La vergüenza pasó de moda


Por Lucila Cordoneda.

Si, si amiga así como lo escuchás.


Cada vez son más las voces que se alzan celebrando las diferencias.
Qué pasa entonces que aún seguimos escuchando, o escuchándonos decir, “no hago tal o cual cosa”, “no me pongo tal o cual prenda”, “no me animo”, “qué van a decir” y miles de etcéteras tan aburridos como prejuiciosos…
“Me encantaría, peeeeeero, me da mucha vergüenza”, “no es para mi”, “vos porque te animás”, “a vos porque te queda bien” …


¿Perdónnnnnn?


¡Cuánto daño nos han hecho y nos hacemos a nosotras mismas!
Nos han aleccionado durante décadas respecto a cómo debíamos comportarnos, contestar y vestir.


Diseñaron nuestras vidas diagramando hasta que carrera, profesión o vocación desarrollar, entrometiéndose sin pudor, nada más ni nada menos en lo que se suponía era “nuestro futuro”.


Señalaron y acomodaron perfectamente cuál era nuestro lugar y cuáles eran los roles que debíamos desempeñar, mostrándonos, incluso lo que podía sucedernos si osábamos salirnos de ese papel.


Hemos aceptado sumisa y naturalmente que definan a qué edad correspondía que hiciéramos qué cosas, establecieron nuestros lugares de residencia y hasta el número de hijos que debíamos tener.


En fin, podríamos estar horas haciendo un desarrollo tan exhaustivo como requete sabido.


No estoy diciendo ninguna genialidad, lo sé, y hay quienes lo hacen mucho mejor, más claro y hasta más entretenido que yo.


Solo estoy intentando una muy escueta introducción a lo que pretendía, sea una invitación a pensarnos un poco más desvergonzadamente.


¿Qué dice señora?
Eso, hablemos de la vergüenza, sin vergüenzas.


Y ojo, eh. Que nadie está exento. Es cierto, rotundamente, que en esto las mujeres llevamos las de perder, vamos a la cabeza de toda restricción, norma y mandato, pero acá no hay diferenciación de género cara mía.
“De la vergüenza no se vuelve”, nos enseñaron.
Tremendo cargar con semejante juicio…


¿Y saben qué es lo más triste? Que Con los sentimientos pasa algo parecido.
“No demuestres tanto lo que sentís, te debilita”


“Los demás se aprovechan”

“No llores adelante de la gente”

¿¿¿What???

¿Qué nos pasa señores y señoras?

Afirmo, en cambio, que mirar permanentemente cómo luce el otro, o creerse con la potestad de juzgar si sus conductas son ridículas o socialmente aceptables, puede resultar, eso si, vergonzante. ¿No les parece?
Insisto… ¿qué nos pasa?

¿Por qué tanta necesidad de “junar” con “la ñata contra el vidrio” tanta vida ajena, cuando tenemos una propia que está esperando anciosa ser vivida a full?


¿Por qué estar tan pendiente del otro cuando tenemos tanto para mirarnos, conocernos y sobre todo tanto prejuicio que derribar, tanto por disfrutar?
¿Qué nos pasa? No lo sé, lo único que sé es que la vergüenza y el miedo solo provocan pérdidas…

Si, pérdidas amiga, de momentos maravillosos, de autenticidad, de disfrute, de oportunidades de conocer, y sobre todo hace que nos perdamos nosotros mismos.

Si, querida Mal Aprendida mía, solo logran perdernos en un inmenso mar de dudas, inseguridades y pena innecesaria.


¡La pucha qué vale la pena estar vivo!, dijeron por ahí, y sobre todo vale la pena ser fiel a uno mismo y a nuestra propia esencia.
Y el resto que se ría tranquilo.


¿Y yo? Yo, me Río de Janeiro. ¡Y vos también!

¿Quién no ha sentido vergüenza alguna vez? A mí me ha sucedido en ocasiones, y arden los momentos en mi memoria o más bien en mi carne, porque parecen tan hirientes que su dolor es físico. Se trata de un sentimiento tan destructivo que nos es muy difícil de manejar; la vergüenza nos da mucha vergüenza, y si yo ahora te pidiera que contaras públicamente alguna de tus vivencias más vergonzosas, probablemente te incomodaría hacerlo, salvo que se tratara de un recuerdo de infancia, por ejemplo, en el que ya no te sintieras implicado.

“Venenosa vergüenza” Rosa Montero
Previo 5 tendencias en maquillaje para noche
Siguiente ¡Esas cabezas!