Un rosarino en Medio Oriente
La capital iraní registra un intenso movimiento en sus calles, aunque eso no impide que salga a flor de piel la principal característica del pueblo iraní: su hospitalidad. Un rosarino en Medio Oriente y su repaso por sus atractivos más relevantes y consejos para tener en cuenta ante un posible viaje, en esta nota.
Textos y fotos. Juan Chiummiento ([email protected])
EL BARRIO DE DARBAND es un lugar que todo visitante debería recorrer, pues se trata de un inigualable paseo gastronómico.
Es viernes a la noche en Teherán y el fin de semana está concluyendo (sí, leyó bien: en este país los días hábiles van del sábado al miércoles). Dos turistas salen de la boca del metro buscando contemplar la torre Azadi, símbolo de la libertad para el pueblo iraní. Descolocados, observan a su alrededor una tumultuosa e improvisada estación de autobuses, donde los avisos de los próximos servicios se mezclan con las ofertas de los vendedores ambulantes. Muchos gritos en el aire pero ninguna torre a la vista. Le preguntan al primer hombre que cruzan cómo llegar a destino, pero éste sólo suelta palabras en persa. No importa, el local marca en su celular el número de algún contacto bilingüe. En el medio, un policía que escuchó la conversación intenta dar alguna indicación. La llamada no puede realizarse, pero no pasa un minuto y aparece un tercero, que en un perfecto inglés larga un “Can I help you?” (¿Puedo ayudarlos?). En un breve lapso de tiempo los desorientados turistas estarán contemplando una de las bellezas arquitectónicas de la ciudad. La anécdota bien puede resumir el espíritu de la capital asiática: intensa -mucha gente todo el tiempo en todos lados-, pero con una gran hospitalidad hacia el extranjero, que puede disfrutar de variados atractivos sin temer a la barrera idiomática.
Aquí viven 8 millones de personas, aunque los días laborables la cifra puede aumentar a 12 millones. El número se hace palpable en las principales arterias céntricas (Valiasr St, Emam Khomeyni St, Panzdah-e-Khordad St) pero toma cabal dimensión en el Gran Bazar, catalogado como el mercado callejero más grande del mundo. En sus 10 kilómetros de calles internas puede encontrarse prácticamente todo lo que el ser humano necesita para su vida diaria, desde vestimenta hasta alimentos, pasando por alfombras que pueden llegar a costar 15 mil dólares ¿Velitas para un cumpleaños familiar? ¿Un botón necesario para dejar como nueva una vieja camisa? También.
Buena parte de las decenas de miles de personas que circulan diariamente por el bazar son comerciantes del interior del país, que compran al por mayor para luego revender en sus ciudades. Adquieren sus productos en alguno de los locales y luego los trasladan fronteras afuera del mercado. Este último servicio es realizado por “carretilleros”, que se abren paso entre la multitud al mejor estilo Fórmula 1. Un trabajo duro, que tan bien fue retratado por la magnífica película paraguaya 7 Cajas.
Perderse entre sus callejones merece una mañana completa. Y lo de “perderse” es bien literal, ya que resulta imposible ubicarse una vez dentro del bazar. Si uno tiene suerte, puede toparse con una bella mezquita, o tal vez con algún patio interno donde recargar su botella de agua (punto para Teherán: el agua es potable en toda la ciudad).
A unos pocos metros del mercado se encuentra el Golestan Palace, otro de los atractivos principales de la capital asiática. Se trata de un antiguo complejo palaciego que fue transformado en museo luego de la Revolución Islámica de 1979 _la cual puso fin al período real en Irán_. En su interior puede observarse la opulencia de los reyes que condujeron al país por casi cinco siglos, con tronos hechos de puro mármol o habitaciones llenas de lujuriosos espejos. La entrada general cuesta 4,5 dólares y luego se agregan tarifas extra según la cantidad de salas que uno desee visitar. Una recomendación: entrar al Main Hall, que incluye la posibilidad de observar un amplio catálogo de regalos diplomáticos (incluso algunos de Napoleón o de la reina Victoria I).
EL GRAN BAZAR es el mercado callejero más grande del mundo.
CIUDAD GENTIL
La hospitalidad del iraní también puede trasladarse a la urbe en sí misma: si bien está repleto de laberínticos callejones, es posible dividirla en grandes manzanas cuyos bordes son frondosas avenidas. Estas últimas pueden ser atravesadas mediante autobuses que realizan recorridos troncales, con paradas cada 400 metros. El boleto cuesta 500 riales (apenas un centavo de dólar) y se paga con tarjeta, pero no se preocupe por conseguir alguna, pues seguro alguien podrá marcar por usted. Eso sí: varones y mujeres suben por puertas distintas y viajan en partes separadas (la única excepción son niños y turistas).
También es válida la opción de trasladarse en metro, aunque el ticket cuesta 7.500 riales (23 centavos de dólar). Hay estaciones en los principales puntos de la ciudad y la frecuencia es adecuada. En el interior de los vagones pululan decenas de vendedores ambulantes y en general se viaja de parado (mucha gente todo el tiempo en todos lados).
Moverse en Teherán es absolutamente seguro y no representa peligro alguno, a contramano del discurso alimentado desde los grandes medios de comunicación occidentales, que describen al mundo islámico como un único espacio donde reina el terror y las bombas están a la vuelta de la esquina. Los iraníes luchan contra ese prejuicio desde distintos frentes: tal vez el menos disimulado de ellos se puede observar en la ex Embajada de Estados Unidos, que fue tomada por estudiantes iraníes en 1979. El edificio, que hace unos años se transformó en museo, es una visita obligada: no todos los días se puede ingresar a un inmueble de máxima seguridad que supo ser oficina central de la CIA en Medio Oriente.
“Queremos mostrar la verdadera historia a los turistas. Porque lo único que se sabe de lo que pasó aquí fue por la película Argo, pero la hicieron los americanos”, dice Alí, guía del lugar y voluntario perteneciente a la Student Basij Organization, una entidad nacida al calor de la Revolución Islámica que aún hoy conserva poder. Uno de sus bastiones es la gestión de la ex Embajada, cuya entrada cuesta 3 dólares. Un punto alto del recorrido es la sala donde se exhiben las computadoras que usaban los espías por aquella época. “Si las usaban antes que Bill Gates, imagínense lo que utilizan ahora”, asegura Alí.
SALIR AL SOL
No todo es historia en Teherán: la ciudad ofrece una variada propuesta de paseos en espacios públicos, todos accesibles a través de las líneas de colectivo o subte. El de más fácil acceso es el Parque Shahr: ubicado en pleno centro, es utilizado por muchos locales para tomarse un recreo del intenso ritmo de vida diario. Posee grandes espacios verdes, estaciones para hacer ejercicios y hasta un mini zoológico.
En su interior pueden verse grupos de amigos o familias tomando el té (la bebida social preferida del país) o jugando a diferentes deportes, como ping pong o bádminton. Es posible recorrerlo en un par de horas y es mejor hacerlo por la tarde, cuando es mayormente concurrido.
Utilizando la línea roja del metro puede llegarse hasta Darband, un barrio que tiene entre sus calles un verdadero paseo gastronómico flotante. Su particular atractivo pasa por decenas de bares y restaurantes que ofrecen la posibilidad de sentarse a comer en mesas ubicadas literalmente sobre el río Darband (que se nutre de las aguas de deshielo de la montaña Alborz, emplazada en el norte de Teherán). Por sólo 5 dólares puede degustarse un abundante plato de pollo asado y arroz, aunque los precios pueden ser incluso menores. Si uno llega con tiempo, puede subir hasta los 3.600 metros de altura y obtener una vista única de la ciudad, en un punto conocido como “El Techo de Teherán”.
Algunas estaciones más “abajo” se encuentra el puente Tabiat, un pintoresco paseo peatonal inaugurado recientemente. Se recomienda la visita nocturna, cuando la construcción está iluminada y se pueden obtener las mejores fotos. A ambos lados del puente se erigen dos parques: el Taleghani Park (donde los pic nic se multiplican las noches de fin de semana) y el Ports Park (que cuenta con locales gastronómicos, un planetario y una inmensa pista de skate).
PARTICULARIDADES IRANÍES
Es probable que en cualquiera de estos paseos escuche las cuatro palabras más utilizada por los iraníes para dirigirse al extranjero: “Welcome to my country” (Bienvenido a mi país). Con esa frase resumen la simpatía, amabilidad y hospitalidad de un pueblo que lucha diariamente para desacreditar el mito sobre la “peligrosidad” del país.
Aquí se puede caminar con suma tranquilidad en cualquier momento. En parte, esto se debe a que uno siempre está muy acompañado (mucha gente en todos lados todo el tiempo), lo cual aleja cualquier problema. El único “riesgo” que puede acechar al turista es que en algún momento de su recorrido por Teherán no sepa muy bien dónde se encuentra ni cómo llegar a su destino. Pero no se preocupe: seguro alguien se acercará para ofrecerle ayuda.
TIPS PARA EL VIAJERO
Vestimenta: Hay que respetar el código local. Hombres deben taparse las piernas por completo, aunque pueden utilizar remera o chomba. Mujeres deben cubrirse por completo las piernas, los brazos y taparse parcialmente el cabello.
Lenguaje: Difícilmente pueda aprenderse a interpretar el persa durante su estadía, pero algunos consejos pueden ser útiles. La lectura se realiza de derecha a izquierda, mas los números se escriben de izquierda a derecha.
Dinero 1: No se aceptan tarjetas de bancos extranjeros. Por lo tanto, llevar todo en efectivo y cambiar los dólares en las casas de cambio (tienen mejor cotización que los bancos).
Dinero 2: Si bien la moneda oficial es el rial, todos utilizan los tomanes. Esto que parece una complicación no lo es tanto: sólo debe agregarse un 0 a la derecha. 1 toman=10 riales.
Tránsito: Nunca se confíe al cruzar la calle. Las motos pueden venir desde cualquier lado, sin respetar sentidos de circulación, ni semáforos.