Es docente de arte, dramaturgo, actor, director y escritor. Fundador de la única compañía de teatro especializada en musicales: Operetas. Es la muestra viva de la creatividad sin formato, ni fronteras.
TEXTOS. Romina Santopietro. FOTOS. Luis Cetraro.
Gustavo Palacios Pilo nació en Santa Fe el 2 de marzo de 1970. Mientras culminaba su carrera en Artes Visuales comenzó a estudiar actuación con Raúl Kreig y María Rosa Pfeiffer al tiempo que daba sus primeros pasos en la dramaturgia y la dirección.
Tras varias experiencias cruzando el teatro de texto, la danza y la ópera creó la compañía Operetas Sólo Musicales para dedicarse a la producción, creación y formación continua de nuevos intérpretes para el Teatro Musical. Desde el año 2001 alterna su trabajo como realizador de teatro con docencia en diversos niveles. Ha escrito más de diez musicales junto a Juan Candioti (en su gran mayoría) y también obras de texto para actores noveles y otras formas de expresión escénica.
En 2008 recibió el Premio Máscara por su aporte al Teatro Musical. Sus obras «Gallitrap» y «Septiembre» han sido editadas en formato libro por la editorial Tinta Libre de la ciudad de Córdoba, que también tiene en su catálogo su obra recién publicada La chica del canguro rojo.
Durante la pandemia se concentró en terminar esta novela, que ya venía cargando en su mente y corazón desde hace unos cinco años, para lograr que vea la luz en este 2021.
Sobre todo esto y mucho más conversó con Nosotros, en una amena charla. Siempre escribió sus propias obras, pero en este tiempo se encuentra publicando u primera novela de ficción.

-¿Cuándo nace tu amor por las artes?
-Desde siempre. Cuento con mucho orgullo que mis padres eran docentes rurales. Cuando yo tenía muy pocos años, vivíamos en el campo, en un paraje llamado Rincón del Pintado, cerca de Esperanza. donde había dos aulas y una casa habitación. En ese lugar es donde yo vi las primeras series, películas y novelas, en un Noblex chiquitito. Mi papá era docente y el director de la escuela y mi mamá era maestra. Entonces durante el día para que yo no me quedara solo, me llevaban con ellos. Aprendí a escribir a las 4 años, porque lo que ellos enseñaban yo lo iba copiando. Lo que para otros chicos podía haber costado un poco más, para mí era un juego. Vivía rodeado de papeles, bolígrafos, lápices… una librería. Así que mientras todos salían a jugar afuera, a embarrarse y jugar a la pelota… Yo me quedaba adentro fabricando libros en cuadernos viejos. Escribía cosas cortas, recreaba otras… Por eso esto de escribir estuvo siempre. Incluso es previo a mi interés por las artes visuales o el teatro. Más adelante fue en paralelo. De niño, mis juegos consistían en hacer novelas gráficas. Escribía e ilustraba las historietas. Leía todo lo que caía en mis manos, como decía Ray Bradbury. Porque uno nunca sabe de dónde puede surgir la chispa creativa.
Gustavo es un artista que visualiza su arte en imágenes. No importa el soporte, su imaginación lo contiene de esa manera. Cuenta que volvió a enamorarse de la lectura por el boom generado por Harry Potter y la historia de resiliencia de su autora, J.K.. Rowlings. «Lo digo sin ningún pudor. Me parece tan inspiradora la historia de esta mujer, que me llevó a pensar ¿por qué no? Escribir un libro que se plasme en películas y obras de teatro después», explica.
«Claro que el nuestro es un contexto muy complicado. Por los mercados, por la economía, por la idiosincrasia… yo quería generar, lo que hice por mucho tiempo, comedia musical, algo que a medida que me capacitaba lo transitaba de manera más fácil, pero a la vez, se hacia más complicado. El teatro es maravilloso, pero cuando este contexto no te permite plasmarlo como uno realmente quiere, ahí es cuando uno busca otra forma de comunicar. Entonces nace ahí esta idea de escribir una historia. Fue una vía de escape, en un momento de muchísimo estrés», recuerda Gustavo.
Ese fue el germen de «La chica del canguro rojo», publicado por Tinta Libre. Esta historia es una obra de teatro renacida como novela. El nombre original fue «Mítica». Nació dentro del taller de comedia musical. «Llevábamos varios años con un taller consolidado y bastante numeroso. Cada año explorábamos una estética distinta».

CAPERUCITA ROJA 2.0
El génesis de esta novela fue un viaje que comenzó cuando Gustavo descubrió la música del pianista coreano Yiruma. «Este pianista ha compuesto música para distintos animés. Yo nunca le había dado mucha bolilla al animé y de pronto empecé a seguirlo. Un amiga me recomienda una película que es un flechazo inmediato ‘El increíble castillos vagabundo’. Yo ví esa obra maravillosa y quedo enamorado del animé para siempre. Y quería hacer algo relacionado con eso, quería una estética teatral que fuera semejante al animé, con esa animación limitada. Al mismo tiempo descubro el K-pop. Esta subcultura de música y estética de la música por también en Corea del Sur. Entonces comenzamos a proponer juego, improvisaciones, crear personajes posibles en el taller, Yo dibujaba mucho durante estas interacciones, tomaba nota. Y de pronto empiezan a aparecer características de personajes que me resultan conocidos. la hechicera de la bella y bestia, de Blancanieves, de Caperucita Roja… estos personajes clásicos. Algo que uno tiene que saber de los personajes clásicos es que no nacieron en Europa de la imaginación de los hermanos Grimm, Perrault o Andersen. Vinieron de Oriente. Entonces fui a las fuentes. Y me encuentro con la leyenda de Yeh-Shen, la Cenicienta china. Entonces, por eso al escribir esta obra, donde mezclamos diferentes mitos para contar una nueva historia, debería llamarse Mítica. Y más tarde comencé a escribirla como novela, y encontré mi estado de flow. No podía parar. Y en ese momento me doy cuenta que escribir teatro y escribir una novela no es lo mismo, aunque esto parezca obvio. Porque todo lo que en teatro se dice a través de la elipsis, se completa con la acción en escena. Pero en la literatura no hay otra forma de contarlo más que en el texto. Y yo tenía que transmitirle al lector todo ese universo», describe Palacios Pilo.
En este universo la chica del canguro rojo se llama Satú, la caperuza se transforma en buzo con capucha y la acción no transcurre entre árboles sino en los restos estallados de una gran ciudad industrial que acaparó todo el espacio que antes ocupaba el bosque. «Lo diferente es cómo está planteado lo político, lo monstruoso, lo romántico, el estilo… un aura asiática en la novela», Algo así como un caminito de pistas. A lo que Gustavo responde: «creo que dejé los panes enteros. Hay referencias muy claras a animés y música en particular», describe. «Esta novela fue pensada de forma cinematográfica. La mente piensa en imágenes».
Y confiesa sin tapujos que anhela secuestrar a sus lectores y retenerlos en este universo.

SIMPLE VICENTE: FICCIÓN MULTIMEDIAL
Además de la literatura, aventurarse en distintas plataformas es un desafío acorde con los tiempos que corren. En un entorno multiplataforma, Simple Vicente narra una historia sencilla que se cuenta en varios lenguajes artísticos y plataformas.
A través de esta experiencia, con un elenco básico de cuatro personajes protagónicos, algunos secundarios y la presencia –a lo largo de los capítulos– de actores y actrices invitados, revive una de las formas de ficción que han anidado en los corazones de generaciones de argentinos.
Simple Vicente será una ficción que buscará seducir a sus espectadores para que transiten juntos la historia. ¿De qué manera? «Es mi última apuesta a la ficción con actores. Porque técnicamente no es teatro, pero sí lo es. Es una serie que verá la luz espero que en breve. Se grabó hace un año su primera temporada. Es un proyecto que si sale y llega al público como yo quiero que llegue, va a instalar la industria de la ficción televisiva en Santa Fe. Es una radioserie. No es un radioteatro, porque el formato es diferente. El modo y la dinámica en que se cuenta es la dinámica de una serie. Mientras la escuchás, podés entrar a su Instagram y conocer a cada uno de los personajes. Serán tres temporadas de 10 capítulos cada una y el último capítulo tenés que ir a verlo al teatro en vivo».