Canciones, historias, mensajes. La guitarra solista y el tango como excusa. En esta entrega dos recientes discos, Descalza en la lluvia de enero, de Fernando Rossi con canciones propias y Recuerdo, un registro de guitarra sola para clásicos del tango. Pasen y escuchen, para disfrutar de los sonidos en tiempos de tanto ruido.
Por Mili López.
Descalza en la lluvia de enero. Fernando Rossi
(Los Ayala, 2015)
Con aires de trovador, Fernando Rossi nos invita a conocer un puñado de canciones de diversos universos cruzados por el amor, la realidad social y hay espacio para lo fantástico. Su fórmula: la metáfora como bandera y la reunión de un seleccionado de jóvenes músicos de la escena santafesina para embellecer desde los arreglos.
Composiciones propias e inéditas tanto en letra como en música son la carta de presentación de este registro que tiene a la guitarra como vehículo para desandar estas historias con mensajes que dejan huellas. La canción como género es la que reina, pero también se escuchan sonidos litoraleños, rioplatenses e influencias de la trova cubana y en algunas otras hay créditos para el movimiento rosarino.
Abre el disco, el tema que lleva su nombre, con Pablo y José Ayala como compañeros de ruta, en guitarra y bajo respectivamente, y se suma Nahuel Ramayo en batería. Y así pegadito nomás, el cello de Juan Candioti nos introduce en “Girasoles”.
Como un rezo, en “Cruce” la música se pone al servicio de la letra, prevalece el relato a la estructura clásica de canción. “Del aire”, abre el juego a un rico abanico tímbrico, el acordeón de Juan Candioti, los coros de Varinia Zelko, la percusión de Sergio Rosa que se suma a la batería de Ramayo. Con un motivo melódico que se repite y da frescura a la poesía.
“Historieta” presenta un modo de decir, enfatizando en cada palabra con el cello de Candioti y el saxo soprano de Diego Núñez como cauce para la melodía. En tanto, “Guitarra” es como un himno para el instrumento. “Fue de árbol y es madera/y va entonando entre la gente, alertando a la sordera / con sonido diligente, y no es un arma cualquiera / lleva el alma entre sus dientes”.
Como una perlita, la voz de Varinia Zelko eleva la interpretación de “Canción para el silencio” con el acompañamiento sutil de las guitarras, el bajo y los teclados. El río como protagonista y sus sonidos que abrazan el fluir musical.
Rossi sin ser músico profesional, con composiciones sencillas, algunas canciones más parecidas a otras, con algunos puntos destacables desde los arreglos, ofrece un registro donde el aporte es su universo poético, su universo de mente y espíritu. Sabe decir, sabe contar, sabe darle vuelo a las palabras. La canción de amor, la contestataria, la de denuncia, la de ensueño se conjugan en esta propuesta.
En sus propias palabras “Hay tanta música en el mundo que sumar más no es importante, pero sí, me parece, el hecho de crear algo y ofrecerlo. Tal vez, la alegría de crear, sea la única tarea real en este mundo empeñado en acumulado y sobrevivir”.
Escuchar “Del aire” contemplando la laguna desde el puente colgante.
Recuerdo. Mauricio Pitich
(Epsa. 2016)
Mauricio Pitich es un músico inquieto que además de integrar formaciones tangueras de la ciudad de Santa Fe, es un estudioso del género. Desde esa perspectiva no sorprende que haya querido emprender este difícil camino de la guitarra sola dentro del tango. En el imaginario la fuerza y expresividad del tango está en la orquesta, y es esa una de las principales -y obvias- ausencias de este disco.
De técnica impecable, es un disco prolijo que muestra una amplia diversidad desde el abordaje del repertorio. Incluye temas de distintas épocas del tango, con el respeto que merecen los grandes compositores de esta música. Por momentos aparece la guitarra de Grela sobrevolando los temas.
“Lluvia de estrellas”, de Osmar Maderna, es uno de los puntos fuertes del disco por la búsqueda del sonido que incluye punteos, arrastres, arpegios y efectos al servicio de la interpretación. “El pollo Ricardo”, de Luis Alberto Fernández que se estrenara en los 40 por la Orquesta de Di Sarli, requiere de solvencia y soltura, ambas condiciones que reúne Pitich.
Además, el disco cuenta con invitados que son referentes de sus instrumentos dentro del tango. En “Grillito”, un clásico del maestro Horacio Salgán, el bandoneón de Horacio Romo aporta no sólo la rítmica pertinente sino una paleta de colores que empasta el sonido de la guitarra. Mientras que el guitarrista César Angeleri -maestro de Pitich- permite el diálogo entre las cuerdas en “A la guardia vieja”. Y la música de Piazzolla se resignifica en “Romance del diablo” con la flauta melodiosa de Paulina Fein.
Para destacar dentro de la lista, es la versión de “Canaro en París”, donde la guitarra se luce en el cambio de intensidades, la búsqueda tímbrica a partir de la amplitud del registro y la justeza en el tempo.
La bella y reconocida composición de Emilio Balcarce “La bordona” toma relevancia en la escucha a partir de una melodía fluida y al mismo tiempo detallista de cada nota. Como cierre, “Ojos Negros” de Vicente Greco y Julián Porteño muestra la ductilidad de este joven guitarrista para adentrarse en cada estilo dentro del género, aportando momentos sublimes donde la melodía florece con naturalidad.
Este registro se emparenta a la llamada música clásica y no está mal pensarlo así, ya que el tango es el género de música popular que más puntos de contacto tiene con la música académica. Es un disco de guitarra clásica que aborda los temas del tango. Es un buen comienzo para este músico que busca independizarse de los códigos clásicos alimentándose de yeites tangueros para ir hacia la expresión popular. Es la guitarra que manya el lenguaje y pelea “a capa y espada” para apropiarse de cada vestigio de esta música tan rica.
Escuchar “El pollo Ricardo” en una siesta de verano bajo la sombra del sauce.