Una carrera infantil que dejó su huella en los niños santafesinos


En un repaso por nuestro archivo recordamos este evento de 1927 -del que participaron unos 300 chicos- y el rol de una farmacia de la época responsable de su organización. Además, repasamos la mirada sobre la niñez de aquellos tiempos.

TEXTOS. Mariano Rinaldi. FOTOS. Archivo El Litoral.

En el verano de 1927 la ciudad de Santa Fe vivió una jornada que sacudió su rutina y trajín diario: la carrera de pibes. Un popular acontecimiento en una ciudad que empezaba a cambiar su forma de ver la infancia.

El evento fue de una concentración masiva. Con 300 niños de entre 6 y 10 años que intervinieron en 10 categorías organizados en el paseo de la Plaza España. Las inscripciones previas para participar del torneo fueron realizadas por intermedio de las maestras de los niños. Los anfitriones y responsables de la velada deportiva fueron la farmacia «Las Colonias» y el Ministerio de Instrucción Pública y Fomento provincial.

La antigua farmacia «Las Colonias» fue fundada en 1890 por Alfredo Bolognini en la esquina de Hipólito Yrigoyen y San Luis. En 1912 el arquitecto Tettamanti construyó su famoso edificio, recordado por muchos santafesinos, con reminiscencias orientales. En esta época la competencia comercial estaba en auge y era muy común que los establecimientos regalen o rebajen los precios de sus productos para atraer a sus clientes. Los numerosos y atractivos premios en juguetes fueron el motivo más esperado y ansiado por aquellos participantes y sus bólidos de juguete.

Una gran concurrencia patines, triciclos, monopatines y los tradicionales karting de madera con rulemanes ocuparon la calle Rivadavia hasta Boulevard Gálvez. Decía la crónica del momento: «Nunca se había visto en la ciudad algo tan particular, en donde sólo intervinieran niños». Uno ellos fue Enzo Nilo Vittori, hijo de Pedro Vittori (fundador del diario) quien años más tarde fue subdirector de El Litoral. El gran ganador de la jornada fue un niño que trabajaba de canillita ayudando a su padre también en el mismo oficio, que además cursaba sus estudios primarios en la escuela situada dentro del Parque Escolar (ex-Parque Alberdi) institución pensada para aquellos niños que trabajaban y tenían horarios diferentes al momento de asistir a sus clases.

INFANCIA EN LA DÉCADA DEL ’20

En Argentina la emergencia de los discursos referidos a la infancia tuvo un carácter político y ligado a la historia de la educación del país (aquella que sentó las bases para la educación obligatoria, laica y gratuita). A partir de la década del veinte, la preocupación pública por la situación de los niños estuvo marcada por la cuestión social, es decir, el Estado recurrió, por un lado, a la obligatoriedad escolar y, por el otro, al encierro de los menores en instituciones correccionales.

Situándonos en contexto histórico, en 1919, el Congreso de la Nación convirtió en ley el proyecto de Patronato Estatal de Menores que Luis Agote, diputado conservador por la provincia de Buenos Aires, había presentado a la Cámara de Diputados. A partir de ese momento, los jueces de los tribunales y correccionales de todo el país quedaron habilitados para suspender o quitar la patria potestad a los padres de los menores de 18 años cuando hubieran sido condenados por delitos graves o por delitos contra sus hijos y que comprometieran su salud, moralidad y seguridad.

La historiadora europea Linda Pollock, afirma que no se trata de que la modernización occidental haya «descubierto a la infancia» sino que «haya cambiado la definición de amor», pasando por una ausencia de hostilidad al deseo de hacer todo lo que se pueda por una persona. Es decir, una cultura familiar centrada en los hijos y la infancia pasó a ser considerada como una etapa idílica.

Los sociólogos Lucía Lionetti y Daniel Míguez en su libro «Aproximaciones iniciales a la infancia» (2010) nos proponen observar las categorías de niños/alumnos y menores como construcciones culturales. En ese sentido podemos pensar, por un lado, los niños como aquellos que se encontraban contenidos dentro de un entorno familiar y escolar; y por otro lado, los menores, es decir aquellos que por pobreza y marginalidad carecen de esa inserción social.

Si pensamos en aquellos niños que -contenidos dentro de un entorno familiar y escolar- podían, a través de esos juguetes, favorecer su socialización y la creación de vínculos emocionales con las personas, además de potenciar la comunicación y la capacidad de expresión; podemos también comprender a aquellos menores que no tenían y carecían de esa inserción social y como el Estado recurrió a prácticas de encierro, en muchos casos reforzando y construyendo esa marginalidad.

NIÑEZ Y PERONISMO

A mediados del siglo XX, los Derechos del Niño (proclamados en 1948 por las Naciones Unidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos) transformaba radicalmente la situación de la infancia. En nuestro país, durante los años del peronismo, se articularon una serie de medidas que, amparadas en el propósito de justicia social, no se restringían solo al acceso a la recreación y la educación, sino también a la esfera legal. Por ejemplo, una de las modificaciones implementadas fue la igualación de los derechos de los hijos legítimos e ilegítimos.

En materia cultural, se organizaron una cantidad de actividades que tenían como objetivo central la formación integral del niño. La creación de la «Ciudad Infantil» en Buenos Aires en 1949 y la construcción de la República de los Niños, en las cercanías de la ciudad de La Plata en 1951, fueron algunas de esas medidas. Por otro lado, vale decir que la concreción de estos proyectos artísticos y educativos con foco en la infancia puso en vigencia la creación de una serie de símbolos y de mitos que, como afirma el historiador Mariano Ben Plotkin, definieron «las bases de un imaginario político peronista».

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