familia puso en tela de juicio.
Entonces, podríamos decir que el gran beneficio de este vínculo, es que el niño va a poder valorar más y mejor los mensajes recibidos de ambos lados. Se logrará en él una educación más rica, coherente y completa. Si el ideario escolar coincide con el familiar, los aprendizajes adquiridos en la escuela se refuerzan en casa y viceversa.
-¿Qué pasa si el vínculo es malo o directamente inexistente?
– En ese caso pueden quedar, de ambos lados, expectativas sin cumplirse, lo cual genera grandes desilusiones. Por un lado los padres no asumen la participación en la escuela tal como se espera; y por otro lado, desde la institución no se brinda la respuesta que los padres esperan, ya sea en cuanto al contenido que se enseña, o a la forma de educar a los alumnos o para la gestión en general. Poco a poco la distancia entre la escuela y la familia va calando en la relación y le gana al diálogo constructivo; como sucede en una pareja que, al descuidar el vínculo por priorizar los deseos o intereses propios, la relación se deteriora cada vez más hasta llegar, en muchos casos, a la separación. La gravedad del asunto es que, en este caso, quienes más se perjudican son los niños.
Otro inconveniente que acentúa aún más esta distancia es la instalación de la queja, que muchas veces se generaliza y se traslada al resto de las familias, en el caso de los padres; o al resto de los agentes escolares, en el caso de las escuelas.
Así los padres nos quejamos muy a menudo de que la escuela pide demasiadas cosas -materiales, actividades-, del período de adaptación, de los horarios de las reuniones, etc. Por otro lado, los docentes y directivos se quejan de la poca o nula participación activa de las familias en la institución educativa.
En definitiva, se hace un círculo vicioso en torno a la queja, la cual deteriora el vínculo porque solo genera malestar y actitudes defensivas. Las dos partes depositan la responsabilidad de cambio en el otro y esto lejos de ser una actitud constructiva, va en detrimento del encuentro, del diálogo y del trabajo en equipo.
Es importante recordar que no existen escuelas perfectas, ni tampoco familias perfectas. Somos personas, cometemos errores y tenemos diferencias. Pero si las intenciones de ambas partes consisten en educar desde el amor, desde allí debe construirse el vínculo, para bien de nuestros hijos.
PERFIL
Guillermina Gagneten es Lic. En Psicología (M.P. 1639). Actualmente es estudiante del Máster Universitario en Matrimonio y Familia de la Universidad de Navarra, España.

UNA TAREA CONJUNTA
¿Qué pueden hacer los padres para fortalecer el vínculo con la escuela?
– Participar con actitud constructiva en las actividades propuestas.
– Respetar y hacer respetar el ideario de la institución educativa y las normas de convivencia establecidas en el ámbito escolar.
– Asumir la responsabilidad de brindar apoyo para reforzar y dar continuidad en el hogar a aquellos aprendizajes que se adquieren en la escuela.
– Manifestar su apertura y disposición para hacerse conocer como familia en la institución educativa, mostrándose tal cual son desde la primera entrevista. Será muy difícil construir un vínculo de confianza sin ese conocimiento previo.
– Tomar la iniciativa de solicitar una entrevista con la institución cuando se considere necesario, ante preocupaciones o inquietudes.
– Informar a tiempo y por el canal más adecuado, según la ocasión, todo lo que se crea pertinente en relación al niño o niña y/o a la vida familiar. En ocasiones sucede que un niño comienza a comportarse de manera diferente a lo habitual en el colegio, como consecuencia de algún cambio en su vida familiar o de alguna dificultad que se presenta fuera del ámbito escolar. Si se toma conocimiento de lo que sucede, los docentes estarán mejor preparados para contenerlo.
¿Qué puede hacer la escuela para desarrollar la relación con los padres?
– Facilitar los medios para que las familias conozcan en profundidad el ideario de la institución, con sus valores y criterios desde los que se lleva a cabo el proceso educativo de los alumnos.
– Brindar instancias de capacitación, tanto a los educadores escolares como a los padres, a fin de que los adultos cuenten con recursos idóneos para la educación de los niños ante ciertos temas de actualidad o aspectos complejos que se deben atender. De esta manera, los adultos de referencia para el niño (tanto en la familia como en la escuela) estarán en condiciones de transmitir un mismo mensaje, partiendo del mismo posicionamiento.
– Mantener una comunicación fluida con los padres a través de distintos canales -mails, cuaderno de comunicación, reuniones, entrevistas personales, jornadas familiares- tanto para informar sobre actividades y decisiones, como para transmitir los temas que se van trabajando con sus hijos en clases. De esta manera, la familia puede reforzar los aprendizajes que se van adquiriendo en la escuela, especialmente aquellos aspectos que hacen a la construcción de la personalidad de los niños.