Levantar las ruinas


El simple paso del tiempo no fue sólo el motivo de la debacle de la Casa de la Cultura. Santa Fe tiene que evitar mayores destrucciones de su patrimonio.
Textos. Alejandrina Argüelles.

 

Con alegría teñida de cierta tristeza leí en el diario acerca del presupuesto asignado para reparar /restaurar (no es lo mismo una cosa o la otra) la ex Casa de la Cultura, mal llamada Casa de los Gobernadores.

Muy bien enfocada la nota, desde ya, pero bueno es recordar que toda la descripción de los detalles constructivos, o casi toda, pertenece al pasado, o sea que lo que falta es muchísimo, y en parte irrecuperable.

Varios profesionales a lo largo del tiempo han hecho propuestas de restauración. Uno de los trabajos iniciales y más completos que llegó a nuestras manos fue el realizado por los arquitectos Clara Supisiche y Rubén Chiappero y el ingeniero Jorge Terpin. Desde estas páginas nos ocupamos muchas veces del tema, recorrimos el edificio y su entorno tanto en función periodística como junto a la Asociación de Amigos, con los profesionales interesados.

A lo que el tiempo, la desidia y las manos ajenas fueron destruyendo se fue sumando también un cúmulo de disparates de funcionarios diversos.

RESTAURAR Y REFUNCIONALIZAR
¿Por qué traigo esto hoy a colación? Es con la leve esperanza de que los santafesinos vayamos tomando conciencia acerca de la enorme tarea que significa la obra que por fin se decide encarar este gobierno. Y que en acertadas palabras del ministro Julio Schneider se trata de rescatarla no sólo por su valor arquitectónico e histórico sino que “no funcionará allí la parte administrativa (del Ministerio de Cultura), sino que serán espacios vinculados a la expresión cultural”, o sea que ya se ha pensado en un uso acorde con su estructura, algo que al no tenerse en cuenta en años pasados contribuyó a acelerar su deterioro.

Y también con otra leve esperanza: de que no dejemos destruir nuestro patrimonio histórico. Pienso por ejemplo en lo que sucedió con la casa del Brigadier usada como Archivo Histórico y que hace poco colapsó; pienso en la casa de Sor Josefa e incluso en algunas de sus obras mal preservadas; pienso en los Tribunales Viejos donde hoy funciona la Escuela Mantovani, uno de los edificios más antiguos de la provincia (circa 1870) declarado Patrimonio Nacional, que podría integrar el circuito turístico y que pocos santafesinos saben de qué se trata. Pienso en la pequeña celda (hoy desaparecida por demolición) donde descansó Belgrano cuando pasó por aquí al mando del Ejército del Norte, que sería un ejemplo vivo de la grandiosa humildad del héroe.

Santa Fe, una de las ciudades más antiguas del país, ya no tiene Cabildo, ni La Jirafa, ni la última recova, ni en las escuelas se hace hincapié en esto que es “el libro de piedra” donde se aprende quiénes somos.

ENTRE DISPARATES Y DESIDIA
Y así sucedió con esta casona, la última que queda de ese estilo. Pasan por mi mente la infinidad de disparates de diversos gobiernos, funcionarios que se creían sucesores de César Pelli, otros bien intencionados pero poco conocedores, en fin un cúmulo de situaciones que condujo al deterioro, en algunos aspectos ya casi definitivo.

El tema da para largo, pero como para que recordemos a qué se enfrentan quienes encaren la recuperación/ restauración de la casona quiero recordar que, por ejemplo, se usó como boliche nocturno, lo que motivó serios problemas en su estructura; se destinó parte de su jardín a guardar ambulancias y autos y otra parte a una construcción que subsiste. Varios ex funcionarios sugerían una pintadita y arreglar sólo la escalera para poder cortar cintas inaugurales.

En la administración Reviglio, si mal no recuerdo, hubo una presentación de una maqueta (fui a cubrir ese acto) para transformarla en residencia de gobernadores, con varios despropósitos constructivos incluida una pileta en la terraza.

También funcionó como Ministerio de Bienestar Social, oportunidad en que se hicieron divisiones arreglos espurios, más el constante trajinar de gente, en una casa jamás pensada para tal fin, lo que agrandó el camino hacia la debacle.

Un hito importante en ese derrotero de abandono y destrucción fue el robo, hace varios años, de dos vitreaux completos, con sendos cupidos (amorcillos). Evidentemente no fue tarea de rateros casuales ni improvisados, pero lo que más llamó la atención fue que las autoridades no difundieron de inmediato el hecho “para no alertar a los ladrones”, según explicaron.

En fin, una frutillita en el postre: un funcionario del área cultural de hace varios años confundió (o desconocía la existencia de) la Casa de la Cultura con una cancha de bochas, hacia la cual derivó en su momento un subsidio que era para arreglos en la casona. “Cosas veredes Sancho”, decía Don Quijote.

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