La más imperial de todas las ciudades marroquíes, esconde entre sus laberínticas calles secretos de historia antiguas y de tres reinados que la convirtieron en capital. No en vano el tiempo ha dejado huella en ella como antiguo centro cultural y espiritual que fue y que ahora, siglos más tarde, sigue fascinando a los visitantes.
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Para encontrarse con Fez lo mejor es observarla desde uno de sus tantos miradores. Desde allí las tapias de las casas parecen sacadas de la época de Jesucristo. El color arena de las fachadas apiñadas apenas si dejan imaginar el bullicio de las callejuelas que las separan, y sus tejados son lo único que nos traen de vuelta a la vida moderna: en Fez las antenas de televisión son las únicas que se atreven a competir en altura con las cúpulas y minaretes de la ciudad antigua.
Estos miradores son los mejores lugares para ver cómo el sol convierte en espectáculo la ciudad al atardecer, cuando los tejados, las murallas y las torres cambian a un rojizo intenso con ocres antes de perderse en la noche.
A Fez hay que recorrerla de día para apreciar su magnificencia de ciudad imperial y sus trampas de ciudad laberinto. En ella habitaron reyes como Idriss II en el año 808 y los Merinidas, y Moulay Abdallahen el siglo XIII y XIX, que la convirtieron en capital de sus imperios y en centro espiritual y cultural de Marruecos.
Nada más llegar se revela como una ciudad para oler, probar y tocar.
Las tiendas del zoco embrujan con sus derroches de colorido, y hasta el menos consumista de los viajeros se rinde ante las tiendas de hilos de seda de colores intensos y especias. Cada calle parece sacada de un decorado de película medieval, en el que no faltan los orfebres, calderos, tejedores, tintoreros, talabarteros y curtidores.
Para entrar en la ciudad antigua, Fez el Bali, hay cuatro puertas principales: Bab Boujeloud, puerta occidental decorada con brillantes colores y rodeada de hoteles y restaurantes, Babe r Rsif, muy céntrica, Bab Ftouh, situada al sureste, al fondo del barrio andaluz, y Bab Guissa, al norte, en lo alto de la ciudad y junto al hotel Palais Jamai.
Entrando por Bab Boujeloud se encuentra la zona de más actividad de la ciudad, allí se distinguen dos barrios: la Medina y el Barrio de los Andaluces, formado por las familias musulmanas expulsadas de Andalucía por los cristianos, en el año 818.
MARRAKECH
La favorita de los viajeros y del jet set Internacional, Yves Saint Laurent, Omar Sharif y Alain Delon, son solo algunos de los habituales de esta ciudad. Seductora como ninguna, su nombre originó el del país en su pasado.
Posee numerosos monumentos que son Patrimonio de la Humanidad, lo que la convierten en el principal atractivo turístico del país.
Es una ciudad deslumbrante. La enumeración de los lugares y monumentos de Marrakech sería interminable y la descripción de sus maravillas agotadoras, así que hemos seleccionado lo imprescindible. Con todo, si tiene muy poco tiempo, no se pierda la plaza de Jemaa el Fna ni sus zocos: todos sus sentidos se llenarán de sensaciones.
Las murallas construidas en adobe, su color varía según las horas y la luz del día. Del ocre dorado al rojo intenso, contrastando con un cielo siempre azul y el verde de los árboles y las plantas. Destacan las puertas de Bab Doukkala (de origen almorávide), Bab el Khemis, Bab El Jadid, Bab el Debbagh, Bab er Robb y Bab Agnau, una de las más bellas entradas a la alcazaba.
Dar El Makhezen (palacio real) De origen almohade, ha sido agrandado y embellecido por las dinastías posteriores, El Mechouar (patio de armas) interior da paso al Gran Mechouar donde tienen lugar las célebres “fantasías”.
Los jardines Agdal y de la Menara son recintos llenos de plantas frutales, olivos, naranjos y con inmensos estantes del siglo XII.
Marrakech cuenta con más de 300 mezquitas de las cuales se destacan la de la Koutoubia y la de Ben Youssef.
La mezquita de La Koutoubia (o de los libreros) debe su nombre al zoco de los libreros que instalaban sus puestos junto a sus puertas. Aunque por este nombre es más conocido su minarete, particularmente impactante para los españoles por su semejanza con la Giralda, para la que sirvió de modelo y, de la misma manera que esta torre es el emblema de Sevilla, la Koutoubia representa a Marrakech en el mundo entero.
La plaza de Jemaa El Fna fue declarada Patrimonio Oral de la Humanidad por la Unesco. Cantada en todos los idiomas constituye un exponente vivo de lo que fueron las plazas en el Medioevo, lugar de encuentro para todo el mundo: por la mañana, vendedores de jugo de naranjas al natural, de frutas, de cestos de mimbre, recuerdos, dulces, dentistas, curanderos, entre otros, mientras que por la tarde noche están los Gnaoua, encantadores de crótalos, acróbatas… Este universo se vuelve particularmente fascinante con la caída de la tarde, cuando la plaza se ilumina con mil y una luces y se deambula de espectáculo en espectáculo.
Otros lugares imperdibles son los zocos, las tumbas de los Saadíes, el palacio Badi, la Fuente Chrob u Chouf, el Jardín Majorelle.
Recorrer los museos de Marrakech, Dar Si Saïd, la Casa Tisiwin, Majorelle y Bert Flint, nos transportan a la antigüedad y a paisajes nunca antes vistos.
Otras excursiones son el Circuit de la Palmeraie, Tameslouth, Mausoleo del Rey de Sevilla, El Valle del Ourika, Demate, las Cascadas de Ouzoud y Toubkal.
Continuará la semana que viene con Casablanca y Rabat…