Rumania: donde reinan las leyendas y misterios del pasado


Tierra de encantos y terror por partes iguales, la autora nos lleva a recorrer Bucarest y una de las atracciones más terroríficas: el castillo de Drácula.

Por: Nidia Catena de Carli.

El silbato del tren resuena imperioso en la estación ferroviaria de Constanza, próxima al Mar Negro.

 

Son las siete de la mañana y el tren se pone en marcha con destino a Bucarest, la capital de Rumania. El trayecto no es extenso, tan sólo 204 kilómetros me separan de esta ciudad, envuelta de leyendas y misterios del pasado.

 

La llegada del alba me toma por asalto, mientras las largas noches frías quedan atrás, dejando ahora el disfrute de una mañana que promete acompañarme entibiando mi alma y dándome fuerza para explorar la parte de este país, que está lejos aun, pero es el principal motivo de este periplo.

 

El tren continúa brioso por llanuras y mesetas, atravesando pequeños pueblitos de ensueño envueltos en una tibia atmósfera bucólica, tan sólo interrumpida por el silbato del tren, o bien, el cencerro de las vacas o el grito de los pastores que se comunican con sus cornos de un campo al otro.

 

A lo lejos diviso la presencia de un gran espejo de agua: es el estuario de, nada menos, el gran río Danubio, que viene a desembocar en el Mar Muerto.

 

A esta altura del trayecto el barman me trae un humeante café con brioches. El olorcito a café y confituras despierta a los que aun dormían. “¡Qué rico café!” -comento- pero, veo con asombro que me miran y mueven la cabeza en forma extraña. Pregunto -con una mezcla de idiomas- “¿Qué significa mover la cabeza de un lado a otro?”.

 

– El camarero me responde “y… les agradó el café, son búlgaros y así se expresan”. ¡Una rara particularidad más, para tener en cuenta!

 

Mientras tomo el desayuno, el tren continúa por Rumania atravesando poblados de ensueño, diseminados entre bosques y campos sembrados. Los braceros dejan sus herramientas y nos saludan con sus pañuelos multicolores.

 

Durante el trayecto abrí mi cuaderno de apuntes y refresqué mi memoria con lo estudiado cuando proyecté este viaje: Bucarest o Bucaresti (capital de Rumania) fue mencionada en documentos desde 1459, durante el reinado del temible Príncipe Vlad, el Conde Drácula, que amerita un capítulo aparte.

 

En la actualidad es el centro político, administrativo y cultural del país. El arte, la arquitectura,los museos y las antiguas iglesias, hacen de Bucarest una ciudad-capital que merece ser conocida.

 

EL ARRIBO A BUCAREST

 

El tiempo pasa aprisa cuando uno está disfrutando de paisajes nuevos, de la gente que habla un idioma incomprensible -para mí- y siento, que me miran con disimulo y curiosidad.

 

El tren llega a horario a la emblemática estación Gara Nord, muy antigua, con sus altísimos techos de hierro, como tantas en toda Europa.
Al descender busco ansiosa al guía que se convertirá en mi sombra, en esta metrópolis ¡tan apasionante!

 

Allí estaba Mirko, que me saludaba agitando una banderita argentina ¡qué emoción! Levanto los brazos con un pañuelito en mi mano derecha -según lo convenido-. Después de estrecharnos las manos le pregunto- “¿Por dónde empezamos Mirko?”.
Nos acompaña al autocar y comienza exclamando: -”Sean todos bienvenidos a Bucarest ‘El París del noreste europeo’”. Toda una declaración, muy inesperada. Pensé ¿por qué será que esto mismo ya lo había escuchado en muchos países? En fin, los slogans venden.

 

A los pocos minutos de iniciado el recorrido, ya estábamos en una amplia avenida con grandes espacios verdes salpicados de edificios de estilo neoclásico codeándose con otros modernos.

 

Luego de unas cuantas vueltas, el autocar para frente a un enorme edificio, tanto es así, que no alcanzo a ver dónde termina.

 

Mirko nos anuncia: “En la capital de Rumania hay muchas atracciones y monumentos para visitar pero el Parlamento de Rumania es, sin dudas, el más popular de todos desde que fuera erigido en 1985 por el Dictador Nicolae Ceausescu, a quien se le ocurrió la descabellada idea de levantar esta gigantesca mole (la segunda más grande del mundo de uso civil, siendo El Pentágono la primera en el área militar).

 

“Para su construcción se demolieron siete mil viviendas en la zona alta, escuelas, iglesias, sinagogas, etc. Como todo dictador no le importó lo que quería la gente, si no, ensalzar su brutal poderío ante un pueblo con muchas otras necesidades.

 

“Se la bautizó como La casa Poparuluí o casa del pueblo. Desde allí parte una gran Avenida Central emulando los Campos Elíseos parisinos que la llamó El boulevard de la Unificación, es el doble de ancho y de largo de su homónimo de París. Pero no pueden compararse en elegancia y belleza al francés”.

 

Luego, de esta necesaria introducción, la mayoría decidimos conocer el famoso Parlamento.

VISITA AL PARLAMENTO RUMANO

 

Mirko nos guía en este laberinto de inmensas y magníficas salas iluminadas por grandes lámparas de cristal.Tiene -nada menos- que mil salas, todas decoradas en distintos colores, la Roja tiene un tapiz bellísimo del mismo tono de sus cortinados y candelabros con velas rojas.

 

La sala Verde tiene tapices, candelabros de cristal y cortinados bordados en oro y plata.

 

De las mil salas a los grandes balcones, donde se divisa una postal imperdible: lo que me llama la atención son las grandes construcciones en bloques de los años 80, que me recuerdan a Moscú y San Petersburgo, construidas por el dictador Ceausescu, siguiendo los patrones del Kremlin.

 

Puedo distinguir claramente que es una ciudad rodeada por hermosos bosques, en medio de los cuales surgen antiguos palacios, iglesias y monasterios. También alcanzo a ver dos lagos que rodean la ciudad.

 

LAS PERLAS DE LA CIUDAD

 

Llegó la hora de dejar el Parlamento y seguir conociendo esta urbe tan distinta a todas las conocidas.

 

Continuamos el periplo con una excursión panorámica hacia el emplazamiento del Museo Village, localizado a la orilla del lago Herastrau, donde se puede respirar el modo de vida de los campesinos rumanos y las casas típicas de las distintas regiones, lo mismo que los productos típicos que allí se manufacturan.

 

La siguiente parada será la Plaza de la Revolución, lugar histórico donde los rumanos comenzaron su lucha en 1989 hasta derrocar al dictador.
Dos visitas imperdibles en el casco antiguo de Bucarest: La iglesia Metropolitana (1654-1658) y el Palacio del Patriarca, la cabeza de la iglesia Ortodoxa Rumana.

 

TRANSILVANIA: TIERRA REGADA CON SANGRE

 

Transilvania es una región cargada de leyendas y misterios que -literalmente- erizan los pelos del más guapo.

 

Recorrer las rutas hasta llegar a Brasov es como volver al pasado: poca gente transitando sus carreteras semi-desiertas, lo más frecuente son los carros cargados de pajas, otros llevan verduras al mercado de una comarca cercana.
En ambos lados del camino diviso antiguas aldeas muy pintorescas rodeadas de foresta.

 

El país que se extiende más allá de los bosques, tras las huellas del Conde Drácula, me sorprende el impresionante espectáculo de de sus montañas, bañadas por cristalinos ríos y la espesura de la vegetación, envuelta en un áurea enigmática.

 

Levanto la mirada y allí nomás los abruptos Montes Cárpatos me rodean. De pronto el sol desaparece y la bruma de la tarde impone su presencia. Siento temor, pero debo seguir hasta el final. Miro a los otros viajeros que plasman esos extraños paisajes y calmo -en parte mis temores-. Lo sabía …. ¡y ahora estaba jugada!

EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

 

Había llegado y estaba pisando, casi enterrándome, en las negras tierras de Vlad III de Valaquia, más conocido como El conde Drácula, príncipe de las tinieblas.
Un hombre cruel, aterrador y perverso que propinaba a sus enemigos el castigo más doloroso y sangriento: el empalamiento de sus cuerpos.

 

Mirko -el guía- se sube a una piedra y nos pone en clima, comienza explicando: “El Castillo de Bram, más conocido como el Castillo de Drácula fue erigido en 1377 aproximadamente”. Antes de entrar se impone conocer la verdadera historia de este temible personaje que de verdad existió.

 

Drácula fue un sanguinario príncipe rumano, capaz de las peores atrocidades para satisfacer su sadismo.

 

Su nacimiento se sitúa no muy lejos de esta fortaleza, en Sighisoara, provincia de Transilvania) en 1428 y muere decapitado en 1476 en las cercanías de Bucarest.
El fue el real heredero del cruel Vlad Dracul, príncipe de Valaquia, llamado El Diablo y de donde viene el apodo de Drácula, es decir, “hijo del diablo”.

 

Es importante aclarar que según los historiadores, Vlad pasó corto tiempo en este castillo y sucedió cuando fue capturado por sus enemigos turcos que lo encerraron en la mazmorra.

 

Ahora, por fin, entramos todos al patio central del castillo de donde se accede a diferentes recintos como la Sala de la Cancillería, con muebles estilo renacentista con grandes cortinados y alfombras. De allí pasamos al dormitorio real, barroquísimo, con una cama de color negro de donde parten cuatro columnas salomónicas adornadas con bajorrelieves. ¡Es un lugar tétrico!

 

Lo más importante es entrar en la cripta del Conde, iluminada por gran cantidad de velas y candelabros y un gran retrato de Drácula que parece mirarme con sus crueles ojos desorbitados.

 

En el centro del recinto dos ataúdes forrados en terciopelo rojo invitan -a quienes tengan el valor- a pasar una noche “inolvidable”, sin ajos ni cruces de plata. Arrullados por el aullido de los lobos que rondan el lugar y el incesante aleteo de enormes vampiros.

 

La novela “Drácula” del escritor Bram Stoker, está inspirada en el real personaje conocido como Vlad III El Empalador. De lo que no hay certeza es si Drácula se alimentaba de sangre humana.

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