Por Lucila Cordoneda
Tiempos raros los que corren. Raros, desenfrenados, muy egoístas a veces, demasiado angustiantes otras. Tiempos raros en los que, además de toda la confusión, visible o no, y “aprovechando la volada”, comienzan a brotar de las baldosas toda clase de “gurúes del buen vivir”.
Veamos… frases motivacionales por doquier, recetas, tips y demás yerbas que parecen asegurarnos que, con seguir a pie juntillas sus sugerencias, fórmulas y consignas, tenemos garantizado el éxito.
Pues no, lamento decirles que no… No, no y más nones a esas frases hechas, casi de adivinación. Pueden ser tentadoras, lo reconozco. Pueden lucir muy bonitas en nuestro muro de face, en nuestro Instagram o en cualquier charla de café. Pero cuando rascás un poquito, cuando intentás desentrañar lo que verdaderamente están diciéndote, mmm… se le empiezan a ver los hilos. O mejor dicho, empiezan a deshilacharse hasta convertirse en nada, porque, en el fondo, no dicen nada.
¿Entonces está mal “darnos un shock motivacional”?
¿Alentar a alguien, animarlo, echando mano, incluso, a palabras de otro? Veamos, en primer lugar, lejos estamos de saber qué es “lo correcto” y qué “no lo es”, suelo decir “mientras a vos te haga bien… está todo bien”. En segundo lugar, y aunque a veces creamos tenerlo claro o lo hagamos con la mejor intención del mundo mundial, lo que sugerimos o aconsejamos a los demás, no deja de ser nuestra mirada, nuestra perspectiva, atravesada por nuestra experiencia. De manera que, claro que vale acompañar, escuchar, intentar pronunciar las palabras acertadas cuando alguien acude a nosotros. Claro que involucrarnos con el otro “es la que va”, no podemos ni debemos ensordecernos ante el semejante (algo de esto decíamos el otro día ¿no?). Lo que digo, o intento, es que no hay pócimas mágicas, no hay tips, ni frases hechas que valgan al momento de salir a la cancha ameas. Cada maestrito con su librito, dicen por ahí, y es cierto, el tema es cuando estos intentan darnos lecciones todo el tiempo, generalizando, armando frases pegadizas y super instagrameables, intentando hacernos creer “que todo es posible”, “que nadie puede detenerte” o que “solo alcanza con soñarlo”.
No pretendo ser pisabrotres queridísimas ragazzinas solo estoy intentando beber un poco de las aguas de la sinceridad. ¿Creen que me haría falta un baño de optimismo? Quizás. Nadie, entiendo, es el poseedor de las verdades absolutas, sin embargo, vivimos nuestros días como si existieran y, lo que a veces suele ser más peligroso, adquiriéndolas en góndola porque lucen apetitosas y creemos que si no las compramos no podremos sobrevivir.
¿Qué es lo que estoy intentando decir? Ok, ahí va… Lo que quiero decir, y de esto estoy convencida, posta, es que al trabajo lo hacés vos. Que, mas allá de cualquier intento de receta infalible, o de solución cuasi milagrosa para tu subsistencia errática, al laburo verdadero lo haces vos y en gran medida, tener esto más o menos claro, alivia y alienta.
Por ejemplo… ¿Hay algo que te está molestando demasiado? ¿Un lugar del que desearías eyectarte? ¿Una relación que te está quitando el aire (vale para todo, pareja, trabajo, amigos)?
¡Al enorme lavoro para salirte de eso, lo haces vos! Psicólogos, terapias alternativas, creencias varias y válidas, familia, amigos o respiración aquí y ahora (no importa el tronco del que te agarres para volver a flotar la cabeza y respirar) valen. Pero, atenti pebeta, vos ponés el cuerpito mi amor (y el marote, el cuore y demases órganos sensibles). ¡Ojo! El entorno es importante, claro que si, nada se puede solo (de esto ya hablamos también).
¡Pero al trabajito lo hacés vos! Porque básicamente quién decide salir de ese lugar sos vos. Quien se somete a horas de terapia y se expone a desenterrar lo que ni siquiera sospechaba que existía; quien hace la gimnasia diaria para que lo que lo que le afecta tanto, deje de hacerlo o lo haga menos; quien avanza y retrocede creyéndose un día re mil y al otro Cenicienta o el pobre Igor buscando su cola perdida… sos vos.
Por lo tanto, cara mía, las decisiones son tuyas (y las consecuencias también, ja).
Entonces, claro está, no alcanza con desearlo gente. Nada es sin esfuerzo, sin constancia y convicción (y si algún planeta se va alineando a favor también vale).
Y muchas, muchísimas veces, (viene otra mala noticia, a medias) tampoco parece bastar con desearlo y empeñarnos mucho. Porque, aunque el deseo es importante, fundamental e imprescindible absolutamente, hay que motorizarlo, ponerle nafta, cuidarle el motor… Y además, bellas mal aprendidas, además de todo, está la vida que, a veces (todas), se empeña en meterse en el medio, maldita villana.
Entonces, el primer deseo puede que tenga que ver con intentar “estar mejor”, con “andar más livianos” y menos presionados y formateados. Puede ser que la cosa, tenga algo que ver con probar, de a poco, con paciencia, y sin dejarnos doblegar por la villana, distintos recorridos que, si no pueden alejarnos para siempre de aquello que tanto nos daña, al menos nos ayuden a tener a mano un buen baño de teflón, unos buenos auriculares y unas anteojeras (inteligencia emocional, le dicen).
¡Vamos que no debe ser tan difícil che! ¡Vermouth con papas fritas y good show!