La década del ’30 y la mafia organizada italo-santafesina: «Non Saccio Niente»


A comienzos de los años ’30 la mafia rosarina controlaba el juego y los prostíbulos. Sometía por «protección» a tenderos y comerciantes y sostenía toda una red de delincuencia a cambio de favores. Al mejor estilo de Vito Corleone en Nueva York, se «metía en el bolsillo» a comisarios, jueces y políticos, sustentando campañas electorales y sobornando a la autoridad. Sin embargo, hubo un suceso policial que definió la suerte de la «cosa nostra» santafesina: «el verano de Ayerza en el ’33».

TEXTOS. Mariano Rinaldi. FOTOS. Archivo El Litoral.

La década de ’30, conocida como «la década infame» fue bautizada de esa manera en 1944 por el periodista nacionalista José Luis Torres quien denunciaba el fraude electoral y la corrupción política por esos años. Sin embargo, se construyó como unidad de sentido y genuino «parte-aguas» temporal, de la mano de dos movimientos políticos argentinos del siglo XX que buscaban consolidar su inserción en la tradición política argentina a partir de 1955. Es decir, el radicalismo, por aquello que se habría perdido luego del derrocamiento de Yrigoyen en 1930; y el peronismo, por lo que vendría a cambiar a partir de su propia irrupción en 1945.

De todos los episodios cubiertos hasta entonces por el periodismo policial, ninguno capturó la atención del público como la historia del joven aristócrata porteño perteneciente a la Liga Patriótica Argentina, secuestrado y asesinado por las mafias sicilianas establecidas en Rosario. No se trataba de un crimen nuevo. En las primeras décadas del siglo, la práctica extorsiva era bien conocida en algunas comunidades santafesinas. Los casos del comerciante Florencio Andueza (Venado Tuerto, 1930), los jóvenes Carlos Nannini y Julio Gironacci (Arroyo Seco, 1931).

El 23 de octubre de 1932, Ayerza pasaba unas vacaciones en El Calchaquí, la estancia que su familia tenía a 20 kilómetros del pueblo de Marcos Juárez. Cuando volvían a Buenos Aires observaron un vehículo estacionado contra la tranquera y un hombre en el camino que les hacía señales. Al detenerse fueron forzados por un grupo de personas: los sicilianos rosarinos Santos Gerardi, Romeo Capuani y Juan Vinti.

En la madrugada, los mafiosos liberaron al amigo de Ayerza, Hueyo, cerca de Rosario, quien llevaba una carta para la madre de Abel. La misiva decía: «Lo que hay que hacer es pagar sin titubeos y no dar absolutamente ninguna publicidad ni a la gente ni a la policía pues eso podría costarnos muy caro. No se dejen influenciar por los entendidos que dicen que no se debe pagar. Paguen enseguida, inmediatamente, no se metan con la policía».

El segundo contacto se estableció pocos días después. Amigos de la familia Ayerza, llegaron desde Buenos Aires con el dinero y se encontraron en un descampado con Salvador Rinaldi, quien recibió el dinero. Rinaldi se comunicó con María de Marino, la que debía comunicarle a los secuestradores que debían liberar al joven Ayerza. Pero Doña Marino era analfabeta y le encarga a su hija Graciela que escriba el telegrama dirigido a Marcelo Dallera, un criador de chanchos de Corral de Bustos: «Manden el chancho urgente», dice el telegrama. Es decir: liberen a Ayerza. La información llega a Juan Vinti y a los hermanos Vicente y Pablo Di Grado, dos verduleros que son los que efectivamente tienen secuestrado a Abel en una modesta vivienda rural. Lo cierto es que los secuestradores matan a Ayerza de un disparo de escopeta en la espalda. Después lo entierran en un maizal.

EL DRAMÁTICO FINAL

La influyente familia porteña viajó a Rosario para empezar una investigación por propia cuenta; y a través de un contacto de la policía local se reunieron con Carmelo Vinti (hermano de Juan Vinti) y José La Torre, quienes luego de ser apresados ilegalmente y torturados confesaron que Ayerza fue asesinado y enterrado en un descampado.

Los responsables del secuestro se habían dispersado con diversos rumbos: Santos Gerardi fue apresado en Bahía Blanca; Romeo Capuani y Juan Vinti se encontraban en Rosario resguardados en el domicilio de un periodista. A medida que eran capturados, se iba recreando el lugar donde finalmente estaba el cuerpo de Ayerza.

La historiadora Lila Caimari (2012) explica en «Mientras la ciudad duerme, un ensayo sobre el orden social en Argentina entre 1920 y 1945» que el caso Ayerza «constituye un momento importante en la historia de la relación entre opinión pública y mundo jurídico». Fue el suceso que impulsó el proyecto de incorporar la pena de muerte al código penal, con la aprobación del Senado. La sombra de Abel Ayerza sobrevoló los debates en torno al proyecto de Código Penal más severo de la historia argentina.

El caso Ayerza inspiró dos obras de teatro («La Maffia» y «Don Chicho») y tres películas: «Bajo las garras de la mafia» (1933, Ugo Anselmi), «Asesinos» (1933, José García Silva) y «La maffia» (1972, Leopoldo Torre Nilsson).

EL DESMANTELAMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN CRIMINAL

El secuestro y muerte de Ayerza, significó la caída en desgracia de la mafia. Los apoyos políticos dejaron de ser la «carta fuerte» de la organización criminal. Sin embargo, durante todo el año 1933 la sangre corrió por las calles de Rosario. Prueba de ello, fue el hallazgo macabro de dos cabezas humanas en una escuela de Rosario que pertenecen a los maleantes Dainotto y Pendino. A medida que iban siendo detenidos por la policía y confesaban sus delitos ante un juez, la mafia ejecutaba a sus detractores.

La sangre derramada siguió unos meses más por las calles de Rosario. Con enfrentamientos internos y balaceras con la policía, hasta que la deportación de Juan Galiffi a Italia dio por tierra la mafia y su organización criminal. Galiffi o «Chicho grande» era el «padrino» máximo de la organización criminal rosarina y encontrado culpable del secuestro y muerte de Ayerza. Aunque será recién en 1938 cuando finalmente se cierre el capítulo de esta historia criminal, y es que ese año se encontró el cadáver de Alí Ben Amar di Sharpe, más conocido como «Chicho chico» dado por desaparecido en 1932 y otro de los jefes más importantes de la mafia rosarina, que supo incluso rivalizar con Galiffi y que significaba una incógnita para la justicia argentina y la pieza restante del rompecabezas criminal rosarino.

¿Sabías de este suceso policial y de la mafia rosarina? Desde el archivo del diario El Litoral te compartimos fotos, crónica y titulares de esos días.

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