Tita Merello: seducción, mito y figura


El autor nos presenta un recorrido por la vida y obra de esta actriz y cantante ícono del espectáculo argentino.

TEXTOS. Enrique Madeo.

Laura Ana Merello nació en Buenos Aires el 11 de octubre de 1904 en un conventillo en San Telmo, en la calle Defensa al 715, como una letra de tango bien lo podría describir.

Su niñez fue breve y durísima, casi sin darse cuenta Laura Ana se encontró siendo una adolescente carente de la más mínima protección afectiva, pobre y analfabeta.

Cuando solo tenía quince años, conoció al redactor periodístico del diario La Nación, Eduardo Borrás, con quien entabló una relación muy rica. Con el tiempo, él se transformaría en uno de sus grandes maestros.

Dando muestras de su tenacidad, Tita, de ser analfabeta pasó en menos de diez años a ser parte de la revista Voces, publicando los artículos que escribía. Disfrutaba escribir crónicas, poemas, consejos y su historia de vida, la que luego, en 1972 publicaría en su libro La calle y yo.

TALENTO Y VOLUNTAD

Su vinculación con el mundo del espectáculo se asemeja más a un guión cinematográfico que a la mismísima realidad. Comenzó a combatir a su analfabetismo mientras probaba suerte en locales de escasa categoría y ejecutando papeles secundarios. Fue resistida y hasta abucheada. Sin embargo, aquellos contratiempos no la detuvieron, por el contrario, Tita continuó abriéndose camino logrando ser vedette, cantante y primera actriz de cine.

Uno de sus principales biógrafos, Néstor Romano, escribió: «Jamás pasó por un conservatorio de arte escénico ni educó su voz en escuelas de canto. Simplemente se hizo en la calle. Sin ayuda de nadie, a fuerza de talento y voluntad, construyó una carrera que la llevó desde los bares del bajo porteño y una cuarta fila de coristas a los primeros planos del tango y el cine nacional».​

Hacia 1917 y con el fin de solventarse económicamente, comenzó a trabajar como corista en la compañía de Rosita Rodríguez en el Teatro Avenida. En 1920 debutó en la obra Las vírgenes de Teres. El público la desaprobó con silbidos y abucheos. A pesar de que decidió no volver a cantar tras la traumática experiencia, a los pocos meses insistió con presentaciones similares en el Teatro Porteño y en las cafeterías de la Avenida de Mayo, donde comenzó a adquirir cierto grado de popularidad.

Su aproximamiento al denominado «teatro dramático» lo obtuvo en la obra El lazo, escrita por Claudio Martínez Paiva, en el teatro El Nacional. En 1922, prosiguió su carrera en el Teatro Bataclán, ubicado en la zona de locales de escasa categoría del Bajo Flores, considerado de muy bajo nivel y casi pornográfico, donde se presentó con algunas actuaciones eróticas. En relación al nombre de ese teatro, a las coristas se las llamó «bataclanas». Es en el Bataclán, en la obra «En la raya lo esperamos» de Luis Payón Herrera, que estrenó el tango «Leguisamo solo», de Modesto Papavero, compuesto en homenaje al jockey uruguayo Irineo Leguisamo.

LA VEDETTE REA

Su carrera comenzó a ascender y fue así como al año siguiente, mientras continuaba su aprendizaje de lectura, se integró como vedette del espectáculo de revista al Teatro Maipo en la obra Las modernas Scherezadas, donde con su voz feroz y desafinada cantó el tango «Trago amargo» de Rafael Iriarte y Julio Navarrine con la dirección de Roberto Lino Caiol, quien la definió con el apelativo de «la vedette rea». Durante su permanencia en ese teatro, acompañó en sus actuaciones a los cómicos Pepe Arias, Marcos Cáplan y Luis Arata.

Fue una de las primeras cantantes de tango surgidas en la década del 20, creando junto a Sofía Bozán, la modalidad vocal femenina de ese tango humorístico y transgresor. En su caso estaban de más los despliegues de técnica vocal. Tita empleaba al momento de cantar, además de una notable expresividad y gestualidad, una voz rígida y grave que discrepaba con el tono agudo propio de las cantantes de la época, destacándose en las interpretaciones de «Se dice de mí» y «La milonga y yo».

Alternó su actuación en teatro con contadas incursiones dentro del ámbito discográfico. En 1927, grabó los tangos «Te acordás reo» de Emilio Fresedo y «Volvé mi negra» de José María Rizzuti con letra de José Díaz Gómez. En 1929, grabó una serie de temas, entre ellos «Tata… Llevame pal centro», «Che… Pepinito», «Te has comprado un automóvil», «Qué careta», «Che, bacana», «Paquetín paquetón» y «No te hagas curar». Tita no volvió a grabar hasta 1954, cuando produjo siete discos en el período de un año acompañada por la orquesta de Francisco Canaro. A lo largo de su carrera como intérprete musical, además de tangos, abordó melodías de diversos géneros, como el bolero, la ranchera y la milonga, componiendo entre otros los tangos «Llamarada pasional», dedicado a su idilio con Luis Sandrini, «Decime Dios dónde estás» y «Muchacho rana».

TESTIGO DE TRANSFORMACIONES

La soledad, la pobreza y el abandono emocional marcaron su personalidad. Con los años, Tita se definió en su niñez como una chica triste, pobre y, además, fea. «Presentía que iba a seguir siéndolo siempre. Después descubrí que no hace falta ser bonita. Basta con parecerlo».

Simón Irigoyen Iriondo, bajo la guía de Eduardo Borrás, fue quien le ofreció una educación elemental. Poco antes de su muerte, Irigoyen Iriondo comentó que Merello «era terca, muy terca, a veces ella parecía la maestra y yo el alumno. Y no se podía rendir ante la evidencia de que era yo quien enseñaba, es que siempre quería saberlo todo».

En 1930 y como otra cabal prueba de reconocimiento a su trayectoria como actriz, Libertad Lamarque la convocó para que la reemplazara en «El conventillo de la paloma», uno de los sainetes más populares de la época.

En 1933 logró su debut en el primer filme sonoro argentino, ¡Tango! junto a la precitada Libertad Lamarque y elenco. El filme da lugar al lucimiento de las orquestas de Osvaldo Fresedo, Edgardo Donato, Pedro Maffia, Juan de Dios Filiberto y el dúo Ernesto Ponzio y Juan Carlos Bazán, quienes la acompañan en el tango «Yo soy así pa’l amor».

Paralelamente, actuó con la compañía de Francisco Canaro en la obra La muchachada del centro, que se mantuvo durante 900 escenificaciones e incluso fue representada en Uruguay. En la obra, interpretó el tango que daba origen al título de la pieza, y «Me enamoré una vez», una milonga de Canaro con letra de Ivo Pelay.

En 1935 filmó «Noches de Buenos Aires» y continuó actuando en el Teatro Porteño, donde curiosamente fue multada con 20 pesos por aparecer en público sin medias de nailon, lo que era considerado un acto de inmoralidad. Ya anciana, señaló con humor el episodio: «Pensar que ahora las mujeres salen totalmente desnudas en un escenario o en las playas. Los tiempos han cambiado. ¡Y cómo! He podido vivir para ver esas transformaciones, esos cambios».

ELOGIADA POR LA CRÍTICA

En 1937 se consagró como actriz dramática en La fuga, dirigida por Luis Saslavski. Fue su primer rol protagónico donde cantó «Nieblas del Riachuelo», tango de Cobián y Cadícamo. Su papel muy elogiado por los críticos cinematográficos, era el de una cantante de cabaret que se relacionaba sentimentalmente con el personaje de Francisco Petrone. En ese mismo año en Así es el tango, recibió un papel cómico junto a Luisa Vehil. El director del filme, Eduardo Morera, comentó después: «…Cobián y Cadícamo habían compuesto un tango titulado «Nostalgias» para que Tita lo estrenara… Ella lo ensayó, pero cuando iba a interpretarlo me di cuenta de que su personaje no tenía nada que ver con el romanticismo de esa canción. Si Tita la hubiera interpretado, habríamos quebrado el clima que requería la historia». Finalmente, Vehil interpretó el tango y Merello se ofendió tanto que jamás volvió a cantarlo.

En 1946 viajó a México acompañando a su pareja, Luis Sandrini. Si bien vió postergada su carrera como actriz, allí protagonizó Cinco rostros de mujer, por la cual obtuvo el premio Ariel a la Mejor Actriz de Reparto. ​Al regresar, entre 1948 a 1950, protagonizó en teatro Don Juan Tenorio y Filomena Marturano que también fue llevada al cine. Tita convirtió a esta en uno de los grandes papeles de su vida y tanto la versión teatral como la cinematográfica fueron un suceso. Paradójicamente su aceptación a interpretarlas fue la causal de su ruptura sentimental con Luis Sandrini.

TANGUERA AGUERRIDA

Sin formación profesional, Tita comenzó desde bien abajo, recorrió todos los escalones de la actuación y brilló en la mejor época de la industria cinematográfica nacional.

Tanguera aguerrida y mujer de personalidad avasallante, con su actuar transgredió los esquemas de una época por demás conservadora.

Sus éxitos cinematográficos más relevantes tuvieron lugar en la década del 50, período en el que protagonizó más de diez películas, entre las cuales se destacan Arrabalera, un dramón donde interpreta a una mujer embarazada que se escapa de su esposo que la maltrata y se va a vivir con otro hombre; Mercado de Abasto, otro drama, pero con los toques de humor de «Pepe» Arias. En este film Tita hace pareja con el genial cómico y presenta por primera vez «Se dice de mi». También aparece en Los isleros, tremenda película donde interpreta a una mujer mala, la Carancha, en las islas del Tigre, junto al enorme Arturo García Buhr; en Filomena Marturano, basada en la obra de Eduardo De Filippo donde canta «Pipistrela», con letra de Fernando Ochoa y música de Juan Canaro. También fue llevada al cine por Sophía Loren con Marcello Mastroianni dirigidos por Vittorio de Sica bajo el título «Matrimonio a la italiana». Guacho es lo más parecido a una tragedia griega pero dirigida -al igual que Los Isleros y Mercado de Abasto- por Lucas Demare, donde los dioses castigan a la mentirosa, más allá de su sufrida vida. Al mejor estilo de las tragedias griegas, termina mal.

LLORAR CON MÚSICA

Ante el golpe de estado de 1955, sin trabajo y acusada de traficar té de Ceylán, desesperada, tras el derrocamiento del Presidente Juan Domingo Perón, decidió exiliarse en México.

Reinstaurada la democracia con el gobierno de Arturo Frondizi, regresó a la Argentina donde adquirió relevancia protagonizando «Morir en su ley», interpretando el personaje de la esposa de un pistolero sufriendo un desengaño que la lleva a la muerte.

En 1960, en su fase de cantante y compositora grabó «Llamarada pasional» con la orquesta típica de Héctor Stamponi, quien puso música a los versos escritos por Tita, que había conocido la lectoescritura recién a sus veinte años, encontrando en el padecimiento irreparable, la inspiración para derramar lágrimas sobre el papel. En la grabación original del tema la intérprete no derramó una lágrima pero, al abandonar el estudio, le dijo a Stamponi: «Necesitaba hacerlo, gracias por ayudarme a llorar con música».

En 1961, después de un tiempo sin aparecer públicamente, se sometió a una pequeña cirugía estética en su nariz para iniciar el rodaje de Amorina, ​cuya versión teatral había representado en 1957. Por su labor en el film, obtuvo el premio otorgado por el Instituto Nacional de Cinematografía. Al mismo tiempo, Hugo del Carril la contrató para dos espectáculos en el Teatro Alvear, Estrellas en el Avenida y La Moreira; ambos entablaron una sólida amistad hasta la muerte de él en 1989. Tita lo recordó: «cómo me cuidaba en cada uno de los planos… logró sacar de mi interior esa verdad que las actrices necesitamos exteriorizar».

CINE, TV, TEATRO Y MÚSICA

A lo largo de la década del 60, protagonizó una serie de películas de poco éxito dirigidas por su amigo Enrique Carreras, integrando el elenco de Los Evadidos, La industria del matrimonio, Los hipócritas -basada en el caso policial de la joven Norma Penjerek- Ritmo nuevo, vieja ola y El andador. También fue una asidua partícipe del ciclo televisivo Sábados Circulares de Pipo Mancera.

En 1974, llegando a sus 70 años, aceptó un papel protagónico para encabezar La madre María, basada en la historia de vida de la curandera María Salomé Loredo. Su personaje, el de una anciana que transmitía alivio, paz y sanación, fue uno de los más queridos y aceptados por el público. Se estrenó en la sala Normandie y estuvo secundada por María José Demare, José Slavin, Tina Serrano y Marta Gam. A diferencia de otras películas, la actriz se sometió fácilmente a las exigencias del director Demare.

Hacia esas épocas, condujo dos ciclos televisivos, Conversando de todo con Tita y Todo Tita, en los cuales brindaba enseñanzas y hablaba sobre hechos de actualidad.​

Por esos años rechazó varias propuestas cinematográficas y se dedicó particularmente al teatro y al canto; de hecho, llegó a grabar cuarenta temas con las orquestas de Carlos Figari y Héctor Varela.

RECONOCIMIENTOS

Sus últimos trabajos en cine fueron en 1980, cuando secundó a María Leal y Soledad Silveira en Los Miedos, bajo la dirección de Alejandro Doria; y en 1985 acompañó, con 80 años cumplidos, a Mercedes Carreras en Las barras bravas. Un año antes, también había realizado bajo la dirección de Enrique Carreras su última obra teatral, Para alquilar balcones. Más allá de su retiro, continuó realizando apariciones públicas y brindando consejos en radio y televisión. Experimentada y verborrágica aumentó su popularidad durante sus conversaciones televisivas.

Horacio Salas, en su libro El Tango, comentó: «Tita Merello asumió desde el humor la representación de los sectores marginales, que nacidos en la más extrema pobreza arribaron al centro con el objeto de sobrevivir en el mundo del tango. Algunas de las letras de su repertorio son recuerdos de la picaresca de los primeros años y representan, en la misma asunción de su origen, una burla a la tilinguería del medio pelo porteño abocado a ocultar el ámbito en que transcurren los años de la infancia y las dificultades económicas sufridas hasta que llega el momento del éxito.

Recibió una serie de reconocimientos por su trayectoria. En 1980, el Museo del Cine le entregó la Cámara Pathé simultáneamente con Niní Marshall, Delia Garcés, Libertad Lamarque y Mecha Ortiz «en reconocimiento a las primeras figuras del cine nacional». Su retrato preside el Salón Mujeres Argentinas de la Casa Rosada junto a otras figuras femeninas de la historia argentina como Juana Azurduy, Eva Perón, Lola Mora, Victoria Ocampo y Mariquita Sánchez de Thompson. Osvaldo Pugliese le dedicó un tango instrumental titulado «Para Tita» y Cacho Castaña le compuso el tema «Tita de Buenos Aires». En 1995, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) fundó el Complejo Tita Merello, un cine especializado en películas argentinas que funcionó hasta 2010.

Por su parte, Una vida en tiempo de tango, un espectáculo dirigido por Nacha Guevara, representó la vida de Merello desde su juventud hasta su vejez. Fue estrenado en 2011 en el Teatro Metropolitan y Alberto Negrín, escenógrafo de la pieza, comentó: «El espectáculo tiene una concepción moderna y no necesariamente está enfocado a un público mayor sino que fue pensado tanto para las generaciones que vieron crecer a Tita como a las más contemporáneas».​

Laura Ana Merello falleció a los 98 años en la Nochebuena de 2002, en la Fundación Favaloro. Al momento de su muerte, contaba en su haber con treinta y tres películas, veinte obras teatrales, tres ciclos radiales y varias participaciones en espectáculos de revista y televisión.

Sobre su vida, la periodista Irene Amuchástegui sostiene: «Entre la imagen de la escultural vedette multada con veinte pesos por aparecer sin medias en el teatro de revistas de los años 30, y el retrato de la matriarca que moralizaba en la televisión de los años 80, se despliega una de las personalidades más singulares del espectáculo nacional».

SE DICE DE MI

Una referencia especial merece «Se dice de mí», milonga con letra de Ivo Pelay y música de Francisco Canaro. 

La milonga hace referencia a la fuerte personalidad de la actriz. En la temporada de 1942 en el estreno de Buenos Aires de ayer y de hoy -alternando Teatro Presidente Alvear y Teatro Solís- la interpretó alcanzando una notable popularidad, la cual se acrecentó en 1955 en Mercado de Abasto, donde la canta por primera vez en cine. Continuó con sus apariciones televisivas en la década del 70 y, más recientemente, la cantante Yolanda Rayo la utilizó como cortina musical de la telenovela colombiana Yo soy Betty, la fea. Su última grabación fue registrada en 1991 cuando la grabó para el disco de Nacha Guevara, Heavy Tango.

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