Sábatos, sábados y sabáticos


Por Carlos Mario Peisojovich (el Peiso)

 

Les cuento que una de mis lecturas favoritas durante mi niñez era sumergirme en “Tesoros de la juventud”, que todos los sábados hasta las 7 de la tarde leía en la casa de mi “Dolce Bita” (mi abuela, la mamá de mi padre)… así le decía porque era diabética, una dulzura total.

 

¿Por qué los sábados? Porque en una vieja radio escuchaba los partidos de la B comentados por el Bachiller y relatados por el supergenio de Fioravanti.

 

¡Ja! Y ahora, aquí, entre Nosotros, y a modo de susurro, es el siete junto al sábado el verdadero consecuente de mis oníricas Peisadillas experimentadas.

 

 

La música que me envolvió, sin haber tenido surround ni estéreo, desde el viejo combinado del living, cuando por entonces recién comenzaba la banda de sonido de la película de mi vida, fueron los inmortales Amadeus, Vivaldi, Cafrune, Sinatra, Pourcel, el Varón del Tango y Guarany. Y por supuesto, el disco de colores de los siete enanitos, sin olvidarme de Fantasía de Disney. Siete letras, siete estilos.

 

 

El sábado siete de este mes comenzamos a compartir recuerdos y relocos. Mi adorado nieto Francisco, hijo de “el Nico” (que se llama así por el irrepetible Nicolás Mancera, culpable de Sábados Circulares, el primer programa ómnibus de la historia televisiva), me dijo una vez “te quiero, pero sos muy egocéntrico”. No es necesario explicar lo que es más que evidente: que así lo es. Pero en mis frecuentes caminatas por nuestra ciudad -no únicamente en el centro, sino también en los barrios- me han recordado que la locura no solo sale por TV o se escucha por mi voz, sino que tiene forma de letras, oraciones, párrafos… mis Peisadillas ¡Bah!

 

Lo que son las cosas… ahora, en el mundo viral, mis Peisadillas llegaron a Europa en donde durante veinte años viví de lo que me gusta y suelo hacer: los medios, la publicidad, la cultura y el periodismo.

 

 

Sabatina es mi forma de vivir y me di el soñado gusto de hacer y rehacer la radio los sábados. Sabática fue mi vida en toda Europa, donde Serrat -mi adorado juglar catalán- castellanizó en canción, no en español, “que nadie es extranjero en ningún lugar”. Y es en un sábado donde vos querido compinche lector y lectora, no necesariamente coetáneo y coetánea, estamos compartiendo. Y antes de partir hasta el sábado que viene, te aviso -porque el que avisa no traiciona- que la pelota va a estar rodando y no sé en qué campito va a caer. ¿De qué lado de la grieta vas a estar? Yo, de la “Grieta” Garbo.

 

 

 

Previo Las perchas
Siguiente Con sabor local