Por Euge Román.
Generalmente en esta época del año es cuando aprovechamos la mayoría de los que trabajamos en eventos (y algunos tantos otros seres humanos) para tomarnos unos merecidos días de descanso después de haber terminado la temporada 2019 casi con el último aliento en medio de un diciembre revolucionado y cargado de fiestas, reuniones y celebraciones.
En lo personal me tomo las vacaciones como lo que son, días de ocio y descanso, así que busco poder estar en lugares que me den eso: paz y tranquilidad. Entre montajes y entrevistas en este rubro se convive y trabaja con muchas personas diferentes a diario, así que para una geminiana huraña como yo, nada mejor que encontrar silencio en la naturaleza y días sin horarios, lejos del ruido de las playas multitudinarias y las grandes ciudades. Huyo de las personas casi como si éstas tuvieran algún tipo de epidemia. Me reservo dentro de un núcleo familiar al que siento cápsula protectora y destino los días a hacer lo que a veces me quedo con ganas: cocinar algo rico, leer algo pendiente, tomar sol de vez en cuando y descubrir rincones y momentos que me enamoren, que me sorprendan (tengo temor a perder la maravillosa capacidad de sorprendernos).
Aun así me resulta inevitable estar conectada, pero desde otro lugar: compartir lo que descubro y lo que disfruto. También me resulta inevitable mirar esos nuevos descubrimientos con ojos de decoradora, ya sea porque encuentro en la naturaleza especies que imagino colocadas en los eventos o porque voy a un lugar bonito a cenar y veo cada detalle con el asombro de mi hijo menor en una juguetería.
Y es así que al regresar uno empieza a planificar una nueva agenda y el inicio de una temporada alta que comienza en febrero y por lo visto durará hasta mayo, reiniciando en septiembre (¡gracias a Dios!). En seguida las hojas se llenan de reuniones y visitas pendientes, y de nuevos proyectos y lugares. Es que cada año me sorprende un nuevo proyecto casi sin querer queriendo.
Las entrevistas y reuniones de inicio de año post vacaciones son tan relajadas, lindas e inspiradoras como las de otoño. Todos estamos con el chip reseteado, con las ganas renovadas, nuevas ideas y fuerzas. Un encuentro en el inicio de año para proyectar algo tan lindo como lo es una celebración hace que se transforme en una charla de amigos. A veces me encuentro con pedidos de presupuestos por mail, por MD de Instagram o whatsapp y, salvo algunas excepciones en las que no es posible por las distancias, en las demás los invito y trato de que las entrevistas sean personales, los recibo con mates en la casita/taller y me dispongo del tiempo necesario para intentar personalizar lo mejor que puedo cada evento. Ya hablamos en otra ocasión sobre lo que me gusta hacer machetes y recordarme tal o cual detalle que destacaron los novios, o el énfasis que le pusieron a algún ítem.
Cada año inicio con nuevas ganas, y también -como buena geminiana- lo raro de todo este asunto es que aún no me aburrí. Creo que se debe a que cada vez que uno se sienta a charlar con alguien distinto para un nuevo evento, ese otro a veces desea cosas que invitan a superarse, desafiarse, crear y crecer.
Siempre me digo que el día que yo haga lo que hago sin la ilusión que me motiva para hacerlo, ese día voy a dedicarme a otra cosa. Mientras tanto tomo lápiz y papel y me pongo manitos a la obra porque tengo varios pendientes para responder.
¡Feliz comienzo de año porque es una nueva oportunidad para todo!