El argentino logró hacerse un hueco en un mundo dominado por la moda rápida y la jogginetta. Hoy comanda su propia sastrería en la que recibe más de 150 pedidos al año.
TEXTOS. Georgina Lacube.
En el número 961 de la calle Arroyo, en el barrio porteño de Recoleta, se encuentra el atelier de Nicolás Zaffora, uno de los pocos sastres argentinos especializados en bespoke, es decir, en la confección de trajes a medida totalmente hechos a mano. Como los que usan gentleman de la talla de James Bond o Eddie Redmayne.
Este oriundo de la ciudad bonaerense de Azul comenzó su camino en la sastrería de alta gama tras abandonar el monasterio de Luján donde fue monje por casi 10 años. «En esa época, uno de mis superiores me asignó como tarea la confección de las sotanas de todos los miembros. Así, aprendí a coser y cortar esas prendas, que si bien eran muy básicas, tenían una estructura cercana a la de un traje: manga sastre, hombreras y cuello mao. Cuando me fui, me encontré con la encrucijada de qué hacer de mi vida. Tras mucha introspección apelé a eso que sabía hacer para sobrevivir: coser», relata Zaffora, nieto de un talabartero del ejército y de un sastre. Sí, los oficios no le eran ajenos.

Al tiempo y tras pulir sus ideas, entendió que quería hacer una sastrería europea en Buenos Aires. Pero para eso debía aprender todos los secretos y las herramientas para dedicarse a un oficio súper artesanal y ligado al sector del lujo. Con ese fin, no dudó en capacitarse con sastres de renombre hasta que tomó confianza. «Mi casa fue mi primer taller, el cual equipé con una mesa-tablón y una máquina de coser portátil. Al tiempo comencé a recibir pedidos de mis amigos, y tras una inversión de USD 89 decidí abrir mi primer atelier en el histórico Palacio Barolo, ubicado sobre la Avenida de Mayo, en el barrio de Monserrat».
Empezó a crecer y se mudó a su actual y exclusiva boutique donde a diario recibe a profesionales de las leyes y las finanzas que se preocupan por su imagen.
«Hay profesiones que exigen una imagen cuidada, como la de los abogados, que deben tener una imagen que genere confianza. Y este tipo de confecciones es la ideal para eso ya que no existe mejor prenda para el cuerpo masculino que el traje sastre. Eso se debe a que tiene siglos de desarrollo, de hecho existe desde hace 300 años, mientras que el jean hace 100 sin ir más lejos. De hecho, hubo un momento de la historia donde los hombres solo vestían camisas, pantalón y saco porque no existían otras prendas. Se trata de una tipología a la que no hay que inventarle nada dado que ya está muy trabajada», explica el experto.

UN TRABAJO 100% ARTESANAL
En persona, recibe a sus clientes, que llegan a su showroom desde todas partes del país, para idear de manera conjunta los detalles para sus prendas y elegir las telas que mejor le queden. Como novedad, su firma integró sastrería para mujer. «Para ellas hacemos trajes a medida con diseño masculino que se adaptan a su figura, curvas y movimientos, por lo que hay que entallar más en estos casos. En mis diseños empleo géneros en pura lana merino, que es la mejor para estas creaciones», detalla. Y suma: «Nuestro trabajo es 100% artesanal: hacemos los moldes sobre el cuerpo, ajustamos las prendas sobre él y corregimos en función de lo que vemos en esa tela y en la fisonomía de la persona. Y además, después, lo cosemos a mano. Este modo, requiere de todo un feedback con el cliente, de vernos y probar permanentemente para que no haya errores».
¿Cuál es el costo de estas creaciones? A nivel internacional ese valor parte de los USD 2000 y puede llegar a ascender a los USD 8000 o más. Zaffora no cobra esos montos, y prefiere no dar precisiones al respecto. «La sastrería tienen leyes internas y una de ellas es la discreción, que sirve para proteger al cliente, por eso tampoco nunca doy nombres», aclara.

Y hay más. En el 2019 implementó un plan de expansión regional mediante una modalidad antiquísima llamada Trunk Shows. «Lo que hago es visitar países de Latinoamérica como Paraguay, Ecuador y Perú, con mi maletín (o trunk en inglés) de artesano repleto de telas para ofrecer mi servicio. Se trata de un formato muy antiguo, basado en la idea del artesano que viaja de una ciudad a otra para mostrar sus artesanías. En cada lugar que visito me espera una persona local que tiene los contactos. En Latinoamérica no hay muchos sastres que hagan esto, por eso no dudé en adoptarlo a mi modelo de negocio», revela Zaffora, el alma máter de esta marca homónima circa 2010.
«Mi cliente es una persona interesada en vivir la experiencia de hacerse un traje a medida, de elegir la tela entre miles de opciones, de adoptar el diseño entre muchos, y de que eso que eligió le quede bien a él con sus características propias. Eso le debe entrar y quedar bien a él, por lo que el manejo de las proporciones es crucial. Nos lleva entre 80 y 100 horas de trabajo una creación como esta, y entre todo el ida y vuelta con el cliente está lista en 60 días aproximadamente. Es como armar una escultura», precisa.
UN EQUIPO CALIFICADO
Actualmente Zaffora realiza entre 150 y 200 trajes al año. Pero no está solo en el métier. «Trabajo con otros 10 sastres en mi empresa. Fue todo un desafío formar mi equipo ya que es muy difícil encontrar mano de obra calificada en Argentina, incluso porque no hay lugares de capacitación en sastrería bespoke. Quien trabaje conmigo debe saber coser y sentir e interpretar la tela y los cuerpos. Esta es una profesión que requiere de una formación similar a la de un ingeniero, ya que requiere de años de estudio: son 3 años para aprender a coser a mano, otros 2 a cortar y unos 5 años de prácticas en la moda sartorial», relata.
Otros de los retos con los que Zaffora lidia a diario es la falta de insumos en el país. «Mis proveedores de tela son ingleses e italianos. Traigo la mayoría de ellas de afuera ya que es difícil encontrar esas calidades acá. Lo que hay es muy básico. Voy resolviendo los problemas a medida que surgen», amplía.

La moda no es muy amiga de este tipo de creaciones. «En general, en la moda masculina clásica tenemos tendencias por décadas, por eso hablamos de los años ´20, ´30, ´60, ´80. No es por semestre como en el mundo de los locales masivos. Entonces, en los ’90 se impuso, por ejemplo, el saco bien ancho y con hombreras; en los 2000 se achicó; del 2010 al 2020 apareció el furor por el chupín furioso apretado hasta los tobillos y el saco corto que mostraba la cola; y desde ahora y hasta el 2030 es el turno del pantalón recto y de tiro alto, el saco largo y más ajustado al torso y de los pliegues», explica el sastre.
Sin duda, el traje se ha convertido en uno de los estandartes más significativos del hombre moderno, asociado al buen gusto, lo ejecutivo y la prosperidad. Zaffora explica que hay tres tipos de versiones: Ready to Wear (listo para usar), Made to Measure (industrial a medida) y Bespoke (totalmente a mano, artesanal y personalizado). Según el experto, hoy son cada vez más los hombres que buscan este tipo de opciones: prendas artesanales, a medida, y personalizadas. Un lujo.