En el acto fallido hay un conflicto. Una lucha entre tendencias en niveles fuera de la conciencia y cuya pelea no se manifiesta en sueños o palabras, sino en acciones.
Textos. Psic. Gustavo Giorgi.
¿Te pasó alguna vez que terminabas de escribir un correo dirigido a un compañero, comentando algo negativo de tu jefe, y sin querer lo dirigiste a tu superior?
¿Nunca dejaste (justo) el papel que esa persona no debe ver en su escritorio? ¿O saber que hoy venía uno de los directores y te manchás la corbata (que nunca usás) con café?
Una más: Sabés que debés entregar un trabajo el miércoles a última hora, y al momento de imprimirlo caés en la cuenta que la máquina se quedó sin tinta hace dos días y olvidaste avisar al responsable…
Estas y otras tantas situaciones similares, propias de la cotidianeidad en cualquier empleo, pueden ser leídas como simples equivocaciones, o bien buscar explicarlas por otro lado.
Freud es el inventor del concepto “acto fallido” y dice, entre otras cosas, que “las funciones fallidas son verdaderos fenómenos psíquicos y entrañan siempre un sentido y una tendencia, constituyendo la expresión de determinadas intenciones, que a consecuencia de la situación psicológica dada no encuentran otro medio de exteriorizarse. Tal situación, es, por lo general, la correspondiente a un conflicto psíquico y en ella queda privada de expresión directa, y derivada por caminos indirectos la tendencia vencida” (1). “Si queremos proseguir consecuentemente nuestra interpretación de las operaciones fallidas (…) nos veremos obligados a suponer que en el hombre hay tendencias que pueden ser eficaces sin que él sepa nada de ellas. Pero con esto nos ponemos en contradicción con todas las opiniones predominantes en la vida ordinaria…” (2).
Como ya se dijo en esta columna otras veces, recuerden si no la historia de aquel jefe que se quedó a mitad de camino por no haber resuelto su conflicto paterno (3), el hombre intenta negar casi sistemáticamente la preponderancia del inconsciente en sus actos diarios.
Y… te preguntaste alguna vez: ¿Por qué ese nombre? ¿Qué significa exactamente que sea un acto y además fallido?
Lo primero a entender es que en el acto fallido hay un conflicto. Una lucha entre tendencias en niveles fuera de la conciencia y cuya pelea no se manifiesta en sueños o palabras, sino en acciones. Su “para qué” queda en la oscuridad en nuestra conciencia, la que supone que estos actos sorprendentes realmente no poseen un objetivo o no guardan vínculo con una causa específica. Sin embargo, el hecho de carecer de explicación lógica no implica que no tengan un sentido: El asunto es que éste es inconsciente y por eso no podemos comprenderlo en forma directa.
Entonces, y esto es fundamental, puede decirse que el sentido del acto fallido es tramitar aquel conflicto.
Una vez comprendido eso, te invito a leer la clasificación freudiana y desde allí pensar tales situaciones o conductas extrañas para la vida de vigilia, a los fines de dar cuenta de las mismas.
El acto fallido como intento de evitar un disgusto (displacer).
“¿Cómo se llamaba ese tipo que nos visitó hace unos días? El que vendía ese sistema tan interesante… El de bigotes… Pero si lo tengo en la punta de la lengua…”.
“¿Alguien vio la lapicera que trajo Alberto, que no la encuentro?”.
O anotar el número de teléfono y los datos de un cliente clave en un papel cualquiera que, mágicamente, se pierde…
Según Freud: “El motivo que más frecuentemente nos mueve a reprimir una intención, obligándola así a contentarse con hallar expresión indirecta en un acto fallido, es la evitación de displacer. De este modo olvidamos tenazmente un nombre propio cuando abrigamos hacia la persona a quien corresponde un secreto enfado o dejamos de realizar propósitos que sólo a disgusto hubiéramos llevado a cabo, forzados, por ejemplo, por las conveniencias sociales. Donde más claramente se nos muestra la evitación de displacer como causa de estos fallos funcionales es en el olvido de impresiones y experiencias (…). La memoria es harto parcial y presenta una gran disposición a excluir de la reproducción aquellas impresiones a las que va unido un afecto penoso, aunque no siempre lo consiga” (4).
Puede verse en esta explicación lo que te comentaba al inicio, un conflicto entre tendencias: Malestar hacia una persona versus necesidad de ser “políticamente correcto”. O disgusto por ir a determinado lugar y olvidarse el pasaje o tomar otro colectivo.
Errores en el habla.
Cuando se quiere decir una cosa y se dice otra, o cuando se manifiesta algo que uno intentaba ocultar. O directamente cuando se expresa lo opuesto a lo planeado.
Respecto al último caso, quizás uno de los ejemplos más comentados de la historia argentina reciente se dio cuando un candidato a vicepresidente manifestó en un acto multitudinario elegir la dependencia antes que la liberación (respecto del extranjero) pretendiendo gritar justamente lo contrario.
En el laburo los ejemplos pueden ser graciosos o trágicos, según toque la posición del protagonista. Tener un jefe al cual la mujer le fue infiel y confundir la palabra “medialunas” con “cuernitos” podría ser fatal.
El Desplazamiento.
Tal como ocurre con los sueños, existen mecanismos que a partir de la censura consciente nos hacen creer cosas que no son.
En estas situaciones, la comprensión del acto fallido es más compleja, debido a que las representaciones psíquicas (llámense ideas o pensamientos) se han vestido con otra ropa. Se disfrazaron.
En el sueño, lo típico es. “Ayer soñé con Juan, pero no era Juan”. En el acto fallido, como otra manifestación del inconsciente, el mecanismo de desplazamiento aparece en que un olvido de un nombre puede ser a consecuencia del vínculo que establecimos entre esa persona y otra que nos genera displacer.
Posiblemente uno de los ejemplos más comunes de esto se da cuando intentamos recordar el nombre de un actor de cine en medio de una divertida charla. No sería un forzamiento pensar que ese actor tiene algo en común con una persona generadora de displacer (un amigo, vecino, padre, hermano, solo por citar algunas posibilidades).
El extravío de objetos y el fallido como acto mágico.
Hace algunos años, pasaban por la tele una propaganda muy cómica de gente que, incapaz de viajar por cuestiones de dinero, azotaba con mucho gozo los regalos-recuerdos (souvenirs) que le traían sus amigos, en una clara muestra de envidia. De forma análoga, una rotura accidental de una cosa, un descuido y también un olvido de objeto se inscriben dentro de esta lógica inconsciente, que muestra la existencia de una puja entre tendencias.
Así, “perdemos objetos cuando nos hemos enemistado con el dador y no queremos acordarnos más de él, o también cuando han dejado de gustarnos y queremos crearnos un pretexto para sustituirlos por otros mejores. A ese mismo propósito en relación con un objeto sirven también el dejar caer, el romper, el destrozar (…). El extravío temporal de objetos no es, por lo común, sino la realización inconsciente del deseo de verlos desaparecer, y su rotura, la de sustituirlos por otros mejores (…). Al mismo fin pueden servir también el dejar caer la cosa, estropearla o hacerla añicos” (5).
En las empresas puede observarse que los regalos hechos por viajantes de otras organizaciones, por ejemplo lapiceras, son muy vulnerables a ser extraviados por aquellos colaboradores que observen de mala forma a ese proveedor o a su representante comercial.
En síntesis, cuando te sorprendas por haber hecho o dicho algo extraño, y que incluso pudo hacerte reír, recuerda que esos actos siempre tienen un sentido, aún cuando no sepamos cuál es…
1.“Múltiple interés del Psicoanálisis”. Freud, Sigmund. 1913. Ed Amorrortu. Obras Completas
2.“Conferencias de Introducción al psicoanálisis”. Freud, Sigmund “Conferencias de Introducción al psicoanálisis”. 1915-6. Ed. Amorrortu. Vol 15.
3.“Cuando el inconciente es un obstáculo en tu carrera profesional”. Revista Nosotros 9 de febrero 2019.4.“Múltiple interés del Psicoanálisis”. Freud, Sigmund. 1913. Ed Amorrortu. Obras Completas.
5.“Conferencias de Introducción al psicoanálisis”. Freud, Sigmund “Conferencias de Introducción al psicoanálisis”. 1915-6. Ed. Amorrortu. Vol 15.