Mata Hari pasó a la historia como exótica bailarina, seductora femme fatale, refinada cortesana y sofisticada espía. Y como tal llegó su final. Hace 100 años, el 15 de octubre de 1917, fue ejecutada en el Bosque de Vincennes de París por soldados franceses.
Se dice que Mata Hari renunció a que le vendaran los ojos, que antes de recibir los disparos mortales gritó a los soldados una obscenidad y que bajo el abrigo de piel, estaba desnuda. Estas son solo algunas de las tantas leyendas en torno a Mata Hari.
“Aún hoy en día es un mito y un misterio”, dijo a dpa Hans Groeneweg, conservador del Museo Fries de Leeuwarden, Holanda. El museo inaugurará con motivo del centenario de la muerte de Mata Hari una gran exposición sobre la figura de esta mujer que nació en esta pequeña ciudad en 1876.
Margaretha Geertruida Zelle era hija de de un adinerado sombrerero y su mujer, pero cuando solo tenía 14 años su madre murió y su padre quedó arruinado.
Gretha se casó con 18 años con el oficial del Ejército Colonial holandés Rudolph MacLeod, de poco más de 20 años, a quien conoció a través de un anuncio publicado por él solicitando esposa. Juntos tuvieron dos hijos y se mudaron a la actual Indonesia.
La vida en la isla de Java resultó ser para Gretha todo lo contrario a lo que soñaba, pues ansiaba conocer mundo. Sin embargo, allí entró en contacto con la cultura asiática y aprendió bailes exóticos, con lo que quedó fascinada.
El matrimonio no era feliz -MacLeod le era infiel- y cuando más tarde murió su hijo con solo dos años, la pareja se separó. Margaretha volvió a Holanda, pero se enfrentó a una gran incertidumbre. No tenía dinero, su marido se había quedado con su hija y no le pagaba ninguna pensión.
En ese momento, Margaretha se encontró ante la decisión más dura de su vida, explica el conservador del museo Groeneweg. “Por un lado desea ser una buena madre burguesa, pero por el otro, le atrae París”, cuenta. Finalmente, decidió ir a París y se cree que nunca más volvió a ver a su hija.
Como mujer separada y sin dinero tuvo dificultades para mantenerse “decente”, según escribió la propia Margaretha. Trabajó como profesora de alemán, sirvienta, modelo de fotos y de desnudos para pintores, pero no conseguía salir adelante.
De modo que decidió inventarse un pasado misterioso y exótico, como princesa de Java y bailarina de un templo. Con su belleza y su pelo oscuro, la historia comenzó a crecer y así pasó de ser una mujer de provincias a convertirse en Mata Hari, “El ojo del día” en malayo.
La mujer dio el salto a la fama el 13 de marzo de 1905, cuando actuó con un disfraz exótico, música extranjera, luz suave y un baile erótico en el museo parisino de arte asiático del empresario Emile Guimet. En la “Belle Epoque”, Mata Hari acertó con su estilo y emprendió una exitosa carrera en Europa que la llevó a actuar en los grandes teatros, incluso en La Scala de Milán.
El mundo se rendía a sus pies, sobre todo los hombres. Mata Hari se dejaba cortejar y permitía que los hombres con poder, dinero y de uniforme financiaran su lujosa vida.
Disfrutó de ello durante más de una década, pero la Primera Guerra Mundial interrumpió su carrera. Además, para entonces ya tenía cerca de 40 años, por lo que no sabía cuánto tiempo más podría seguir siendo deseable.
En 1916 le llegó una oportuna oferta de un diplomático alemán en La Haya. Mata Hari aceptó espiar para Alemania por un anticipo de 20.000 francos y así se convirtió en Agente H21.
“Era totalmente ingenua”, dice el historiador Groeneweg. “Ella solo quería el dinero”. Gracias a sus buenos contactos con oficiales rusos, alemanes y franceses podría haber sido la espía ideal. Sin embargo, nunca consiguió hacerse con grandes secretos. Este año se publicaron las últimas actas procesales francesas y estas no revelaron ningún dato nuevo.
Cuando el servicio secreto francés encarceló a Margaretha Zelle el 13 de febrero de 1917, al principio ella no se lo tomó en serio. Simplemente se quejó de la suciedad y los bichos en prisión. Pero cuando conoció la condena, suplicó en vano a sus amantes que la ayudaran.
Hoy en día todos los historiadores están de acuerdo en que Mata Hari fue un oportuno chivo expiatorio para Francia por las grandes pérdidas que sufrió el país en la guerra. Era muy fácil culpar del decaimiento moral de las tropas a una tentadora espía.
“Mata Hari era la mujer equivocada en el momento oportuno”, escribió el historiador Edwin Ruis.
Su imagen de peligrosa femme fatale la convirtió en inmortal y su mito sigue viviendo en libros y películas. Pero al final su fama provocó su hundimiento. Como si lo previera, en 1904 escribió: “Sé que esta vida acabará con una desgracia”.