El joven cantante fue seleccionado de entre cientos de postulantes para participar en la Internationale Bachakademie en Stuttgart. Antes de viajar, compartió sus proyectos y mucho de su historia.
Textos: Romina Santopietro. Fotos: Luis Cetraro y gentileza del artista.
Guillermo Julián Herdt es oriundo Diamante y está instalado en Paraná desde hace varios años. En la capital entrerriana y en Santa Fe desarrolla su actividad profesional en el Coro Polifónico de la provincia y en el coro Ciudad de Santa Fe -el coro municipal- mientras se forma como director de coro y de orquesta, además de profundizar en el canto lírico.
“Santa Fe es mi patria chica adoptiva. Si bien soy entrerriano y vivo en Paraná, Santa Fe es donde me estoy desarrollando profesionalmente. Me ha dado la facultad, la posibilidad laboral, un entorno cultural muy rico en el cual desenvolverme y cosechar amigos y colegas… A Santa Fe la siento como mi lugar, jamás me sentí foráneo”, declara.
“Lo mío viene desde la cuna. Vengo de familia de músicos por ambas partes. La familia de mi papá es de origen alemán y la de mi mamá es bien criolla. De la parte paterna viene el amor por la música europea y la tradición del canto coral en torno de la iglesia, porque yo soy evangélico, soy luterano. Esta tradición de la música protestante también me vino de familia. Del lado de mi mamá viene toda la parte que se enlaza con el río, con el folklore, con la música autóctona y regional. En casa confluyeron las dos cosas perfectamente. Mi hermano mayor es profesor de música y mis otros hermanos son músicos. Cantar es el denominador común en mi familia, cantamos todos”, cuenta con una cálida sonrisa.
A lo largo de su formación musical fue discípulo de Reinaldo Zemba, Manuel Marina, Cristian Gómez y Susana Caligaris, como así también del inglés Philip Salmons y el holandés Frank Hermans.
Pero comenzó mucho antes: canta en coros desde los 7 años, primero en el coro de Iglesia Evangélica del Río de la Plata y luego en la escuela coral Mario Monti en Paraná y ya mientras cursaba sus estudios secundarios estudió piano. Ingresó al Instituto Superior de Música, donde cursa las carreras de Dirección Coral y Dirección Orquestal. “El canto lo tenía como más ligado al coro y casi recreativo, por la familiaridad con que cantábamos en casa, con amigos en las guitarreadas en los asados… En mi primer año del instituto, en un encuentro de coros, la conozco a Susana Caligaris, que es mi profesora de canto, y le pregunté de curioso, si yo podía audicionar para entrar a la carrera de canto lírico. Ella me dijo que sí, me vio condiciones y sumé la tercera carrera: canto lírico. La vida me fue desarrollando más como cantante que como director, pero continúo con las tres carreras y estoy muy cerca de recibirme”, cuenta como al descuido.
Se ríe a carcajadas cuando quien suscribe repite en tono y con cara de asombro “¡Tres carreras!”. Él afirma con la cabeza y una enorme sonrisa le ilumina el rostro.
“La cantidad de experiencias musicales que he tenido en paralelo al instituto es también una instancia de aprendizaje. La vida es este entorno es una gran escuela. Compartir con el otro la música es una gran escuela”, asegura con humildad. “Pero ya tengo 31 años, así que ya quiero recibirme”, cierra entre risas. “Considero que la vida me fue llevando a este ritmo, pero también lo programé un poco de esta manera: quería transitar las materias, no eliminarlas metódicamente. Quería aprender e internalizar los conocimientos, disfrutando del proceso”.
Además es codirector del coro Mixturas Ensamble de Paraná, con el que viajó dos veces a Europa, con lo que, sumado a las dos academias en Alemania, comienza a palpar el ámbito internacional de la música. “Con estos viajes se logran contactos, comenzás a ver cómo manejarte en el exterior, vas entendiendo cómo son los mecanismos en la cultura y en los ámbitos académicos. Y la experiencia de compartir el amor por la música con gente de todo el mundo, eso es maravilloso”.
ADN musical
Julián sostiene que desde muy pequeño se sintió atraído por la música antigua. “Siempre me gustó la música barroca y del Renacimiento, los principios del Clasicismo… Me enamoraban los madrigales, las frottolas, las canzonetas… Esa sonoridad me encantaba. Esta es la época del un gran florecimiento del arte polifónico vocal. Al ser cantante, tenés muchísimo para investigar en este período de la música”, rememora.
Como director, sostiene que ser flexible es indispensable. “Un coro responde a las intenciones formativas del director, éste debe responder a la expectativa del coreuta, porque nadie puede cantar bien algo que no le gusta. Siempre hay un acuerdo entre director y cantantes para que se disfrute el proceso. Entiendo el proceso coral como un desafío. Un repertorio amplio, variado, en muchos idiomas, de diferentes épocas de la historia y de distintos lugares del mundo, que dé lugar a la música de formación académica, a la música popular, suma y enriquece la experiencia de todos los integrantes del coro, del director y de los coreutas. Por eso me gusta y trato de trabajar un repertorio ecléctico”.
Confiesa una marcada predilección por autores alemanes, y sueña con dirigir alguna ópera de Haendel. “Por este origen alemán de mi papá, conozco la lengua desde muy chico. Mi abuela fue mi primera profe de alemán y estudié un poco, por eso me siento cómodo con el alemán, es un poco como mi segunda lengua. Por eso Bach forma parte de quién soy, de mi historia. Por la iglesia, por mi familia, por la tradición musical, por el idioma de mi familia paterna… De la misma manera que es parte de mí la herencia materna. ¡No sabés lo que extraño las tortas fritas, el asado y el mate cuando me voy al exterior! Me lo llevo, por supuesto, y le enchufo el mate a cualquier extranjero que lo quiera probar”, resume sin dejar de reirse.
La música cotidiana
La música inunda los planos diarios de cualquier simple mortal, por lo que indudablemente puebla el día de Julián.
Además de trabajar por y para la música, de formarse y proyectarse en ella, en el ámbito cotidiano no se limita solamente a la música clásica.
“Muchos para relajarse escuchan música clásica. Eso a mi no me pasa, no me relajo nada porque me pongo a pensar en los contrapuntos, en la cadencia… Me gusta el pop internacional, las canciones en inglés, temas de los 80 y 90… Esa es la música que me relaja”.
Una pregunta que suscitó sonoras carcajadas fue acerca del mito de cantar en la ducha: “El baño tiene particularidades acústicas, ¡eso es un hecho! Tiene una reverberación a niveles catedralicios porque tiene poca superficie porosa por donde el sonido se absorbe. Sacando una cortina y las toallas, el baño suena como una catedral, básicamente. Eso lo hace un lugar especial para cantar. Y para que cualquiera se anime a cantar ahí. Por supuesto, yo también soy un cantante de ducha. Y vivo en un departamento, no sé qué opinarán mis vecinos. Pero también canto en la cocina, en el comedor… ¡canto en todos lados!”.
También el espacio de estudio y ensayo personal, solo frente a la partitura, es parte del día a día de Julián. “Ese momento es muy importante. Yo solo con mi área, con mi texto, ese momento con la partitura y vos es crucial. Eso tiene que estar antes de encontrarte con el otro. Ya sea otro músico, otro cantante, tu director, tu maestro o tu coro. Ese momento de preparación es tal vez el 70 % del trabajo intelectual con tu música”.
Se reconoce como sumamente riguroso en la construcción de sus interpretaciones, “desde lo netamente musical hasta lo que compone lo aledaño al hecho musical: el compositor, dónde nació, en qué contexto compuso esa obra, por qué en modo mayor o menor, por qué esos arpegios… Y nada de eso está en la partitura. La partitura es un material decantado. Sobre eso hay un universo que tenía en su alma, corazón y mente el compositor cuando creó esa obra. Lo que hacemos los músicos es buscar una interpretación”.
Talento argentino de exportación
En 2018 Julián fue seleccionado para participar de una Academia Musical en la ciudad de Weimar, Alemania. Allí, junto a otros jóvenes, fueron convocados para hacer un repertorio sobre cantatas de Bach.
Muchos de los conciertos se realizaron en las cuatro iglesias donde Bach fue maestro de coro, lo que tuvo un aura emotiva para Julián, ya que unió el amor por la música con un recorrido histórico de los pasos del Maestro.
Recientemente fue seleccionado para la Internationale Bachakademie Stuttgart, en Alemania, una instancia de formación que se desarrollará en marzo.
Estas academias musicales son organizadas por fundaciones que convocan a un cuerpo de profesionales y docentes de mucho prestigio, abocados a desarrollar en los participantes la formación específica de un repertorio determinado y están dirigidas a profesionales jóvenes que buscan formarse con excelencia, y no a artistas ya consagrados.
Además de lo netamente formativo en lo profesional, el tenor destaca lo enriquecedor que es compartir con músicos de todo el mundo esta experiencia, que dura dos semanas. Julián relata que en estos claustros se forman lazos y amistades que por ese tiempo, se sienten como una gran familia, que habla el idioma universal de la música.
En la Academia de Stuttgart el cupo de participantes era solamente de 6 personas por cuerda es decir, 6 tenores, 6 bajos, 6 contraltos y 6 sopranos.
Durante la primera semana desde muy temprano comienzan los ensayos, prácticamente durante todo el día. La segunda semana todos los días dan conciertos en distintas ciudades, hasta el cierre con un gran concierto general, ya que la finalidad de todo esto es, justamente, difundir la música y que la mayor cantidad de público pueda disfrutarlo.
Autodefinido
“Me defino como un niño. Hay cosas que tengo de niño que no quiero cambiar. Esto de que todo me sorprenda y que todo me guste y que todo me apasione me encanta y no lo quiero perder. He tenido la suerte de que la vida me ha ido proporcionando los medios para poder concretar lo que me propongo. No he tenido que hacerme cargo de una situación pesada. No tengo que claudicar en lo que estoy haciendo para dedicarme a otra cosa. En eso me considero un niño, porque siempre hice lo que quise con esta felicidad y este deslumbramiento que tienen los niños sobre las cosas. Soy muy soñador, soy muy entregado. Soy un poco ingenuo. Siempre espero lo mejor de las personas. Y ese sentido me considero afortunado, porque en el mundo del arte, en el mundo de la música, los artistas somos especiales. Una persona que logra conmoverte y hacerte sonreír con un artilugio bello está más distante de ser una mala persona. El arte es lo que nos salva de la barbarie. Te genera una sensación de paz, de fraternidad, de plenitud, te conecta con el todo, con vos mismo y con el otro. El arte nos humaniza. Y debe ser el refugio donde el hombre se conecte consigo mismo, con la capacidad de ser amorosos y solidarios. Esa es nuestra militancia. Es la militancia de la flor. Y con la presencia del arte, el resto se modifica”.