La inspiración


Por Eugenia Román

Es paradójico tener que inspirarse para hablar de la inspiración, es que yo creo que para casi todo en la vida uno tiene que estar inspirado.


La inspiración es el estímulo o lucidez repentina que siente una persona y que favorece la creatividad, la búsqueda de soluciones a un problema, la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto, buscar una salida, realizar algo con otra impronta. Es especialmente la que siente el artista y que impulsa la creación de sus obras. Pero para que la vida misma no sea tan mundana uno puede inspirarse hasta para realizar una tarea diaria de forma original o imaginativa, reivindicandose a través de esa visión o creación personal movida por la inspiración.


Hay profesiones y rubros que nos permiten ser más creativos que otros, claro. En el maravilloso mundo de los eventos considero que continuamente uno tiene la posibilidad y la oportunidad de no estancarse, de inspirarse y ser creativo, de no plantarse en suelo firme y romper moldes. Desde lo gastronómico, la técnica, los vestidos de novia, las sedes de eventos, la forma de plantear las mesas, las invitaciones, la dinámica del evento, y ni hablar de la ambientación y la deco.


En mi caso en particular necesito de la inspiración y de ese impulso casi como el aire que respiro, la necesito cuando me siento frente a cada persona que me visita en la oficina, la necesito para poder plasmar mi idea en el presupuesto, la necesito cuando voy a comprar telas y géneros lisos o estampados y voy imaginando con los ojos abiertos frente a la mirada incrédula del vendedor. La necesito también intacta la mañana de cada comienzo de armado para visualizar en mi mente un render imaginario que me permite hacer realidad lo que fui planteando meses antes, la necesito cuando me invitan a conocer una nueva posible sede de evento y ahí en donde todos ven un parque enorme o un recinto vacío yo me meto en esa realidad paralela para ver, evaluar y disfrutar cada elemento en movimiento y cada sector disfrutado por invitados; me inspiro tanto a veces y tan profundo que llego hasta imaginar los aromas.

La inspiración necesita de introspección, de exploración, de calma a veces, de adrenalina otras, de silencio, de investigación, de mirar, de cerrar los ojos, de fuerza y de ganas… Pero claro que no todo es color de rosas con ella.

Lo malo de necesitarla tanto es que en esos días en los que falta y en mi conciente esfuerzo por no automatizarme me resisto a hacer sin estar inspirada, esos días son los que desearía que la inspiración sea como el agua que sale de mi canilla. Son días en blanco, en los que uno necesita irse o despejarse, necesita hacer otra cosa distinta para no pensar, desbloquear. Hay algunos encendedores para esos días, uno de ellos es la confianza de quien nos contrata.

Frases como “confío plenamente”, “lo dejo en tus manos” o la que me dijeron hace poco, “libertad a tu imaginación”, son potentes encendedores de la inspiración. Aún así, hay días o incluso semanas blancas en las que desearía hacer un copy paste instantáneo sin culpas, pero ahí gracias a Dios aparece un “stop” rotundo que me alienta a confiar que en breve volverá ese impulso a plantear una ambientación o deco siempre desde una misma mirada pero sin dejar de crear algo distinto.
Hay que inspirarse para trabajar, para cocinar, para amar; hay que inspirarse para existir, porque hacerlo con ese impulso y hacer cada una de esas cosas con creatividad hace que valga el doble.

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