Paul Auster presenta nueva novela


¿Qué habría pasado si hubiera elegido otra salida? Esa pregunta que todos nos hemos planteado más de una vez es el germen de “4321”, el ambicioso regreso del estadounidense Paul Auster a la ficción después de siete años.

 

Y no, pese a los rumores, esta monumental novela de casi mil páginas no será la última.

 

“Cuando comencé a escribirla pensé que era algo que había necesitado hacer toda mi vida, pero no lo supe hasta que empecé”, contó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en una abarrotada rueda de prensa en Madrid. La escritura fluía “como en una danza”, pero al terminar, le invadió un sentimiento de agotamiento físico. “Recuerdo la última frase: me levanté del escritorio y casi me caigo al suelo”.

 

Pocos días antes de que el 3 de febrero Auster cumpliera 70 años saltaron las alarmas cuando confesó que quizá no le quedaban fuerzas para escribir otra novela, aunque ahora está deseando volver a embarcarse en un nuevo proyecto. “He empezado a escribir algo de no ficción y, después, me gustaría seguir con una novela”, aseguró.

 

El estadounidense, que además de ficción, poesía, ensayos y memorias ha escrito guiones de cine -e incluso llevado a la gran pantalla uno de ellos: “La vida interior de Martin Frost”- sostiene que no suele buscar sus historias, sino que son éstas quienes lo encuentran. Por eso, sus novelas evolucionan lentamente, hasta que personajes y situaciones “dictan la forma”. Esta vez, en cambio, la estructura la eligió él.

 

Como si de un árbol se tratara, Auster narra en “4321” la vida de Archie Ferguson en cuatro versiones diferentes, pero que transcurren todas ellas entre los años clave de la niñez a la edad adulta. “Entendí que lo que escribía era la historia del desarrollo humano, y lo más importante nos ocurre en los primeros 20 años, en los que nuestros cuerpos, mentes y almas evolucionan a lo que somos”, explicó.

 

Aunque Archie no es él, como subrayó en varias ocasiones, Auster sí comparte con su protagonista la Nueva Jersey en la que creció y la Nueva York que siempre lo fascinó.

 

Además, como en la mayoría de sus novelas, también aquí aprovecha para trazar un retrato generacional de la juventud estadounidense, en una época -los años 50 y 60- marcada por el consumo de masas y la lucha por los derechos civiles.

 

No obstante, afirmó, “ese orden mundial en el que vivimos desde la Segunda Guerra Mundial se está tambaleando, o evolucionando a otra cosa”. Y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca es sólo un ejemplo que le hace sentirse “miserable y frustrado”. En su país, sostuvo, seguirá habiendo racismo hasta que no se aborde “con honestidad” lo que sucedió con la esclavitud. “Rezo para que (Trump) no llegue a otro mandato”, confesó.

 

Eso sí, si él tuviera las respuestas a conflictos como el de la amenazadora Corea del Norte, que acaba de probar supuestamente una bomba de hidrógeno, “no escribiría libros, sino que trataría de buscar la paz mundial”. Por eso tampoco le gustan las etiquetas de “postmodernista” o “escritor del azar” con las que la crítica lo define. “No veo interpretaciones místicas en mi obra, sólo contemplo cómo funciona el mundo y lo que le sucede a la gente”, explicó.

 

“Yo no soy un filósofo, sólo cuento historias”. Y las historias con las que ha lidiado a lo largo de su bibliografía tratan de lo que él define como “lo inesperado” o “las mecánicas de la realidad”, que no es más que las “cosas raras que nos suceden” y que pueden determinar -o no- la vida de cualquier persona. “Pero los seres humanos son capaces de tomar decisiones y hacer planes. Unas veces logramos llevarlos a cabo, aunque a menudo no lo conseguimos”.

 

Así, tras una rueda de prensa que comenzó con un homenaje a su fallecido amigo y poeta John Ashbery, Auster se despidió contando los dos “acontecimientos inesperados” de su vida. El primero, que recrea en “4321”, fue presenciar la muerte por un rayo de un niño en un campamento de verano. “Aquello me enseñó que el mundo en que crecí no es sólido, que a cualquiera puede sucederle cualquier cosa, y eso ha moldeado todo mi pensamiento”.

 

Y el segundo fue conocer a su mujer, la escritora Sidi Hustvedt, hace ahora 36 años. “En todo el mundo sólo teníamos una persona en común”, contó, y sucedió que precisamente acompañaba a Hustvedt a la misma lectura de poesía en Nueva York a la que Auster acudió. “Empezamos a hablar, terminó la lectura y seguimos, pasamos la noche juntos y desde entonces no nos hemos separado”, contó. “Si no hubiera ido a esa lectura no la habría conocido, no habría nacido mi hija y mi vida sería diferente”. Lo inesperado, a veces, no tiene por qué ser malo.

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