El 15 de octubre se celebró el Día Mundial del Lavado de Manos, hábito cuya importancia quedó en evidencia con la pandemia de COVID-19.
TEXTOS. Dra. Paola Caro, directora médica de vittal.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), lavarse las manos con agua y jabón reduce entre un 50% y 65% el riesgo de contraer infecciones cutáneas, infecciones a los ojos, parásitos intestinales, enfermedades diarreicas y la neumonía, que juntas son responsables de la mayoría de muertes infantiles.
Por todas estas razones, es fundamental concientizar a la población sobre cómo el adecuado lavado de manos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. Reforzar las prácticas de saneamiento e higiene, especialmente en los niños y niñas, es clave porque los hábitos adquiridos en edades tempranas son los que van a perdurar a lo largo de la vida.
Para que el lavado de manos sea efectivo es importante hacerlo correctamente, es decir, con agua y jabón o con soluciones antibacteriales a base de alcohol, y en momentos clave del día. Debemos lavarnos las manos antes de tocarse la cara, después de toser o estornudar si no se ha tenido la precaución de hacerlo sobre el pliegue del codo, después de ir al baño, antes y después de cambiar pañales, antes de preparar alimentos, después de tirar la basura, antes y después de atender a un enfermo, después de estar en lugares públicos y/o tocar animales.
El uso del jabón facilita la frotación, lo que permite disolver la grasa y eliminar la suciedad que contienen la mayoría de los gérmenes. Para lavarse las manos correctamente, debemos humedecer las manos y cubrirlas con jabón, luego frotar toda la superficie, incluidas las palmas, el dorso, entre los dedos y especialmente debajo de las uñas, por lo menos 20 segundos. Finalmente, se deben enjuagar bien con agua corriente y secarlas, ya sea con una tela limpia o agitando las manos.
Con estos pasos nos aseguramos que los gérmenes queden donde tienen que estar: afuera de nuestras manos.