La carrera de «la Negra», desde el anonimato a su consagración definitiva, resultó meteórica y llena de los más variados matices en su expresión interpretativa, en el soporte instrumental que la acompañó y en la elección del repertorio.
Textos. Enrique Madeo.
«Cantante es el que puede y cantor el que debe».
Facundo Cabral
Por los comienzos de los años sesenta el fenómeno del tango parecía derrumbarse, el populoso «Club del Clan» ganaba día a día más adeptos, y así, casi sin darnos cuenta, entre Aníbal Troilo y Palito Ortega, entre Johny Tedesco y Julio Sosa, la llamada música folklórica se fue filtrando y avanzó hasta alcanzar insospechados índices de popularidad.
Variados son los factores que influyeron a ello. Uno, es la industrialización del país y la migración de miles de personas de las provincias hacia Buenos Aires, conllevando transformaciones étnicas y culturales en la población. Otro, es que en febrero de 1963, en Mendoza se generó el lanzamiento del Movimiento del Nuevo Cancionero, teniendo como principales protagonistas a Mercedes Sosa, su esposo Oscar Matus, Armando Tejada Gómez y Tito Francia, entre otros. Pero desde lo masivo, sin lugar a dudas, el festival de Cosquín se enarbola entre todos como el de mayor preponderancia. A él concurrían los ya consagrados y aquellos otros que pugnaban por obtener el reconocimiento más preciado, el aplauso del público.
Edición tras edición, Cosquín fue creciendo teniendo como a uno de sus ejes de mayor gravitación a su conductor, Julio Márbiz. Claro está, detrás de los músicos, de los aplausos, por aquellas épocas como por estas, para subir al escenario mayor del festival, jugaban intereses ajenos a lo puramente artístico.
En la 5ª edición del festival, en 1965, estando en el escenario el inolvidable Jorge Cafrune, por iniciativa propia y en contra de los deseos de los organizadores, hizo subir de entre el público a una casi desconocida Mercedes Sosa, , presentándola así:
«Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora, y me voy a recibir un tirón de orejas por la comisión, pero qué le vamos a hacer, siempre he sido así, galopeador contra el viento. Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que, como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa».
Mercedes subió al escenario y cantó Canción del derrumbe indio, de Fernando Figueredo Iramain, acompañada solo por su bombo. Y así comenzó, con su charango, charanguitooo… El público estalló en aplausos y vivas aún antes de que finalizara la canción, convirtiéndola en la sorpresa del festival.
Pocos pudieron imaginar que aquella mujer de sencillo aspecto, avergonzada por los destratos de los integrantes de la comisión del festival, pudiera transformarse años después en uno de nuestros íconos culturales de mayor representación en el mundo. Pero fue así. La carrera de aquella humilde tucumana, desde el anonimato a la consagración definitiva; desde su primer disco, La voz de la zafra (grabado en 1962), al último, Cantora (editado en el 2009), resultó meteórica, dejándose observar en ella los más variados matices. En su expresión interpretativa, en el soporte instrumental que la acompañó, en la elección del repertorio.
Es que todo tuvo su sentido, y a ese sentido siempre se encargó de denunciarlo a viva voz. Cuando estaba en la Argentina, cuando debió irse, cuando volvió, cuando grabó junto a Ariel Ramírez, o cuando lo hizo con José Luis Castiñeiras de Dios o con Charly García.
Su inicio en el canto se remonta a su adolescencia cuando con sus compañeras del colegio fueron a LV12, donde había un concurso. Por temor a ser descubierta por su padre, Mercedes se presentó con el nombre de Gladys Osorio y cantó Triste estoy, de Margarita Palacios. Al terminar, el dueño de la radio le dijo: «El concurso concluyó y lo ganaste vos». A partir de entonces se dedicó al canto, aunque siempre sentía un enorme pánico escénico cuando cantaba en público.

TUCUMÁN, MENDOZA, BUENOS AIRES
En esa primera época, Mercedes tenía como referentes musicales a Margarita Palacios y a Antonio Tormo, el cantante que masificó la música folklórica en la Argentina a principios de los años cincuenta.
Sus actuaciones se repartían entre actos partidarios del peronismo, el circo de los hermanos Medina y la radio, donde cantaba boleros en el conjunto de los Hermanos Herrera, dirigido por Tito Cava.
En 1957 se radicó en Mendoza y contrajo matrimonio con el músico Oscár Matus, con quien tuvo un hijo, Fabián.
Matus y Mercedes establecieron con el poeta y locutor Armando Tejada Gómez una sociedad artística de gran trascendencia: el Nuevo Cancionero. Mendoza resultaría así uno de los lugares entrañables para Mercedes; allí fue madre y se formó artísticamente.
También se encargó de destacar su afecto especial por Montevideo, donde fue tratada por primera vez como una gran cantante, en una serie de actuaciones que realizó en radio El Espectador y en Canal 12.
En 1962, ya en Buenos Aires, Mercedes lanzó su primer álbum, La voz de la zafra, el que fue grabado debido a la insistencia de Ben Molar, un músico polifacético vinculado a la música popular de Buenos Aires, quien fue uno de los primeros en reconocer su talento. El disco, que careció de difusión, fue luego reeditado bajo el título de Canta Mercedes Sosa. Su segundo álbum fue Canciones con fundamento (1965) compuesto, al igual que el primero, sobre la base de las canciones de Matus y Tejada Gómez.
En 1968 lanzó Con sabor a Mercedes Sosa con «La añera» de Arsenio Aguirre y Atahualpa Yupanqui, y «Al jardín de la República» de Virgilio Carmona, tema con el que siempre se la identificaría.
En la primavera de 1969 realizó su primera presentación en Chile. Simultáneamente grabó un disco simple dedicado a dos autores chilenos: en el lado A, «Gracias a la vida» de Violeta Parra y en el lado B, «Te recuerdo Amanda» de Víctor Jara.
En 1970 incluyó en su disco El grito de la tierra el tema «Canción con todos» de Armando Tejada Gómez y César Isella, incluyendo además «La Pomeña» de Gustavo Leguizamón y Manuel J. Castilla.
Sobre el cambio de década publicó tres discos conceptuales en colaboración con el compositor Ariel Ramírez y el letrista Félix Luna: Mujeres Argentinas (1969), Navidad con Mercedes Sosa (1970) y Cantata Sudamericana (1971). En el mismo año grabó uno de sus álbumes más destacados, Homenaje a Violeta Parra, en tributo a la cantautora chilena. En 1972 lanzó Hasta la victoria, con temas como «Balderrama» y «La arenosa» de Leguizamón y Castilla y «Los hermanos» de Yupanqui.
EUROPA
En enero de 1973 realizó su primera actuación en España, durante la dictadura franquista, en un recital realizado en el Palacio de los Deportes de Barcelona, del que la dictadura prohibió que se realizara publicidad. Pese a ello el lugar se colmó y la gente coreó sus canciones. Ese año publicó el álbum A que florezca mi pueblo donde incluyó «Cuando estoy triste», un poema de José Pedroni musicalizado por Damián Sánchez; «Se equivocó la paloma», un poema de Rafael Alberti musicalizado por Carlos Guastavino. Y también Traigo un pueblo en mi voz, con «Cuando tenga la tierra» de Daniel Toro y Ariel Petrocelli,y «Triunfo agrario» de César Isella y Armando Tejada Gómez.
En 1974 la cantante estadounidense Joan Báez visitó la Argentina y en su recital cantó a dúo con Mercedes Sosa «Gracias a la vida», tema que le dio nombre al álbum en español que había grabado ese año y que había conocido por la versión de Mercedes de 1971.
Simpatizante de Juan Domingo Perón en su juventud, apoyó las causas de izquierda política a lo largo de su vida, afiliándose al Partido Comunista en los años sesenta. Tras el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 fue incluida en las listas negras del régimen militar y sus discos fueron prohibidos. Pese a ello, en ese año y recién instalada la dictadura, lanzó La mamancy, donde incluyó el «Poema nº 15» de Pablo Neruda musicalizado por Víctor Jara.
Mercedes trató de permanecer en la Argentina pese a las prohibiciones y las amenazas, hasta que en 1978 en un recital en La Plata, fue cacheada y detenida en el propio escenario y el público asistente fue arrestado. Durante la dictadura militar y mientras se encontraba censurada, lanzó varios álbumes, destacándose en 1977 Mercedes Sosa interpreta a Atahualpa Yupanqui, una de sus obras más logradas; y en 1979, Serenata para la tierra de uno, tomando como mensaje principal la canción homónima de María Elena Walsh. También en 1977 grabó un simple con dos canciones de Milton Nascimento, «Cio da terra» con Chico Buarque y «San Vicente» con Fernando Brant. Inició así la costumbre de incluir canciones brasileñas, algo inhabitual en la música hispanoamericana de ese entonces. Algunas de ellas se convertirían en clásicos de su cancionero, como «María María» también de Nascimento y Brant, que estrenaría al volver a la Argentina en 1982.
El exilio fue muy doloroso para Mercedes. Su segundo esposo, Pocho Mazitelli, había fallecido el año anterior, en 1978 y ella ha contado que en ese momento llegó a pensar en suicidarse.
Víctima de un hostigamiento intolerable, «la Negra», pues así quedó perpetuada en la memoria popular, en 1979 debió exiliarse, primero en Francia y luego en España continuando con su exitosa carrera, brindando recitales y grabando discos, más allá de esa angustiante sensación que le generaba el no poder volver a su país, ni compartir lo cotidiano con su gente.
En 1981 grabó en Francia el álbum A quién doy, con la dirección musical y artística de José Luis Castiñeira de Dios, quien aportó un sonido renovado y un enfoque latinoamericano del repertorio que influiría decisivamente en su canto. El título está tomado de la canción de Julio Lacarra con el cual se inicia el álbum, el que incluye otras canciones que permanecerían en su repertorio habitual, como «La flor azul» de Arnedo Gallo, «Cuando me acuerdo de mi país» del chileno Patricio Manns y «Los mareados» de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo, el primer tango grabado por la cantante. A quien doy fue lanzado en Argentina con un repertorio diferente del original, ya que la censura no admitió que se difundieran «Sueño con serpientes» de Silvio Rodríguez, «Fuego en Anymaná» de César Isella y Armando Tejada Gómez, ni «Gente humilde» de Vinicius de Moraes y Chico Buarque.

EL REGRESO
En febrero de 1982, después de tres duros años, Mercedes volvía a su país y aunque las condiciones políticas no eran las adecuadas, como toda vez que las garantías constitucionales estaban suspendidas, su regreso se constituyó dentro de la historia de nuestra música popular, en uno de los hitos de mayor trascendencia social.
El lugar elegido fue el Ópera y el día, el 18 de febrero de 1982. A esos fines, los promotores de la vuelta de «la Negra» a la Argentina desarrollaron una estrategia de difusión inédita en esos tiempos: empapelaron la ciudad de Buenos Aires anunciando el regreso de Mercedes Sosa con diez funciones. No dudaban tanto de la convocatoria, sino más bien del impacto que ese evento podría tener en la sociedad argentina, mas no existieron obstáculos para que el fervor popular de miles de argentinos desbordaran el teatro durante trece funciones.
Como aquella noche de enero de 1965 en Cosquín, la noche de febrero en el Ópera volvía a someter a Mercedes a la evaluación más importante a la cual se puede someter a un cantante o a una cantora: al reconocimiento popular.
Los diecisiete años que separaban una presentación de la otra parecían fusionar a aquella mujer insegura, acompañada solo por su bombo, subiendo al escenario del festival de la mano de Jorge Cafrune; a esta otra, segura, combativa, junto a el guitarrista Omar Espinoza, Domingo Cura en bombo y percusión, y José Luis Castiñeira de Dios en bajo, más famosos invitados.
Ingresar en su discografía, es como abrir un abanico multisonoro, el cual en ningún momento te deja de sorprender. Iniciada la década de los sesenta y ya en Buenos Aires, Mercedes Sosa llegó al disco con la grabación de La voz de la zafra. Un disco que no tuvo mayor trascendencia y donde predominaron temas de la autoría de Tejada Gómez y Matus, y su rica discografía se cerró en el 2009 con Cantora, un disco doble con sabor a despedida en el cual «la negra» grabó treinta temas a dúo cerrándolo con la interpretación del Himno Nacional Argentino. Entre ambos extremos y sólo a modo ejemplificativo, me animo a destacar los que siguientes.
Yo no canto por cantar (1966)
Fue su tercer disco y con el que obtuvo el reconocimiento popular que nunca la abandonaría. El mismo tiene en su portada un retrato de Carlos Alonso, pintor mendocino adherente al Nuevo Cancionero; y en su contratapa se pueden leer halagadores términos escritos por Juan José Manauta. «Cantante no convencional», la llamó en cierta ocasión un periodista, dando muestras de sagacidad y penetración. Y es cierto. Sin perjuicio de las leyes más generales del canto popular, Mercedes ha roto con esquemas, ardides o triquiñuelas que medien -en realidad estorban- en la comunicación con el oyente. Cantante no convencional, suscribimos, pero no improvisada. Libre de adulteraciones de recursos espurios, pero estudiosa, espontánea, más no repentista. Nada mejor que este disco para observar la evolución ascendente de la artista en ese camino suyo que ha debido recorrer sin concesiones a lo fácil y a lo trillado, y por eso mismo tan difícil.
En cuanto al repertorio elegido, además de interpretar temas de Alma García, Arsenio Aguirre, Ramón Navarro y Daniel Viglietti, entre otros; logró versiones insuperables de Zamba para no morir (Hamlet Lima Quintana , Norberto Ambros y Alfredo Rosales), Canción del derrumbe indio (Fernando Figueredo Iramain), Zamba azul (Armando Tejada Gómez y Tito Francia), Tonada (Manuel Rodríguez de Pablo Neruda y Vicente Bianchi) y La zamba del riego (Armando Tejada Gómez y Óscar Matus).
Mujeres argentinas (1969)
Reúne ocho poemas de Félix Luna con música de Ariel Ramírez, en la voz de Mercedes Sosa. En él se rinde homenaje a las mujeres de Argentina, simbolizadas en la figura de varios personajes: Juana Azurduy, Alfonsina Storni, Rosarito Vera y otras.
Es por eso que «Mujeres Argentinas» presenta distintos tipos dentro de sus protagonistas: desde la guerrillera que peleó por la emancipación en el Alto Perú hasta la abnegada maestra; desde la poetisa que enriqueció el acervo lírico del país hasta la cautiva que renunció a volver a la civilización; desde la brava tucumana que echaba aceite hirviendo sobre los invasores ingleses, en el alba de la patria, hasta la gringa cuyas manos poblaron el Chaco. Todas ellas forman parte de los fundamentos nacionales, todas le agregaron algo a la evolución de nuestra comunidad, todas merecen ser recordadas en el plano intemporal de la música y el verso.
«Mujeres Argentinas» no constituye una creación unitaria. Está compuesta por temas separados, cada uno en su estilo, su atmósfera y su acompañamiento instrumental diferente. Si la cálida y decidora voz de Mercedes Sosa jerarquiza cada una de las partes que la integran dando a cada tema la exacta sugestión que han querido darle los autores, corresponde señalar también los aportes instrumentales brindados por Ariel Ramírez en piano y clave, Jaime Torres en charango, el maestro Héctor Zeoli con órgano, la guitarra de Tito Francia, y la percusión a cargo de Domingo Cura.
Homenaje a Violeta Parra (1971)
En 1971, en coincidencia con el gobierno de Salvador Allende en Chile, grabó uno de sus álbumes más destacados, Homenaje a Violeta Parra, en tributo a la cantautora chilena, donde vuelve a incluir «Gracias a la vida» y otros temas como «Volver a los 17» y «La carta» con Quilapayún, alcanzando un notable éxito en toda América Latina. Se trata de uno de sus mejores discos y de una interpretación consagratoria tanto para el canto de Mercedes Sosa, como para las canciones de Violeta Parra. El álbum se inicia con un recitado de fragmentos del poema «Defensa de Violeta Parra», que su hermano Nicanor escribiera dos años antes de que Violeta muriera.
Mercedes Sosa en la Argentina (1982)
El registro tangible de uno de los momentos culturales e históricos más importantes de la vuelta de la democracia al país fue la edición del vinilo doble de Mercedes Sosa en Argentina 1982. El disco es el producto de la serie de recitales brindados en el Opera y fue durante mucho tiempo el más vendido de la historia de la música popular en el país. Por otro lado, hasta entonces no se habían realizado demasiados registros en vivo en la música folklórica.
Algunas de las líneas del LP, entonces, quedaron conformadas de la siguiente manera: folklore disruptivo con Raúl Barboza, hacen «El cosechero», de Ramón Ayala. Profundidad melódica con Ariel Ramírez: hacen «Alfonsina y el mar», de Luna y el intérprete. Importancia regional con Antonio Tarragó Ros: hacen «María va». Nuevo folklore con León Gieco: hacen «Solo le pido a Dios». Y tango progresivo con Rodolfo Mederos: hacen «Los mareados», de Cadícamo y Cobián.
«Gracias, Argentina», grita Mercedes cuando termina «Canción con todos» de César Isella y Armando Tejada Gómez, el último tema de todas las noches. «Gracias, Argentina», dice como si todavía no creyera que ella también, nuevamente, volvía a estar en su querido país.
Alta fidelidad (1997)
El disco fue lanzado al mercado en 1997, luego de bastante tiempo de abandono del proyecto, el cual estuvo a punto de no ser terminado, dado los conflictos y desavenencias entre Charly García y el productor Joe Blaney, debido al caótico modo de trabajar de García que incluía diversas maneras de grabar con las que Blaney no estaba de acuerdo. Luego de un tiempo con el trabajo sin terminar, la grabación se retomó con otra producción, con la cual finalmente el disco vio la luz.
El disco se iba a llamar Somos de acá, como dice la canción Los sobrevivientes, escrita por Charly García. Finalmente se editó con el nombre Alta fidelidad. La fusión de la música de Charly con la expresión vocal de Mercedes Sosa tenía como antecedente inicial aquel encuentro en el Ópera a la vuelta de «la Negra», cuando juntos interpretaron «Cuando ya me empiece a quedar solo».
Alta fidelidad contiene un repaso por distintos momentos en la carrera de Charly, habiéndose logrado exitosas versiones, entre las que podemos destacar «Promesas sobre el bidet»; «Cuando ya me empiece a quedar solo»; «Los sobrevivientes», con Alfredo Alcón; «De mi»; «Cerca de la revolución» y «Plateado sobre plateado ( Huellas en el mar)», con música incidental de Lucy in the Sky with Diamonds de Lennon y McCartney; y «Gracias a la vida», de Violeta Parra.
Además de Charly García y Mercedes Sosa, lucen invitados de la jerarquía de Pedro Aznar, Bernardo Baraj, Andrés Calamaro, Alejandro Del Racco, Ciro Fogliatta, María Gabriela Epúmer, Juanse, Rinaldo Rafanelli, Nito Mestre, Gabriel Said y Luis Alberto Spinetta.
La figura de Mercedes Sosa se yergue entre los máximos exponentes de nuestra música y la de América toda habiéndose ganado el respeto y la admiración de generación en generación. Es por ello que su muerte en nada ha debilitado su presencia, la cual se sostiene altiva entre todos.