El pintor santafesino Mariano Arteaga cuenta en una entrevista íntima con Revista Nosotros todo acerca de su trabajo en el museo de La Casa Torre de García D’Ávila en Playa do Forte, Salvador de Bahía.
Textos. Soledad Vittori. Fotos: Pablo Aguirre y gentileza entrevistado.
“Cada niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo un artista una vez que hemos crecido”, dijo el pintor español Pablo Picasso.
Mariano Arteaga, un reconocido artista santafesino, no tuvo problemas en mantener esta faceta artística a lo largo de los años. Ese amor por agarrar un lápiz o un pincel y plasmar sus ideas en una hoja sigue tan latente como cuando era pequeño. Para él, la pintura es un medio de expresión donde muestra el mundo a través de sus ojos. Es un lenguaje que refleja su espíritu. Y con ello, sus emociones, sensaciones y estados de ánimo.

Ya en sus primeros años el pintor santafesino mostró su inclinación por el arte. Se pasaba el día entero con los lápices de colores yendo de acá para allá. Luego, al entrar en la Escuela Industrial Superior, el dibujo tomó parte preponderante de su vida tanto en la parte técnica como artística. Allí descubrió que su vocación estaba ligada a esta veta. Por lo que, una vez finalizado el secundario, decidió emprender sus estudios superiores en la carrera de arquitectura y mantener de manera paralela su formación en pintura en la Escuela Provincial de Artes Visuales “Prof. Juan Mantovani” hasta que los horarios se superpusieron y tuvo que seguir dibujo en talleres individuales.
Al respecto, Mariano agregó: “Son 7 años de estudios en el Industrial y después otros 7 años en arquitectura, cuando todavía no estaba todo digitalizado. En todos esos años me acostumbré a trabajar en distintas dimensiones, distintos tamaños y con distintas herramientas.
Estábamos todo el tiempo con el papel y el lápiz aprendiendo cosas nuevas. Cuando uno adopta una pasión de chico el ojo se agudiza mucho más. Pasa lo mismo con los músicos. No es lo mismo que aprendan de pequeños a tocar un instrumento a que lo hagan de grandes”.
La Casa Torre de García D’Ávila
“Fui a conocer Playa do Forte en Salvador de Bahía en el año ‘92, cuando todavía era una aldea de pescadores.
Tenía unos amigos viviendo allá y fui a visitarlos. En esa oportunidad conocí la casa de García D’Ávila.
Posteriormente volví a Santa Fe pero nunca perdí contacto con mis compañeros y diez años después, cuando una fundación decide restaurar el castillo que se encontraba muy dañado y hacer un museo en el mismo predio, a unos pocos metros de la casa, mis amigos que sabían de mis aptitudes para la pintura me recomendaron para la labor. La fundación convocó a distintos artistas. Presenté un proyecto con ideas de pinturas para el museo cuya temática era el proceso de construcción de la Casa Torre de García D’Ávila para que me seleccionen y fue así que en el año 2002 quedé”, remarcó el entrevistado.
La construcción del museo se realizó de una manera muy propia de la arquitectura autóctona. Una galería abierta que se encuentra techada pero sin cielorraso. Si bien el museo está semienterrado para que no afecte la visión de la Casa Torre y en consecuencia protegido por la piedra y la vegetación del lugar, pero esta defensa no alcanza. Las inclemencias del clima, como ser: el salitre del mar, la humedad y los bichos; erosionan todo a su paso.

Los murales
El museo tiene como eje central una maqueta donde se muestra cómo era la Casa D’Ávila cuando se construyó, antes de sufrir los daños producto del tiempo. Esa réplica en miniatura está rodeada con por seis murales de dimensiones colosales elaborados por el propio Mariano Arteaga donde cuenta a través de los dibujos cómo fue el proceso de construcción de las distintas partes de la edificación.
En relación a esto, Mariano acotó: “Cada mural llevó su tiempo. Uno solo puede demorar entre dos y tres meses. A diferencia de un trabajo normal donde una persona puede trabajar 8 horas de corrido, el artista no. Necesita descansar para poder apreciar lo que está haciendo. Trabaja dos o tres horas seguidas, descansa y vuelve a pintar otras dos horas más. Pero es importante despejar la cabeza porque pintar te cansa mucho la vista.
Nunca me asustó pintar en grandes tamaños, no le tengo miedo. Uno puede diseñar de una manera y cuando lo traspasa al mural surgen cambios y correcciones inesperadas. La pintura en pequeños formatos es otra cosa, mucho más controlada. En escalas más grandes cualquier imprecisión se nota mucho más y la corrección también es más visible, por eso muchos no se animan. Es más difícil” aclaró.

Además, añadió: “Para que la obra dure el mayor tiempo posible se pinta con la pintura de mejor calidad. El tema es que estas obras están montadas sobre madera y expuestas a las inclemencias del clima. Entonces esto dificulta mucho que duren con el paso del tiempo. Por este motivo, en diciembre me convocaron para evaluar uno de los seis murales que yo mismo hice, el que se encontraba en peor estado, para restaurarlo. Cuando viajé a Playa do Forte y vi el mural directamente propuse volver a hacerlo de cero porque donde tocaba se descascaraba. Era imposible salvar lo hecho. Fue así que emprendí nuevamente la bella tarea de realizar este trabajo, respetando la misma idea anterior y agregando algunos elementos nuevos sin alterar el concepto inicial”.
Proyectos a futuro
“Probablemente continúe con la remodelación de los otros cinco murales restantes si así lo disponen las autoridades que manejan el museo. Además, armé mi propia galería de arte en Santa Fe, sobre calle Francia, donde antiguamente tenía mi estudio de arquitectura. La forma de trabajar como arquitecto cambió con la era digital y ya no se necesitan espacios tan grandes ni lugares de almacenamiento de archivos como antes. Hoy todo va en un pendrive. Entonces transformé ese espacio en una galería que está abierta para todo aquel artista que quiera exponer sus obras. Se establece un tiempo de permanencia y le aportó a los pintores los marcos y el montaje de la misma. Todo un combo que viene con el alquiler de la sala. La idea es poder brindar a los jóvenes que recién empiezan un servicio al alcance de su mano.
Por otro lado, sigo con mis trabajos de acuarela, de acrílico y de diversas técnicas; y tengo mi taller privado en ese mismo lugar, donde doy clases de pintura. Todo esto sumado a mi trabajo de arquitectura” finalizó el artista.

Quién fue García D’Ávila
“García D’Ávila desembarcó en la costa brasilera de Salvador de Bahía aproximadamente en el año 1549, como un acompañante de la flota portuguesa. En poco tiempo se desarrolló a través del comercio y se convirtió en el mayor latifundista de Latinoamérica. Construyó unas pocas casas, una capilla y su propia vivienda denominada la Casa Torre, apodada como castillo porque parecía una fortaleza medieval europea. Esta se fue edificando por partes, razón por la cual surge la idea de los murales del museo” detalló Mariano Arteaga.