La Noche de Brujas, Noche de todos los muertos o Halloween se vive como una fiesta donde se puede jugar y divertirse usando una máscara, pidiendo dulces o haciendo travesuras. Es una tradición importada que año a año cobra fuerza en nuestro territorio, pero ¿de dónde proviene?
Textos: revista Nosotros. Fotos: Pablo Aguirre.
Calabazas, disfraces y jolgorio. Lo que hoy en día se conoce como Halloween en las costumbres que nos han llegado empaquetadas desde Estados Unidos gracias a las películas, poco tiene que ver con la fiesta de la que proviene. Y es que, el origen de esta celebración se encuentra en una fecha pagana un tanto oscura: el Samhain o Samagín.
Halloween es una fiesta de origen pagano que se celebra la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos, y que tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhain (pronunciado “sow-in”), que significa “fin del verano” y se celebraba al finalizar de la temporada de cosechas en Irlanda para dar comienzo al “año nuevo celta”, coincidiendo con el solsticio de otoño y con la noche más larga del año.
Durante esa noche se creía que los espíritus de los difuntos caminaban entre los vivos, y se realizaban fiestas y ritos sagrados que incluían la comunicación con los muertos. Además, era habitual colocar una vela encendida en las ventanas para que los muertos “encontrasen su camino”.
Las ánimas de los muertos retornaban a sus casas para visitar a los familiares todavía vivos. En esta visita aprovechaban para buscar alimento y calentarse en la lumbre, por lo que era costumbre dejar el fuego encendido esa noche y no barrer para no alejar a las posible ánimas que decidiesen acercarse a su hogar en vida.
En esta antigua festividad céltica coincidía el paso de un año para otro con el momento de apertura de las ánimas al otro mundo, el de los vivos. Los celtas también celebraban con el Samhain el final de las cosechas y daban la bienvenida al invierno.
Samhain
Los druidas afirmaban que, en la noche del 31 de octubre, Samhain convocaba a los muertos para que pasasen al otro lado. Es decir, del mundo de los fallecidos, al de los vivos. Sin embargo, estos espíritus podían llegar al “más acá” de dos formas diferentes atendiendo a si habían sido buenos o malos durante los últimos meses.
Si Samhain consideraba que no habían cumplido con sus deberes, hacía que se reencarnasen en animales tras el ocaso. Por el contrario, aquellos que habían obrado acorde a lo que quería la deidad eran libres de visitar a sus familiares con su forma humana y pasar unas horas en sus antiguos hogares antes de regresar al limbo.
Además, la noche del 31 era considerada especialmente esotérica por los druidas.
Creían que el velo existente entre el presente, el pasado y el futuro caía, siendo esta la razón de que se considerase como el momento más propicio para todas las clases de artes mágicas y, en especial, las adivinatorias y de predicción sobre el nuevo año. Era, en definitiva, una jornada mágica en el sentido más literal de la palabra en la que el miedo a los muertos se mezclaba con la esperanza de recordar a un familiar que hubiese dejado este mundo.
Sacrificios y hogueras
Durante las celebraciones, los celtas practicaban varios rituales. Uno de los más básicos era apagar todos los fuegos que hubiese encendidos en las casas con dos objetivos. El primero era evitar que los espíritus errantes (los malvados) entrasen en las viviendas al considerarlas frías. El segundo, simbolizar la llegada de la estación “muerta” y oscura del año. De esta forma, los diferentes pueblos se quedaban totalmente a oscuras y solo eran iluminados por una cosa: las hogueras gigantescas que los druidas encendían en las colinas.

Conquista romana de Britania
Estas fogatas eran encendidas con todo tipo de objetos que los jóvenes reunían en los días previos a la celebración. ¿Cómo lo hacían? Mediante una tradición que se mantiene en la actualidad: pidiendo materiales de casa en casa para la gran hoguera.
Los fuegos eran un elemento central de la celebración, pues se creía que con ellos se lograba espantar a los espíritus malignos que, enojados por haber sido castigados por el dios de la muerte, se dedicaban a hacer bromas pesadas a los vivos.
La palabra “Halloween” es una contracción de la expresión inglesa “All Hallow’s Eve”. Literalmente, significa “Víspera de Todos los Santos”. Aparentemente, pues, esta celebración macabra y humorística anglosajona estaría vinculada a una fiesta solemne y considerada como de estricta observancia por la Iglesia Católica: el 1º de Noviembre, festividad de Todos los Santos. Pero esto no es del todo cierto.
Cuando el Cristianismo llega a los pueblos celtas, la tradición del Samhain no desaparece, pese a los esfuerzos realizados por la Iglesia Católica para eliminar supersticiones paganas que pudieran entroncar con el satanismo o culto al diablo. Sin embargo la fiesta del Samhain sufre alguna transformación. En el calendario gregoriano, el 1º de noviembre pasó a ser el día de Todos los Santos; el Samhain, la víspera de Todos los Santos, pasó a denominarse All-hallows Eve y, actualmente, por contracción de la expresión, Halloween; y por su parte, el Día de los Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas pasó a ser el 2 de noviembre. Las tres celebraciones juntas, “Eve of All Saints”, “Day of All Saints”, and “Day of All Souls”, se denominan en la tradición irlandesa Hallowmas.
Con ellos llegan su cultura, su folclore, sus tradiciones, su Halloween… En un primer momento Halloween sufre una fuerte represión por parte de las autoridades de Nueva Inglaterra, de arraigada tradición luterana. Pero a finales del siglo XIX, los Estados Unidos reciben una nueva oleada de inmigrantes de origen celta. La fiesta de Halloween, en América, se mezcla con otras creencias indias y en la secuela colonial, el Halloween incluye entre sus tradiciones el contar historias de fantasmas y la realización de travesuras, bromas o los bailes tradicionales. La gente comienza a confeccionar disfraces o trajes para Halloween.
Así, en Estados Unidos, Halloween, evoluciona y se desentiende de la tradición cristiana. Halloween se convierte en una noche con aura de débil misterio, brujas, fantasmas, duendes, espíritus, pero sin que se pierda el ánimo festivo y el buen humor. Una noche de dulces, bromas, disfraces y películas de terror, perdidos ya los miedos atávicos de los viejos ancestros irlandeses.
Los niños son Camila, Manuel y Tomás Faure.
Fotos: Pablo Aguirre
Trajes para la producción: Tu Disfraz.
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