Una serie de iniciativas privadas locales nos señalan la presencia de un público diverso ante la difusión de ciertos bienes culturales en el verano de 1931.
TEXTOS. Mariano Rinaldi. FOTOS. Archivo El Litoral.
La historia cultural y social nos proporciona un lente conceptual para observar una nueva dinámica urbana en la ciudad de Santa Fe a comienzos del siglo XX. Los espacios de sociabilidad y sus manifestaciones culturales se vieron resignificados con la llegada de las industrias culturales masivas y un nuevo uso del «tiempo libre». Una serie de iniciativas privadas locales nos señalan la presencia de un público diverso ante la difusión de ciertos bienes culturales.

LAS PRIMERAS BANDAS DE JAZZ QUE RECIBE SANTA FE
En 1931, el empresario y productor santafesino Leopoldo Samper fue el encargado de contratar a una banda cubana de jazz para que tocara en vivo en el Teatro Moderno, hoy conocido como Centro Cultural Provincial Francisco «Paco» Urondo.
Por esos años El Litoral compartía con sus lectores: «Hace tiempo no podemos escuchar una jazz band, a menos que sea por radio, verdaderamente buena. Samper ha comprendido que hacía falta en la ciudad un poco de música yankee y la ha traído. Hoy llegaron «Los Negros Cubanos» y mañana se presentan en el Moderno. Fundamentalmente creemos que tendrán una sala llena».
Con la llegada a Argentina de los primeros músicos negros de jazz a partir de la segunda década del siglo XX, Santa Fe se convierte en testigo privilegiado del desembarco musical del jazz en estas costas del litoral. La llegada de la banda «Los negros Cubanos» nos señala la expectativa del público que por aquellos años existía alrededor de este ritmo caracterizado por una gran improvisación en vivo. Además, el rol de la radio en cuanto a la difusión de géneros musicales y un gran abanico de propuestas culturales que asociados a las salas de cine y teatro construyen un circuito cultural en la ciudad que luego tomará el nombre de «cultura de masas».
A fines de la primera guerra mundial, los músicos argentinos comienzan a escuchar y ejecutar jazz en estas tierras, la dificultad de conseguir partituras originales hacía que los directores y sus bandas tocasen «arriba» de los discos. El jazz y el tango son primos hermanos y la difusión de ambos corre de la mano por aquellos años.

En 1927 la visita a Buenos Aires de la orquesta de Sam Wooding representó una especie de bisagra para los músicos porteños, se pudo apreciar de cerca a una banda de reconocimiento internacional y disfrutar de sus sonidos y experiencias. En 1933, el jazz se hace presente en una de las primeras películas argentinas: «Los tres berretines», de Enrique Susini, en donde aparece como banda de sonido de la apertura para caracterizar a la metrópoli de Buenos Aires como «caótica y ultramoderna».
Por otro lado, Argentina fue parte de un «circuito cultural atlántico» que tiene como espacio privilegiado a las ciudades portuarias: Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro conectadas con el resto del mundo. En este sentido, es interesante marcar aquello que el sociólogo Gilroy conceptualiza como el «atlántico negro», es decir, formas culturales transnacionales originadas en un transito interno que supuso el trafico de esclavos africanos en América, que presentan características rizomórficas y transculturales, y que luego se reconvirtieron y resignificaron con la expansión global de las industrias culturales en el siglo XX, en donde el jazz cumplió un rol crucial.

«GÁLVEZ LITTLE GOLF»
Sobre Boulevard Gálvez y esquina Sarmiento se instaló una moderna cancha en miniatura para jugar golf. Construido sobre uno de los paseos más elegantes de la ciudad (hoy plaza Pueyrredón) fue un punto de encuentro y reunión para la élite santafesina.
Titulaba El Litoral en 1931: «El Golfito, deporte de moda». El golf requiere para su práctica extensos campos de juego y largas caminatas para sus jugadores. La crónica periodística decía: «La afición entre los santafesinos era escasa. Los ingleses eran los que se mostraban más consecuentes con el golf (…) si a alguien no se le ocurría la extraordinaria idea de reducir sus dimensiones, seguro este deporte seguiría siendo como lo es hasta hoy». Esta instalación en miniatura que recrea un campo de golf, era una opción muy exitosa entre los veraneantes de la costa atlántica, cuando la ciudad de Mar del Plata, a comienzos del siglo XX, era reservada solo para el turismo de élite, un lugar para el ocio distinguido.
Replicando ese suceso veraniego marplatense, pero en nuestra ciudad, el «golfito» fue un furor el verano de 1931. Cuando cae la tarde en la ciudad y sus canchas se ven repletas de concurrencia, con el palo de golf en la mano y la pequeña pelota a sus pies, los adultos se sienten niños. Deben hacer diez hoyos para ganar el match de parejas. La sociabilidad estrecha sus lazos entre expresiones de júbilo por quienes resultaron vencedores y olvidan, por un momento, los absorbentes compromisos sociales.
Podemos considerar que el siglo XX ha sido, entre otras cosas, el siglo del deporte. Para 1914 muchas de las disciplinas introducidas por los británicos se habían desarrollado en buena parte del territorio nacional. Estas prácticas deportivas son contemporáneas a la internacionalización creciente de los intercambios económicos, sociales y culturales que experimentó nuestro país en el siglo XIX y XX. De esta manera, la expansión del deporte en la Argentina se puede asociar al desarrollo de la sociedad civil ya que los clubes deportivos generan espacios de autonomía y participación.
Las diferentes disciplinas deportivas que se fueron arraigando en Santa Fe eran practicadas por diferentes sectores sociales. Así, por un lado, el fútbol, boxeo, ciclismo y automovilismo se construyeron como deportes populares y de masas, en donde el público que asistía a sus eventos era partícipe del espectáculo deportivo que rodeaba a los ídolos y la identificación con ellos era un lazo social muy fuerte que continúa hoy en día. Por otro lado, ciertas disciplinas deportivas como el cricket, tenis, polo y golf formaron parte de un espacio social de élite transitado por aquellas personas que «ocupaban parte de su tiempo» en practicar deporte a manera de sportman.
