Es difícil precisar por qué algunos niños sufren de terrores nocturnos y otros no, pero parece que el cansancio y el estrés frecuentemente son los desencadenantes. Pese a que todos podemos tener terrores nocturnos, estos son más comunes en los niños menores de 12 años. En la mayoría de los casos, desaparecen para cuando el niño llega al séptimo o noveno grado.
Los terrores nocturnos, también llamados pavores nocturnos, son eventos ocasionales de gritos y agitación durante el sueño. En algunos casos, los terrores nocturnos también implican sonambulismo. Aunque el comportamiento durante los terrores nocturnos puede colocar al niño en riesgo de sufrir daños físicos a consecuencia de una caída o golpe, en sí mismos no son dañinos ni plantean ningún riesgo para la salud. La mayor parte del tiempo los niños no recuerdan haberlos tenido y, por ello, estos suelen ser más agobiantes para los demás miembros de la familia que para el niño mismo.
Los terrores nocturnos tienden a presentarse dentro de una familia. Por lo tanto, cuando el padre o la madre los tuvieron de niños, los hijos corren más riesgo de sufrirlos. Los terrores nocturnos son más probables de ocurrir cuando un niño está demasiado cansado o bajo mucha cantidad de estrés. Dormir en algún entorno nuevo o en un lugar ruidoso o bullicioso puede contribuir a generarlo. Además, a veces, la fiebre puede desencadenar terrores nocturnos en los niños.
Una de las mejores medidas que usted puede tomar para evitar estos miedos es asegurarse que su hijo descanse bien. De igual manera, adoptar regularmente una rutina para acostarse que sea relajante y no implique nada electrónico, como teléfonos celulares, televisión, computadores ni juegos de video, también puede ayudar. Leer juntos, jugar algo tranquilo o conversar un poco puede ayudar al niño a tranquilizarse antes de ir a la cama. Cuando parezca que su hijo no ha dormido suficiente por la noche, considere una siesta durante el día. Dentro de lo posible, mantenga bajo el nivel de estrés en la casa y ayude a su hijo a superar situaciones estresantes o difíciles.
A fin de reducir el riesgo de que su hijo se haga daño durante un episodio de este tipo, cree un ambiente seguro en la habitación. Coloque todo objeto filo, pesado o frágil fuera de su alcance por la noche, asegure las puertas y las ventanas y ponga rejas en las escaleras. Los niños que sufren de terrores nocturnos no deben dormir en la cama superior de una litera.
Cuando su hijo tenga un evento de terror nocturno, acompáñelo hasta que termine. De ser necesario, impídale suavemente levantarse de la cama o llévelo de regreso. Háblele con voz dulce y calmada, sin intentar despertarlo porque la fase del sueño durante la cual ocurre el terror nocturno hace menos probable que el niño responda al intento de despertarlo.
Gritar o sacudir a un niño durante un terror nocturno puede prolongar el evento. En la mayoría de los casos, desaparecen por sí solos. Nunca castigue a su hijo por tenerlos ni amenace con castigarlo si vuelve a ocurrir, pues eso solamente aumenta el estrés del niño y empeora la situación.
Por lo general, no es necesario tratar los terrores nocturnos; pero si estos alteran mucho y regularmente su hogar, haga una cita con el médico de su hijo para que ese profesional evalúe la situación. En casos raros, la evaluación de un especialista en medicina del sueño puede ser provechosa para un niño que los sufre de manera frecuente; no obstante, en la mayoría de los casos, desaparecen a medida que el niño crece, sin ninguna intervención médica.